Google y Apple, con el nuevo iPhone, entran en el negocio bancario y provocan pánico en el sector de las tarjetas
Google Wallet ya es una realidad en los Estados Unidos. Los usuarios pueden hacerse con una cuenta en el gigante tecnológico y hacer compras o retirar dinero con la tarjeta de crédito de Google, que es gratis y no paga cuota alguna.
Además de poder utilizarla en los cajeros automáticos de las entidades bancarias tradicionales, desde la aplicación Wallet, instalada en los smartphones, se permite que los usuarios puedan hacer transferencias directas y comprar a otros usuarios.
Los que ya utilizan los servicios de Google en Estados Unidos, la mayoría con un alto nivel de destreza tecnológica de la que carecen las generaciones que no son nativos digitales, han obviado a las entidades bancarias. No las necesitan.
La banca tradicional, en España, ya ha entrado en pánico ante lo que califica de imparable irrupción de las tecnológicas en su negocio. El pasado año empezaron a verle las orejas al lobo cuando Paypal anunció que sus clientes podían hacerse con una tarjeta prepago emitida y gestionada por la multinacional especializada Younique Money.
Utilizaba el dinero que los usuarios tenían depositado en su cuenta de Paypal. La banca presionó al Gobierno y al Banco de España y este retiró la licencia a Younique que tuvo que cerrar en España.
La explicación del Banco de España fue que habían detectado deficiencias en la organización y en los procedimientos de control interno, incluidos los de gestión de riesgos, ya que la emisora de la tarjeta de Paypal no disponía de los recursos mínimos exigidos a las entidades de dinero electrónico.
Ahora, cuando la multinacional de la manzana anuncia que a partir del 20 de octubre Apple Pay, en el nuevo iPhone, transformará los pagos a nivel mundial al poder utilizar el propio móvil sin necesidad de tarjeta de plástico para comprar en cualquier tienda, y que Google tiene previsto ampliar el negocio bancario también en Europa, la Banca ha tocado zafarrancho de combate.
Las entidades bancarias lanzan las primeras andanadas anunciando que cobrarán dos euros por cada operación en su red de cajeros automáticos, realizados con tarjetas de otras entidades.
Aunque públicamente se filtra a los medios de comunicación que están molestos con la política de ING Direct, que sin una red de sucursales ha conseguido que millones de españoles sean sus clientes, la principal preocupación de los bancos españoles es que las tecnológicas Google, Apple y Paypal operen como entidades de crédito, sin comisiones y con mejores condiciones.
De hecho, con Google Wallet los usuarios pueden ponerse de acuerdo y transferirse dinero sin que intervenga banco alguno, con el consiguiente ahorro de comisiones, gastos de mantenimiento y cuotas de todo tipo que las entidades bancarias han cobrado durante décadas a sus millones de cautivos clientes.
Como ejemplo basta citar que el 18 de julio pasado Google revalorizaba sus acciones la astronómica cifra de 60.000 millones de dólares. Apple, por su parte, obtuvo un beneficio en el último cuatrimestre del pasado año de nada menos que 16.000 millones de euros, y cuenta con una caja de 126.000 millones de dólares que nunca podrá gastar. Paypal, que basa su negocio en la intermediación de cobros y pagos a través de su sistema informático, tiene un valor de 52.000 millones de dólares y sigue creciendo.
La entrada de estas empresas en el negocio bancario -disponen de sistemas informáticos infinitamente más avanzados que la Banca tradicional y con datos precisos de sus usuarios-, daría al traste con las actuales entidades que en España se han ganado un merecido desprecio por sus políticas de desahucios, préstamos a intereses de usura, y un abuso sistemático al cliente.
Clientes que, incluso, han sido estafados con preferentes y determinados productos que los empleados de las sucursales se veían obligados a colocar a los ahorradores que confiaban en su entidad y perdieron sus ahorros de la noche a la mañana.
Estos días el gigante de las búsquedas por internet ha anunciado que reordena su estructura empresarial en varias divisiones bajo la denominación de Alphabet.
Según el propio fundador de la compañía, Larry Page, a partir de ahora funcionará como un enjambre de empresas, un holding donde se repartirán todos los diferentes negocios de la empresa, como el de Google Capital. Precisamente la nueva impulsora de Alphabet es Ruth Porat, que procede del banco de inversión Morgan Stanley. Sustituye a Patrick Pichette en la dirección financiera de la compañía, que ya vale 450.000 millones de dólares.
Las entidades bancarias españolas temen que las enormes cantidades de efectivo de que disponen las tecnológicas, así como una base de clientes enorme, les hagan la competencia en préstamos financieros, como ya está ocurriendo con Google en Gran Bretaña, que puede asumir grandes riesgos sin que se vean afectados sus resultados anuales.
En España, el Gobierno de Mariano Rajoy trata de blindar y proteger a las entidades bancarias permitiendo que cobren comisiones extras por la utilización de sus cajeros, pero son conscientes de que en dos años la situación les será totalmente adversa y no podrán evitar que los usuarios utilicen masivamente la tarjeta de Google y operen con Wallet, como ya hacen millones de españoles con ING Direct.
Las nuevas hornadas de clientes son jóvenes que han crecido con los dispositivos móviles y el buscador de Google en sus pantallas, por lo que los bancos españoles está convencidos de que es una batalla perdida.
Redoblarán sus esfuerzos en países en vías de desarrollo y América Latina, donde algunas entidades españolas son conocidas por blanquear dinero de procedencia dudosa sin ningún escrúpulo. En Estados Unidos, por ejemplo, hay varios procedimientos judiciales por blanqueo contra bancos españoles que operan fuera de nuestras fronteras.
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