La crisis borra el 72% del empleo juvenil y el 55% de la construcción
Los datos de afiliación a la Seguridad Social de febrero no dejan lugar a dudas sobre la gravedad de la recaída de la actividad económica que estamos sufriendo. Desestacionalizadas, las afiliaciones disminuyen en 77.189 personas (49.710 sin desestacionalizar), el segundo peor dato desde abril de 2009 (sólo superado por octubre del pasado año).
Todo ello a pesar de que, al parecer, ha aflorado un cierto número de empleos en la economía sumergida en el sector de empleados del hogar, ya que ha habido un aumento de afiliaciones de 15.643 personas, número que se obtiene restando los que se han dado de baja en el régimen especial, en extinción, a los que se han dado de alta en el régimen general.
En los últimos 12 meses se han perdido 450.000 afiliados, el 2,59% del empleo total. Si lo comparamos con el 1,28% (225.000 afiliados) que se perdió entre febrero de 2010 y febrero de 2011 nos damos cuenta del deterioro tan grave que está sufriendo el mercado laboral. Y peor todavía, esa destrucción se ha concentrado en los cinco últimos meses, ya que en este período se han perdido 294.000 empleos. Y esto a pesar de la masiva contabilización de becarios y el citado incremento en los empleados del hogar. De mantenerse este ritmo, en 2012 disminuirá el número de afiliados en más de 700.000 (el 4% del total), lo cual nos haría retroceder una década en el nivel de empleo.
En el gráfico de afiliaciones se puede ver la fortísima destrucción laboral que hemos sufrido con esta crisis, que no tiene parangón con la de ningún otro país del mundo. Desde el punto máximo de la burbuja (junio de 2007) se han destruido 2,6 millones de empleos (el 13,3% del total). Pero la realidad es todavía peor ya que, según la encuesta de coyuntura laboral, el empleo a tiempo parcial ha aumentado desde entonces un 14,3%. Como mucho de este trabajo realmente es subempleo (pues muchos de estos trabajadores desearían trabajar la jornada completa), este fenómeno está encubriendo una destrucción laboral aún mayor.
Esta encuesta nos habla de una impresionante reducción en las horas trabajadas del 19% desde el nivel máximo alcanzado en el segundo trimestre de 2007. Es un dato que puede parecer sorprendente, por lo abultado, pero que cuadra con la caída en los indicadores de consumo e inversión, como pueden ser las ventas minoristas, las de las grandes superficies, la actividad de los servicios, la producción industrial, las ventas de automóviles o los índices de construcción. También hay que tener en cuenta que la encuesta no incluye ni a los empleados del sector público (que han aumentado desde entonces) ni a los del sector primario (que han permanecido estables).
Por sectores, se destruye empleo en todos ellos: agricultura (-5.799), industria (-16.314), construcción (-24.377) y servicios (-25.017). Como vemos, la destrucción de empleo en la construcción sigue un ritmo asombroso. A estas alturas de la crisis ya se ha perdido el 55% del empleo en el sector y el final aún parece lejos, ya que los datos de consumo de cemento (altamente correlacionados con el empleo en el sector) sugieren que el equilibrio podría alcanzarse sobre los 800.000 empleos, 400.000 menos de los actuales.
En el gráfico se puede ver la evolución de la afiliación en los diferentes sectores desde el principio de la crisis (la escala de los servicios es diferente). La principal caída se aprecia claramente que ha sido en la construcción, responsable de más de la mitad del empleo destruido. En la industria, muy dependiente de la construcción, también ha disminuido de forma alarmante (638.000 empleos), mientras que la agricultura se ha mantenido y en los servicios la caída ha sido mucho menor.
Por edades, desde que empezó la crisis se ha perdido la mayor parte del empleo que existía entre los más jóvenes (16-19 años), concretamente el 72%. En la franja de edad entre 20 y 24 años se ha perdido el 44,5% del empleo. Entre 25 y 54 años el empleo ha caído el 10,5%, mientras que para los mayores de 54 años ha aumentado un 10,4%.
Está claro que la crisis ha golpeado de forma muchísimo peor a los más jóvenes. Esto ha ocurrido por dos razones. La primera es por la predominancia de los contratos temporales entre éstos, y la segunda es porque, aun en los casos en que son indefinidos, suelen ser las primeras víctimas de los despidos por sus menores costes de indemnización. Se entienden, pues, las quejas de los jóvenes ante un sistema que parece diseñado para que sean las víctimas propiciatorias.
Es evidente que este ritmo de destrucción de empleo lo que hace es introducir mucha más presión a todo el proceso de ajuste que quiere llevar a cabo el Gobierno. Sólo por poner un ejemplo, la masa salarial total ha subido en los últimos 8 años un 23%, mientras que las prestaciones de la Seguridad Social (fundamentalmente pensiones) lo han hecho un 61%.
No es extraño que la Seguridad Social haya entrado en déficit el pasado año. Y no sólo tendrá problemas la Seguridad Social, sino que la recaudación por IRPF sufrirá también mucho, así como el IVA e Impuestos Especiales (obviamente, los parados no pueden consumir como los ocupados) o el Impuesto de Sociedades (al haber menos consumo las empresas tendrán aún menos beneficios). El incremento de las prestaciones por desempleo tampoco ayudará en nada a los objetivos del Gobierno. Por todo ello, el peligro de entrar en una espiral a la griega es cada vez más evidente.