Como en Yugoslavia o Ucrania, tanto fuera como dentro de Cataluña se produciría un cambio brusco de composición electoral. El sentimiento de unos y otros sería aprovechado por oportunistas. Entrarían líderes extremistas que tomarían decisiones de las que muy pronto nos arrepentiríamos.
Los temas de sentimientos son muy delicados. Hay que tratarlos con mucho respeto. La independencia de Cataluña provocaría un hachazo muy fuerte en la autoestima de España como país. Las ganas de pelea serían difíciles de contener.
Por desgracia, muchos catalanes están sacando a pasear el tigre independentista que les puede devorar para su lamento. Por ejemplo, la intoxicación informativa que practican los periodistas de TV3 para defender sus intereses personales a costa de riesgos enormes para los demás.
Y lo de Cataluña no es un fenómeno aislado. Si unos se empeñan en ser intocables y otros en hacer su revolución, habrá otra Guerra Civil.
Ante algo así hay que estar preparado un infierno. Tener todo el dinero fuera de España, así como idiomas y formación para coger las maletas e irse.