Pulsera holográfica,¿cómo una estafa puede llegar tan lejos?

No hay que ir tan lejos. Las cremas cosméticas son un buen ejemplo de hasta dónde puede llegar la sugestión. La sensación de eficacia va muy emparentada en este caso con el precio, existe una creencia generalizada de que cuanto mayor es el precio de la crema más buena es, cuando todas llevan prácticamente lo mismo: hidratantes, que es lo que protege la piel de las inclemencias del tiempo y, por tanto, puede retrasar la aparición de las arrugas (ni las atenúa ni las reduce, ojo), y algunos ingredientes extra para dar empaque publicitario al asunto. Ya sabéis: colágeno, que ni se absorbe ni indica a los tejidos cómo reemprender el camino hacia el norte, agentes antirradicales libres... todo eso que tan bien le queda a un cosmético.

Bueno pero eso de la crema es más o menos tragadero, pero que alguien por ponerse un anillo se quede como la novia de Popeye, dependiendo en que dedo se pongas el anillo es de partirte, vamos.
Ahora, eso sí reírse, reírse, los tíos que han colado el anillo a alguna incauta o incauto y lo único que verán será
Adelgazar su cartera.
Para colmo incluso habrá quien cuente que lo habrá comprado y será el colmo de la gilipollez, sus amigos si que van a perder peso pero de reírse.
Del RBO vamos.

Simpático asunto si queda en esto pero el problema llega con toda intensidad cuando las personas o las colectividades confian exclusivamente en la magia.

Llevamos siglos de experiencia en España: basta ver cómo hemos transformado una religión monoteísta que evolucionó a un desdoblamiento en tres dioses capitales más una diosa madre. Asimismo todos los santos son semidioses con poderes para sanar los animales, curar las afecciones pulmonares, librarnos de los rayos, hacer próspero un negocio o protegernos al volante. La estampita en la cartera, el imán del coche, la medallita en el pecho, el tatuaje legionario, el icono presidiendo un aula o la Biblia para jurar en sede judicial son versiones primitivas de la silicona holográfica.

¿O no?

Cuestión de filias, de fe y de muchas otras cosas que exceden este simpático hilo.

Saludos,

ha aparecido ahora una con veneno de serpiente para las ojeras... y os acordais de la baba de caracol?

Ja ja , buen hilo este.No os acordais de las revistas que veian las abuelas como la pronto y alguna de esas que habia un monton de artilugios.Me acuerdo que existian cremas para tener mas vello en el pecho, para pene grande etc etc

A mí siempre me llamó la atención una publicidad que salía en el teleprograma que convertía la TV en blanco y negro en color pegando un filtro a la pantalla, o las gafas que veían a través de las paredes.

Lo curioso, que hoy en día con tanta información en todos los lados, hay aún más publicidad de productos estafa que hace años.

y aquella especie de mirilla que lo ponias en la pared y veias a la vecina en pelotas ummmm que bueno je je

http://www.diariodemallorca.es/secciones/noticia.jsp?pRef=2009012400_1_429581__Mallorca-Portada-declive-pulseras-Rayma

J.F. MESTRE. PALMA. Se la conocía como la pulsera milagro. Y llegó a ser un negocio boyante que se extendió por todo el mundo. En un año llegó a facturar 8.500 millones de pesetas. Se trataba de las pulseras Rayma, un producto que se fabricaba en Mallorca y que se distribuía por Europa, Asia y toda América. Se le atribuían propiedades curativas. Entre otras cosas, sus fabricantes afirmaban que curaba el reuma y mucha gente se lo creyó. Su secreto: la carga eléctrica que recibía durante el proceso de fabricación.
No se tardó mucho tiempo en descubrirse que esta pulsera no curaba nada. Pero cuando se averiguó que estas propiedades eran una patraña las ventas cayeron en picado y la empresa llegó a desaparecer. Eso sí, antes varios empresarios ya se habían hecho millonarios. La marca Rayma llegó a ser conocida en todo el mundo, a la altura de las grandes empresas del país.
Esta pulsera, que consistía en un trozo de metal con dos piezas redondas en sus extremos, se fabricaba en Mallorca. Lo hacía un joyero que vio como en poco tiempo su cuenta de resultados iba creciendo como la espuma. Sólo trabajaba para un cliente, la empresa Rayma. Era suficiente. Le encargaba miles de pulseras porque a mitad de los años 90 el nivel de ventas era impresionante. El joyero, José Luis M.G., se sentó ayer en el banquillo. Su disputa matrimonial le ha llevado a colocarse frente a tres jueces y a defenderse de una petición fiscal de once años de prisión. Se le acusa de apropiación indebida y de un delito societario. La fiscalía afirma que este joyero, con la colaboración de una mujer, María Teresa L.O., que se enfrenta a los mismos cargos, idearon un complejo entramado económico para que la mujer del empresario no pudiera acceder al elevado patrimonio que integraba la sociedad de gananciales que había establecido con su esposo. La pareja tenía bienes inmuebles en común y compartían una cuenta bancaria que en sus mejores momentos llegó a acumular un saldo de 566 millones de pesetas. Sólo en el año 1994 la empresa del joyero declaró unos beneficios de casi 250 millones de pesetas.
Fue al año siguiente cuando entró a formar parte de la empresa la otra acusada, que fue nombrada administradora. La fiscalía afirma que la pareja ideó un mecanismo para desviar los fondos que la empresa guardaba en la cuenta bancaria. Así, lo que se hizo fue que la acusada concertó una póliza de crédito por valor de 240 millones de pesetas. Esta mujer no tenía aval, pero consiguió que la empresa actuara como fiador. Este dinero se devolvió con los fondos de la sociedad, que terminó en bancarrota, al igual que lo hiciera la empresa Rayma. Los acusados sostienen que no se organizó una maniobra para distraer dinero, sino que se trató de una inversión que al final fracasó al caer las ventas de la pulsera Rayma. La esposa no está de acuerdo con esta teoría y a su favor cuenta con el informe de un economista, que actuó como perito judicial del juez de familia, que afirma que el joyero y su socia realizaron operaciones que llevaron a la empresa a la bancarota. El fiscal quiere que dos bancos respondan por las pérdidas.