… “Yo no he dicho que sólo yo digo la verdad” …
¿Quieres decir, entonces, que tú también estás mintiendo? Francamente, es difícil comprender ese cambio de actitud que de repente adoptas, como si te hubieras cambiado de chaqueta por haberse iluminado, aparentemente, tu entendimiento, hasta el punto de que te ha hecho caer de un guindo. Difícil de comprender, como digo, además de sorprendente e incluso algo decepcionante, sobre todo por lo visto de tus intervenciones en este foro, hasta este momento.
Por un lado dices, que has apoyado a Mila y a Afinsa, durante mucho tiempo, pero que ahora reconsideras, completamente, tu opinión. El motivo aparente de todo ello, parece estar en la persistente fobia hacia J. A. Cano, de la que, al parecer, tú tampoco te consigues librar. Debe ser fácil configurarse prejuicios más o menos infundados, hacia ciertas personas con las que nos es imposible de comulgar, pero eso no debería de obstruir nuestra obligada inclinación al principio sagrado de respetar la presunción de inocencia. ¿No lo crees así? Sobre todo cuando pareces incurrir en notorias contradicciones o incoherencias, al asegurar que estás con Afinsa, por un lado, pero denigras, por otro, de quien fue su Presidente. Gran parte de lo que esta Compañía llegó a ser, fue, sobre todo, debido a él.
Afirmar, por otra parte, que fulano o mengano, miente, sin explicar en qué radica esa mentira, siquiera, además de no aportar prueba contrastada, alguna, resulta ser algo impregnado, como poco, de una indecente simpleza y no revela, precisamente, un concepto demasiado positivo a tu favor. Hablar por hablar ha sido desde siempre un recurso gratuito.
De igual modo, indicas tu creencia sobre el hecho de que a Cano le prepararon de antemano la entrevista. Lo cierto es que aun siendo esta una posibilidad, no deja de ser algo más que un puro evento anecdótico, sobre todo si tenemos en cuenta que no hay hoy en día, casi nadie, que acceda a un interrogatorio sin tener la oportunidad de prepararse, debidamente. Con seguridad, estaremos de acuerdo la mayoría de la gente, que lo verdaderamente relevante en cualquier entrevista, será siempre la autenticidad y el rigor de las respuestas, con independencia de que su contenido temático haya sido pactado o no. Después de todo, es de suponer que quien quiera formularle otras preguntas en abierto, a J. A. Cano, podrá ejercer siempre esa opción.
Otra realidad incuestionable y que es lo verdaderamente importante, es que no pueden caber dudas, a estas alturas, de que el núcleo fundamental de toda esta cuestión, que radica en la existencia o en la formulación de la teoría de una estafa, ha sido refutado, objetivamente, por entero. Aquí sí que estamos, pues, en condiciones de afirmar con absoluta certeza, en base a un amplio soporte documental y probatorio, de un rigor contrastado, que la acusación principal que se hizo en su momento, fue una rotunda o flagrante mentira. En ese aspecto, el contenido del libro “El Saqueo de Afinsa”, es un relato que va mucho más allá de constituir una mera opinión.
Siendo así todo esto y por lo mismo, ¿puede tener, realmente, una gran importancia, el hecho de que a algún “sabelotodo” se le ocurra suponer que el Sr. Cano o sus abogados, hayan pretendido defenderse con alguna leve mentira? Más aún, teniendo en cuenta que el impresionante Escrito de Alegaciones al Informe Pericial emitido por los inspectores de la AEAT, que ha sido presentado, contiene nada menos que “setenta y seis páginas densas, excepcionalmente bien argumentadas y prolijas en detalles, referencias, sentencias y citas a informes de todo tipo que no tienen desperdicio por evidentes, irrefutables e incuestionables”.
El caso es, que, una vez pronunciadas opiniones de esa naturaleza, como las tuyas y por individuos de tu calaña, la confusión junto a la desconfianza o el recelo, entre los más desinformados, sobre todo, pueden causar un daño inconmensurable a la consecución de un feliz término para esta causa. Especialmente dañino es tu caso, porque padece de los tintes de un traidor al que no se le vio venir como a un declarado enemigo, de frente. En ese sentido, todavía son infinitamente más respetables, las posturas, de quienes se han declarado, abiertamente, nuestros adversarios, desde siempre. De este modo, con ello, no solo nos perjudicas enormemente a todos los afectados, sino que, también y por encima todo, te haces un flaco favor a ti mismo.