¿Cuál es el problema de Repsol ?
No deben de estar muy contentos en Repsol con la exclusiva publicada el martes por El Confidencial sobre los intentos de la petrolera estatal mexicana Pemex por desbancar de la presidencia a Antonio Brufau y forzar un cambio en el control y la estrategia de la petrolera. Ahora que este frente parecía cerrado, vuelve a primera línea de actualidad con una fuerza inusitada y se une a la pléyade de temas que figuran sobre la mesa, caso de la negociación con YPF por la ‘expropiación’ (léase confiscación) de Vaca Muerta por parte del recientemente ascendido a ministro argentino de Economía, Axel Kicillof, o la venta de su paquete en Gas Natural.
El intento de sublevación llega, sin duda, en el peor de los momentos.
Supone una distracción adicional para el equipo gestor en un momento estratégicamente crítico para la compañía desde un punto de vista operativo. No hay que olvidar que la demanda interna en España sigue lánguida, y afecta al consumo de carburantes y a la venta cruzada con las tiendas de conveniencia de las gasolineras. Además, sus recientes inversiones en capacidad de refino se han encontrado con un mercado excedentario en el que los márgenes se encuentran bajo presión y sin visos de recuperarse en el corto plazo. Mientras, la gran batalla se dirime en el ámbito de la exploración y producción donde lo bueno y bonito escasea y, por ende, es de todo menos barato.
Es en este último punto donde Repsol se va a jugar, sin lugar a dudas, su futuro, sobre todo desde la pérdida de las reservas potenciales de la Argentina. Atrapada entre una ‘españolidad’ que cercena a priori cualquier intento hostil de un tercero no nacional sobre la firma y carente de un tamaño suficiente para competir con las majors, se ve obligada a poner en juego su balance invirtiendo en barriles ya operativos o por desarrollar, por más que tanto en términos absolutos (volumen total) como relativos (frente al sector) su desempeño reciente en descubrimientos y puesta en funcionamiento de pozos haya sido más que notable gracias, en parte, a una capacitación tecnológica cuyo conocimiento, por cierto, persiguen como locos desde hace años los chicos de Pemex.
El problema con el desarrollo propio es que, por razones geográficas, de alcance o de perfil del crudo, los costes de extracción son muy elevados debido al riesgo geopolítico, la infraestructura necesaria, por ejemplo, para alcanzar subir el petróleo de aguas profundas, o la purificación y tratamiento del shale oil. En algunos casos, las inversiones exigidas sólo se justificarían en un entorno de cotizaciones del oro negro estructuralmente altas. Es verdad que la ‘sociedad de bandera’ nacional tiene un pipeline razonable de campos en proceso y prospección, pero no es menos cierto que el convertir la tasa de reposición en realidad exige desembolsos importantes y periodos de maduración largos.
De ahí que muchos de sus competidores hayan optado por comprar directamente yacimientos en funcionamiento, con reservas probadas y sin las dificultades que hemos señalado con anterioridad. En las últimas 48 horas hemos visto dos operaciones de corte similar. La primera, de Cepsa haciéndose ayer con la canadiense Coastal Energy por 1.600 millones de euros o una prima del 28% respecto al nivel al que su acción cotizaba el pasado lunes. Con ello incrementa un 50% su modesta producción diaria y consigue penetrar en Asia, asignatura pendiente de la ‘española’. Por su parte, según informaba ayer Financial Times, la estadounidense Devon Energy estaría a punto de cerrar la adquisición de GeoSouthern, presente fundamentalmente en Texas, por unos 6.000 millones de dólares. La cosa se mueve.
Es evidente que cada día que pasa las oportunidades se reducen. Más aún en un entorno en el que buena parte de las firmas de la industria mantienen elevadas posiciones de tesorería y se encuentran en la misma tesitura que Repsol. De ahí que cualquier distracción de gobierno corporativo que suponga una dilación en la toma de decisiones de compra de lo core y venta de lo no estratégico puede resultar negativamente crucial para Brufau y su equipo. A la defunción por la inacción. ¿Será esto lo que persiguen los que ahora asoman la patita, competidores al fin y a la postre? No lo sé pero, aun siendo discutible cómo se ha llevado la firma en cuestiones como YPF y otras muchas más, toca ahora cerrar filas. Porque no es el presidente el que está en tela de juicio, es la firma la que está en el disparadero. Un riesgo que ni complacientes ni disidentes se pueden permitir.