5/.- MENSAJE DEL SEÑOR
La Iglesia nos enseña que para hacer una buena confesión son necesarias cinco cosas:
1ª.- Examen de conciencia.
2ª.- Dolor de los pecados.
3ª.- Propósito de la enmienda.
4ª.- Decir los pecados al confesor.
5ª.- Cumplir la penitencia.
Estos son los actos que hemos de practicar para hacer una buena confesión; sin embargo, es preciso que aprendamos a vivir muy bien cada una de esas cosas evitando el peligro de caer en la rutina o en la precipitación.
Para pedirle perdón al Señor de nuestros pecados, lo primero que hemos de hacer es examinar nuestra conciencia con objeto de descubrir las faltas con que le hemos podido ofender.
¿Has visto alguna vez a un medico auscultar a un enfermo? utiliza un curioso aparato llamado fonendoscopio. Aplicando el extremo del aparato al pecho y la espalda del paciente trata de descubrir cualquier sonido anormal que pueda ser síntoma de una lesión o enfermedad en las vías respiratorias.
Lo que hace el medico con el cuerpo es lo que hacemos nosotros con nuestra alma. Cada uno en su examen de conciencia debe buscar por dentro de su corazón las veces que ha dicho « NO » a Dios, desobedeciendo voluntariamente su ley y ofendiéndole con sus pecados.
En el examen de conciencia tratamos de averiguar que pecados hemos cometido desde la última confesión; pensamos de que manera hemos ofendido a Dios de pensamiento, palabra , obra u omisión. Tratándose de pecados mortales, debemos procurar averiguar el número y las circunstancias importantes.
7/.- DOLOR DE LOS PECADOS
Lo más importante, entre las cosas que tienes que hacer como penitente , es el dolor de los pecados, que también se llama contricción o arrepentimiento .
Este dolor, o arrepentimiento no debe entenderse como un dolor físico en el corazón o en cualquier otra parte del cuerpo; se trata, por el contrario, de un sentimiento o pesar sobrenatural de haber ofendido a Dios, o como bien dice el catecismo:
* « Es el pesar que sintió san Pedro después de haber negado al Señor en la madrugada del Viernes Santo: " Y saliendo fuera lloró amargamente " » (Lucas 22,62)
* « Es también el pesar que sintió el hijo pródigo de la parábola, el cual, después de alejarse de la casa de su padre y de gastar el dinero que tenía, pasaba hambre y gran necesidad. Entonces, volviendo en sí, decidió regresar junto a su padre y pedirle perdón : " Padre - le dijo al llegar hasta el - he pecado contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo " (S.Lucas 15,11-24).
El dolor de San Pedro fue dolor de amor. San Pedro lloró por haber traicionado a Jesús, su Maestro y Señor, que tanto amor le había demostrado siempre. Este dolor de amor se llama también dolor de contricción o contricción perfecta y es un sentimiento o pesar sobrenatural de haber ofendido a Dios por ser El quien es, Bondad infinita digno de ser amado sobre todas las cosas.
El dolor del hijo pródigo fue diferente al de San Pedro. Su arrepentimiento no fue sólo movido por amor, sino por otros motivos como la angustia y el hambre que padecía y la fealdad de lo que había hecho. Esta clase de dolor se llama también de atricción, que es un sentimiento o pesar sobrenatural, de haber ofendido a Dios por temor al castigo o por la misma fealdad del pecado.
El dolor de contricción perdona Inmediatamente los pecados si va unido al propósito de confesarlos tan pronto como se pueda. Sin embargo, nadie debe comulgar después de haber cometido un pecado mortal sin confesar antes, aunque haya hecho un acto de perfecta contricción. La doctrina en este punto es clarísima:
8/.- PROPÓSITO DE LA ENMIENDA
Para que la confesión sea válida se requiere el propósito de luchar para no volver a pecar. El dolor de nuestras faltas no sería sincero si no fuese acompañado de una firme resolución de no volver a cometerlas.
El que no quiere ofender a Dios de nuevo, procura apartarse de las ocasiones de pecado. El enfermo que desea curarse toma las medicinas que le indica el médico y se priva de aquellos alimentos que el medico le ha desaconsejado. Del mismo modo, nosotros debemos apartarnos de todo lo que sea ocasión de pecado ( malos amigos, malas lecturas, malas conversaciones,... ). De no hacerlo así, demostramos que ni tenemos propósito de la enmienda, ni queremos la salud para nuestra alma.
9/.- CONFESIÓN DE LOS PECADOS
Y es claro que ningún sacerdote puede perdonar o retener los pecados e imponer la penitencia adecuada si el pecador no le da a conocer sus pecados y le muestra su arrepentimiento.
En la confesión deben confesarse todos los pecados mortales indicando , además , su número y las circunstancias importantes, en la medida que sea posible. También es muy conveniente la confesión de los pecados veniales, ya que aumenta la gracia en el alma y presta nuevas fuerzas para la lucha.
La confesión debe ser siempre muy sincera. Cuando vamos al medico, no nos callamos ninguno de los síntomas de nuestra enfermedad, si queremos que nos cure. De igual modo, debemos confesar al sacerdote nuestros pecados con claridad y sinceridad, sin callar ni desfigurar nada. El que calla a sabiendas algún pecado mortal, por vergüenza o cobardía, comete otro pecado mucho más grave, un sacrilegio, y no se le perdona ninguno de los pecados confesados.
Tanta importancia da la Iglesia a la confesión personal y secreta de los pecados, y así la Iglesia declara:
" Si alguno dice que el modo de confesarse secretamente, a solas con el sacerdote, que la Iglesia observó desde el principio y sigue observando, es ajeno a la institución y mandato de Cristo, y una invención humana , sea excomulgado"
10/.- LA PENITENCIA O SATISFACCIÓN
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Después de la confesión debemos cumplir la penitencia que nos impone el sacerdote. No todos los cristianos saben el sentido que esta tiene y por que deben hacerlo. Cuando el sacerdote nos dice que recemos tres Avemarías o que demos una limosna como penitencia, con esa oración o con ese sacrificio, pagamos parte de la deuda que hemos contraído con el Señor al ofenderle. La penitencia debería ser proporcionada a nuestras faltas, pero muchas veces el sacerdote, conocedor de nuestra debilidad, nos impone una pequeña penitencia, aunque nuestras faltas no sean pequeñas, para facilitarnos su cumplimiento.
En realidad nuestros actos de penitencia nunca serían suficientes para pagar o satisfacer a Dios por nuestros pecados. Es Jesús el que ha pagado por todos ellos al sufrir en su propia carne los dolores de la Pasión y Muerte en la Cruz. Sin embargo, la Iglesia quiere que nosotros también paguemos, al menos un poco, por las ofensas cometidas contra Dios. Por ello, la penitencia o satisfacción por nuestros pecados, aunque sea pequeña y desproporcionada, es una demostración de nuestro amor a Dios y de nuestros deseos de reparación y de desagravio.
EXAMEN DE CONCIENCIA PARA HACER UNA BUENA CONFESIÓN..............
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http://www.mercaba.org/FICHAS/SACRAMENTOS/PENITENCIA/la_confesion_de_los_pecados.htm