Me sorprende que compares o por lo menos, escribas la palabra "soledad" en la misma frase que la palabra "tristeza", y me desconcierta porque siempre me gustó la soledad. Muchas veces la he anhelado, incluso, la he necesitado y cuando la he encontrado me ha hecho mucho bien.
No voy a acudir a lo facilón que sería recordar el refrán: "Más vale solo, que mal acompañado". O la frase célebre: "Antes de amargarme con terceros hipócritas, prefiero disfrutar la compañía de la soledad", porque creo que sólo existe una soledad intrínsecamente amarga y es querer estar solo porque te hacen daño, quienes te rodean, ya que la soledad se torna triste cuando se sufre en compañia. Como decía la canción de Perales: "Es tu distancia estando cerca, la que más duele".
La soledad es la única que nos entiende y jamás cuestiona lo que pensamos. Para mí la soledad no es motivo de tristeza, sino posibilidad de reflexión. Llegó el tiempo de pensar. No es nuestra enemiga, puede llegar a ser una buena amiga, incluso una maestra. "Soledad ¿por qué temerla? ¿Es qué acaso temes estar contigo mismo?"
La soledad es aconsejable para balances espirituales y para poder filtrar lo que nos sobra. Sin duda nos aporta los mejores momentos para meditar. Para los creyentes, es un espacio de tiempo otorgado por Dios para reencontrarnos con nuestro interior, con nuestro "yo", con nuestra esencia que busca la nobleza y el amor; poder disfrutar de uno mismo descubriendo los placeres más intrínsecos del alma. La soledad es como un destello de luz en la oscuridad, pero solo si la sabemos aprovechar, hay que aprender a sacarle jugo y a veces, cuesta. Bueno, todos los aprendizajes cuestan un esfuerzo. Ése momento maravilloso dónde la cabeza y el corazón se ponen en contacto.
No debe ser el silencio abrumador, sino el reencuentro consigo mismo, que en la sociedad actual, tan rápida, tan ruidosa, me atrevería a decir, tan acelerada y alocada, nos obliga a estar rodeados de "gente = muchedumbre" y no nos deja disfrutar de las "personas". "Vida ciudadana = millones de seres viviendo juntos en soledad." La gran paradoja de la gran metrópoli.
La soledad es la mejor compañia, ya que en ella nos vemos verdaderamente tal y como somos, y no como nos cuentan los demás que parecemos.
La única etapa de la vida dónde considero triste a la soledad es tras la pérdida de un ser querido, en los momentos de la vida cuando le echas de menos, te sientes rodeado de gente, que en ocasiones, dice sentir tu dolor, sea por empatía real o por quedar bien, pero me sigue faltando ese ser, sí, solo ése que me sonreía por la mañana al despertar, cuyo beso y caricia era la mejor medicina para el dolor y la enfermedad y sin el cuál, la noche se hace más oscura y la vida más aburrida...
Pero hay que seguir tirando del carro con alegría, hay que pensar en todo lo que tienes, no siempre en lo que te falta. Analizar si podemos reconducir esta soledad para ayudar a alguien que muchas veces está cerca y nos necesita, pero por el devenir acelerado de los acontecimientos, no nos paramos a pensar que podríamos ayudarle, que tenemos éso precisamente éso, de lo que carecen ellos.
Siempre se necesita un momento de soledad. al final siempre nos deja un buen sabor de boca. Nadie encuentra la compañía idónea, sin conocer a fondo sus propias soledades.
Cuando te sientas solo, cuando necesites hablar, no olvides nunca que alguien te va a escuchar, que, de hecho, está deseando de escucharte y compartir contigo su propia soledad, su tiempo, para convertir ambas en agradable compañía, -aunque tú ni te lo imagines-. Ocurre que hay personas a quienes ves tremendamente acompañadas -es la imagen que proyectan- y cuando las conoces realmente, te das cuenta que están mucho más solas que tú...
Un saludo cordial
Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.