Una vez más, uno de los eslabones de la cadena que nos limita, emerge con fuerza para que sigamos siendo sus títeres, y así preservar ilimitadamente sus privilegios.
El pasado 29 de abril, la ciudadanía, conoció con cierta profundidad, lo que se denomina como agencias de rating.
La agencias de rating, unas firmas tan desprestigiadas como poderosas.
Las agencias de rating vuelven a estar en el punto de mira, después de que S&P haya rebajado la calificación de Portugal, Grecia y España en apenas 24 horas. Consciente del daño que pueden llegar a hacer estas firmas, Bruselas les ha dado un serio toque, ha puesto en duda su rigor y ha endurecido las normas de funcionamiento.
"¿Quién es Standard & Poor's?", se preguntaba ayer el portavoz europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, Amadeu Altafaj. Otra vez, y ya son incontables, las agencias de rating vuelven a ser cuestionadas por Bruselas, a quien no han gustado nada los recortes a Portugal y Grecia, el martes, y a España, el día siguiente.
De hecho, la Comisión Europea hizo ayer un llamamiento a estas firmas para que se comporten de forma "rigurosa y responsable", y les advirtió de que el Ejecutivo comunitario "vigila muy de cerca el comportamiento del mercado financiero y de sus actores principales durante esta crisis".
Por lo tanto, Standard&Poor's, Ficht y Moodýs vuelven a estar en el ojo del huracán. Criticadas por su nula anticipación a los problemas financieros que han derivado en la actual crisis económica y financiera mundial, Bruselas se ha puesto manos a la obra para evitar que sus calificaciones presionen más a las economías europeas en apuros.
Y para ello, ha dado luz verde a nuevas reglas del juego para regular cómo actúan estas firmas, exigiéndoles mayores requerimientos de calidad en la metodología que utilizan para realizar sus calificaciones, y mayor transparencia.
Aunque todavía se está negociando la nueva normativa, el Parlamento europeo ya ha dado instrucciones para que las agencias de rating se sometan a la supervisión del Comité Europeo de Reguladores Bursátiles (CESR), algo así como la patronal de las CNMV europeas, y no a las autoridades nacionales.
Suma y sigue, porque el objetivo de Bruselas es obligar a las agencias de calificación a publicar informes anuales de transparencia y prohibirles ofrecer servicios de consultoría y calificación de instrumentos financieros si carecen de información precisa para los inversores.
El gran protagonismo de S&P, Fitch y Moody's reside en que siguen teniendo un tremendo poder cuando evalúan a Estados, empresas, financieras o no, y entidades públicas, porque no existe contrapoder alguno a su labor. Para restarles fuerza, Bruselas y el BCE sopesan crear una agencia de rating europea.
El debate para esta iniciativa se abrió a principios de marzo, cuando varios ministros de Finanzas del Viejo Continente plantearon la necesidad de desarrollar un sistema de calificación de deuda europeo. "El destino de Grecia, e incluso de Europa, depende del veredicto de una agencia de calificación. Es una situación inaceptable", aseguró entonces a Reuters Ewald Nowotny, consejero del eurobanco. "Un banco central puede juzgar mejor la situación económica de un país que tres señores sentados en una oficina de Nueva York", añadió el austriaco Nowotny.
Otro de sus grandes hándicaps es su falta de independencia. Las agencias de calificación obtienen la mayoría de sus ingresos de las empresas a las que califican, por lo que sus veredictos son cuestionados constantemente.
Probablemente, el momento en que más se ha puesto en duda la credibilidad de estas entidades fue la quiebra de Lehman Brothers. Justo antes de la debacle del banco de inversión, S&P le otorgaba una nota de A+1, un grado de inversión que mantuvo incluso cuando todo el sistema financiero estadounidense estaba ya bajo el foco de las dudas. Sin embargo, tras su caída, se apresuró a rebajarla bruscamente hasta D.
Entonces, la agencia de rating se limitó a lavarse las manos alegando que "Lehman tenía una liquidez adecuada en relación con las previsibles y graves dificultades temporales a las que se enfrentaba".
Pero no sólo la crisis actual ha puesto en evidencia a las agencias de rating, que ya salieron muy maltrechas de los escándalos contables de los primeros años de la década en Estados Unidos y Europa, cuyo máximo exponente fue Enron.
Ahora, a la tercera, Bruselas intenta limitar tanto poder. Aunque lo cierto es que lleva dos años diciendo que va a tomar medidas, y todavía no ha dado a luz en firme a ninguna.
La agencia de rating, analizan empresas, títulos de gobiernos e instituciones financieras en términos de sostenibilidad y responsabilidad con el entorno social, y su capacidad financiera.
Desde que estalló la crisis financiera mundial, las agencias de rating o de crédito han adquirido suma importancia, ya que son los que hacen que los inversores inviertan en un sitio o en otro, según la calificación que dan a empresas, instituciones financieras o títulos gubernamentales en "términos de sostenibilidad y de responsabilidad con el entorno social y natural" y capacidad financiera. Las agencias de rating más conocidas son Moody's y Standard & Poors.
Así lo afirma Stéfhanie Capdeville, responsable de Relaciones Institucionales para Cataluña de AIS (Analista Internacionales en Sostenibilidad) en la Revista Compromiso Empresarial.
Según la experta económica, con las agencias de rating surgió la "inversión ética". Empezaron a contemplar "criterios sociales, medioambientales y éticos" en la inversión, como relaciones humanas, la relación con los clientes o proveedores; con lo que los inversores necesitaban informaciones adicionales, más allá de los indicadores de bolsa, etc.
Sin embargo, las agencias de rating han perdido credibilidad, ya que no supieron anunciar la crisis surgida de los créditos subprime o créditos basura y eso "les ha hecho mucho daño", ha asegurado Sara Errando, de Norbolsa.
Además, "las empresas privadas pagan por tener un rating", con lo que sus veredictos son cuestionados siempre.
Sus calificaciones van de triple A (la mejor nota) hasta E (la peor nota posible).
Las empresas que reciben poca valoración o poco rating, tienen poca capacidad financiera y les sale más caro conseguir dinero en el mercado.
Además, algunas de esas agencias, como Moody´s, cotizan en bolsa, y ahí hay un claro "conflicto de intereses", aunque "se supone que tienen un principio ético", ha explicado Errando.
Con ello, emiten opiniones que afectan incluso a la política económica de Estados soberanos. Evalúan el riesgo asociado a las emisiones de deuda pública, decidiendo la suerte de los gobernantes, afirman en la Revista de Derecho del Mercado Financiero.
Las agencias de 'rating': el poder desconocido que desestabiliza las economías
Sus recalificaciones de deuda soberana están sembrando la desconfianza.
Nadie sabe los modelos que utilizan para calcular sus calificaciones.
Aunque en muchas ocasiones se trata de empresas centenarias, las agencias de calificación de deuda (o de rating) al ciudadano de a pie le han empezado a resultar familiares en estos tiempos de crisis económica. Su imagen no es precisamente idílica: en los últimos tiempos la aparición de estas empresas con sus informes les hacen parecer una especie de "hombre del saco" que aterroriza los mercados.
Los analistas esperan que las otras dos agencias reduzcan la calificación de la deuda española
Infundados o no, estos temores no son para tomarlos a la ligera. En la última semana, Standard & Poors`s -la mayor de estas agencias- ha revisado su calificación de las deudas soberanas a largo plazo de Grecia, cuyos bonos ahora son "basura" al llegar a la calificación BBB+; Portugal, que ha pasado de A+ a A, y España, cuya calificación pasó de ser AA+ a AA
Con perspectiva negativa.
¿Qué debe pensar un ciudadano de la calle al ver estas recalificaciones de la deuda de su país? "Debe pensar que será más cara la financiación del Estado y las empresas y que puede afectarle en cuanto a que los créditos a los que puede acceder puede que sean más caros y escasos", explica Lorenzo Dávila, jefe del Departamento de Investigación del Instituto de Estudios Bursátiles (IEB).
El caso de España es el menos grave de los tres ya que la agencia sigue calificando de "excelente" su deuda pese a su rebaja, sin embargo las consecuencias en los parqués bursátiles y en la confianza hacia nuestro país ya se están haciendo notar. De hecho, aunque las otras dos principales agencias Moody's y Fitch mantienen de momento su calificación de la deuda española, los analistas esperan que sigan el camino de su competidora y rebajen sus propias calificaciones para nuestro país.
En este maremágnum casi arcano de letras mayúsculas y signos aritméticos hay parte de lógica matemática y también, por qué no decirlo, de artes adivinatorias algo oscuras.
Las agencias de calificación crediticia son empresas que, por cuenta de un cliente, califican unos determinados productos financieros o activos ya sean de empresas, estados o gobiernos regionales (como las comunidades autónomas en España). En pocas palabras, sus notas valoran el riesgo de impago y el deterioro de la solvencia del emisor. Para ello utilizan modelos econométricos en los que usan distintas variables como la deuda acumulada, la velocidad en devolverla, etc. que les sirven para valorar el potencial económico del sujeto analizado. Es decir, estos datos informan, por ejemplo, de si una inversión en un determinado producto financiero (letras del tesoro, acciones, etc) es arriesgada, analizando la posibilidad de que el inversor cobre los intereses y de que recupere el dinero una vez vencido el producto.
"El problema es que nadie sabe el modelo que utilizan para calcularlo", explica el profesor de Economía José García Montalvo de la Universidad Pompeu Fabra, "cobran por hacerlo, pero no te dicen sus variables". "Lo que sí sabemos es que en los últimos siete años no han modificados sus modelos y estos tenían fallos", asegura.
Este sector funciona casi como un oligopolio controlado por tres compañías neoyorquinas Standard & Poor's, Moody's y Fitch, que dominan aproximadamente el 90% del mercado. Aunque cada una tiene su propio sistema de calificaciones, éstos son muy similares.
"La agencias de rating no siempre aciertan. La gente les cree y por eso tienen influencia a corto plazo, pero a largo plazo lo que predominan son otros factores", dijo Dominique Strauss Kahn, director del Fondo Monetario Internacional, este jueves. En un tono comedido, la Comisión Europea, también dio un particular toque de atención a estas empresas al pedir "que actúen responsablemente y con rigor, sobre todo en momentos tan sensibles y difíciles como los presentes".
La gente les cree y por eso tienen influencia a corto plazo, pero a largo plazo lo que predominan son otros factores.
Lo cierto es que estas empresas no pasan por un buen momento de credibilidad. Sus ocultos modelos de valoración -que se cree que no disponen de todos los datos necesarios-, algunas polémicas sobre sus valoraciones interesadas y su funcionamiento dejan demasiadas dudas. "Si la agencia pone una calificación a tus activos que no te convence, puedes no pagar, así que les interesa poner AAA porque si no el cliente podría irse", explica el profesor García Montalvo que, añade, "es absurdo".
Y es que estas agencias han demostrado sus carencias en crisis como la de Enron y en los primeros estadios de al actual crisis financiera -Lehman Brothers tenía una buena calificación justo antes de su debacle-.
Y aún así, tienen el poder de desestabilizar las economías nacionales. Por ello, la UE quiere reglamentar el funcionamiento de las agencias para que estén bajo su supervisión y parece que no se descarta la creación de una agencia pública europea, ya que, aunque se dude de su funcionamiento se reconoce que el efecto de estas agencias es muy positivo tanto para emisores como para inversores.
"Esta no puede ser la solución", analiza García Montalvo, "una agencia pública europea tendría un interés muy claro en valorar positivamente la deuda de los países miembros y la de los países dependientes. Tendría la misma credibilidad que las privadas".
"Antes estas agencias tenían los incentivos correctos porque sus clientes eran los inversores y la agencia debía decirles la verdad", explica este profesor de la Pompeu Fabra. "Volver a eso podría ser la solución, pero es muy complicado: a la velocidad que corre hoy la información, esos informes estarían en la red en horas y se les acabaría el negocio".
No aceptar a las agencias es salirte del sistema y eso no te va a salir barato.
García Montalvo apunta una posible solución intermedia: que sean los organismos públicos quienes indiquen qué agencia deben valorar la deuda de un determinado país o empresa.
De momento, no hay alternativas a estas agencias. Las instituciones se pueden negar a que les califiquen su deuda, algunas cajas de ahorros lo han hecho, pero provoca una situación difícil, pocos se fiarán de ellos y vender su deuda resultará más caro. "Es salirte del sistema y eso no te va a salir barato", concluye García Montalvo.
http://josep_pepus.lacoctelera.net/post/2010/05/02/otro-tentaculo-los-poderes-facticos