Los 2.000 millones suizos y el escándalo social
Botín, los 2.000 millones suizos y el escándalo social
Si ayer, la inmediatez informativa nos hizo centrar nuestro análisis en la intencionalidad política de un acto judicial que se produce a 24 horas de que el Banco de Santander celebre su Junta General de Accionistas, -auto al que estrictamente se ceñía nuestra opinión-, hoy se impone una reflexión sobre las graves connotaciones del fondo de la cuestión, esto es: la permanencia en tierras suizas de 2.000 millones de euros titularidad de las dos ramas de la familia Botín, la de Emilio-Santander y la de Jaime-Bankinter. Un escándalo se mire por donde se mire, que una cosa, la “insuficiencia” legal del documento, no quita la otra, la conmoción social que produce lo que en él se relata.
Más allá de la legitimidad del origen de la fortuna o del punto y aparte de la regularización con la Hacienda Pública española, hay cinco hechos evidentes: uno, que el dinero se ha mantenido oculto al fisco español; dos, que solo ha aflorado a raíz de una información suministrada por las autoridades francesas en relación con unas cuentas de las que los demandados son titulares en la banca privada del HSBC; tres, que sin tal descubrimiento, dicho patrimonio habría quedado impune fiscalmente; cuatro, que de hecho ya ha prescrito el delito de fraude continuado desde la muerte del patriarca en 1993 hasta 2004; quinto y último, que es de suponer que don Emilio, el Viejo, tampoco pasó por la Agencia Tributaria para cumplir con sus obligaciones desde el final de la Guerra Civil. Manita de certezas.
No parece, por tanto, que hubiera interés alguno en sacar a la luz dicho dinero oculto y hasta está por ver si la nueva normativa tributaria suiza, que termina con su sacrosanto secreto bancario, hubiera sido capaz de hacerlo. Poca voluntad de regularización por devoción y mucho menos por obligación, vaya. Sin la demanda de un banquero despechado, ese 0,2% del PIB español habría seguido en el limbo de las fundaciones, trusts, fiducias y demás vehículos que convierten en sombras la liquidez y en marasmos contables el dinero contante y sonante. Sería bueno, por cierto, saber en qué están invertidos dichos fondos. Que nadie piense que son machacantes a la vista. Habría seguro sorpresas que… ¿afectarían a cotizadas nacionales? The answer my friend is blowing in the (Swiss) wind…
Siendo como es el hecho que aquí se analiza censurable en cualquier circunstancia, lo es aún más en el momento en el que se encuentra España. Primero, por la posición de la propia familia como accionistas y gestores de una de las mayores entidades financieras de nuestro país: el gesto de desconfianza que transmite al público al reconocer un volumen tan importante de activos en el extranjero es demoledor. Mira si no se fían, podrían llegar a pensar algunos, que lo tienen fuera y… ¡en otro banco! Pero también como personas a las que se encomienda, por su posición social y su poder económico, una responsabilidad específica en la superación de la crisis nacional. No en vano los gestos y las palabras de don Emilio tienen un impacto inmediato tanto dentro como fuera de las fronteras nacionales. Alguien podrá decir, no sin razón, que obras son amores… Acaba de matar de raíz la legitimidad de su discurso.
No es difícil asociar ahora las caricias recientes en el lomo de Zapatero por parte del presidente del Banco Santander con su conveniencia particular de que este tema pasara del modo más desapercibido posible. Un gesto que sorprendió en su día y que con la noticia de ayer cobró plena significación. Renuncia definitiva al bien general por el interés particular de quien siempre veló por lo suyo. La ruptura, no obstante, no es definitiva. El propio contenido del auto anticipa, sin embargo, un cierre en falso de la cuestión, la del niño al que solo se reconviene para que corrija el daño hecho. Faltará, sin embargo, la exigencia de un gesto de reparación con el conjunto de la sociedad, educar de forma aleccionadora. Y de no producirse, esa distancia abismal entre poder (político, económico, social) y ciudadanía se abrirá aún más con consecuencias imprevisibles hasta para las instituciones intocables, entre las que se encuentra, sin duda, la familia Botín.