Con lo bien que lo pasé y el pié que me dá Ateca, os cuento algo de la vuelta a Barcelona. Todo lo que aquí sigue es absolutamente cierto, aunque narrado en forma que espero entretenida.
Pesó mi niño al nacer 5 kilos exactos. Con botella y caja, engordó hasta los 10. Lo recibí con alborozo el pasado sábado tras el almuerzo del encuentro Rankia en Madrid.
Al finalizar el encuentro, inicié el retorno a Barcelona, enfundado en mi traje, con mi niño a cuestas y con una sensación de estar al baño María que iba en aumento tal como me adentraba en las entrañas del metro. Un inciso, para quien no esté en el ajo, era la hora en que una riada humana transitaba por al metro camino del carnaval de Carlinhos Brown.
Ahí, en el andén, viví mi instante de gloria. Se detiene el tren (a-b-a-r-r-o-t-a-d-í-s-i-m-o de gente) y ya antes de que abran las puertas, un grupo de jovencitas se me queda mirando, sonríen abiertamente y me hacen señas de ven-ven. Yo, en el cielo y sudando. A todo esto, dudo qué puerta acometer y en estas me percato de otro grupito de chicas que en el mismo plan. Ya no sabía si sudar o fundirme. Desperté de mi flipe en el instante en que ví que un grupo de chavalotes también me decía aquí-aquí. ¡Diantres!, no era yo el objeto de su deseo, sino mi reciente adquisición. Un par de trenes más tarde considero imposible acceder al tren sin peligro para mi integridad física y sobre todo para la de mi protegido y siguiendo los consejos de unos buenos samaritanos, inicio el éxodo hacia el aeropuero a través de la línea circular. Aquí , lo más que hubo fueron miraditas de soslayo y alguna sonrisa, pero nada digno de reseñar.
Y finalmente, el aeropuerto. Hay que ver lo simpática que era la gente. Incluso la agente del control de accesos y la azafata del vuelo se ofrecieron a quedarse con el niño si me suponía una molestia seguir cargando con él y decidía cedérselo.
Desde que llegué a casa, el niño descansa a oscuras y a una temperatura aceptable. Le he cogido cariño y me acuerdo de él...sobre todo por los morados que me ha dejado en las muñecas y bíceps.
Así pues, el sábado transcurrió estupendo y acabó todavía mejor. Ahora tenemos concilio familiar para decidir cuándo y cómo vamos a dispensarle el tratamiento que merece. ¡A vuestra salud, amigos!
Salu2