Esta doble vara de medir que aplica la arquitectura institucional europea, ya sea a través del BCE o del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, es injusta y crea la falsa apariencia de que los comportamientos divergentes entre unos países más virtuosos y otros menos son el resultado de la idiosincrasia propia de dichos países y no del contexto en el que se ven obligados a gestionar sus políticas macro.
Además, el peso atribuido a Alemania, a justo título, sobre la gestión de la política monetaria se ha traducido en una política monetaria europea de talla única hecha a su medida, tanto en el exterior (tipo de cambio) como en el interior (creación de dinero). En el ámbito exterior, Alemania se ha beneficiado de la ausencia de devaluaciones del resto de países, antes utilizadas de forma recurrente para recuperar competitividad. En el ámbito interior, que el BCE accediese a sus deseos de relajación monetaria cuando su economía estancada pedía árnica (2000-2003), le permitió gestionar con holgura financiera las reformas del mercado de trabajo y de pensiones. En el terreno fiscal, aquella parálisis económica hizo engrosar sus cifras de déficit, pero la violación de los compromisos fiscales fue vista con benevolencia por los demás países que, complacientes, esperaban ser tratados de igual modo cuando, en el futuro, tuviesen necesidad de oxígeno para estimular sus economías.
Manuel Sanchis i Marco es profesor de Economía Aplicada de la Universitat de València y profesor invitado de la Universidad de Maastricht.
Detesto a las víctimas que respetan a sus verdugos.