¿Qué ha cambiado en este tiempo? - crisis
De un tiempo a esta parte la desmesura y la acumulación internacional de capitales, así como la relativa impunidad con que éstos crecen y se multiplican, han ido implantando nuevas costumbres y nuevas doctrinas relacionadas con las mismas. O sea, han elaborado otra noción de la moral y de la ética.
Un dogma va paulatinamente ensanchando, y de alguna manera legitimando, los estratos de prevaricación. Las antiguas exigencias quedan como reliquias del pasado. En todo caso son confinadas en la microética del individuo, de modo que éste se vaya haciendo cargo, día tras día, del sombrío porvenir.
La nueva y lozana industria de la corrupción, con sus expertos en soborno y cohecho, abarca a todo tipo de países.
En plena democracia, las financiaciones de más de un partido político pasan por túneles sombríos; la actual fiebre de privatizaciones deja en todas partes un rastro de sospechas que poco después, cuando la operación ya no tiene remedio ni retroceso, se convierten en penosas certezas, la mafia se infiltra en estamentos gubernamentales, el narcotráfico blanquea dólares en Bancos de consagrada aureola.
Defender ardorosamente el interés público en la fácil retórica electoral, y desentenderse luego, ya en el poder, del voluntario lastre de aquellas cautivantes promesas, es asimismo una forma de corrupción.
Las grandes corporaciones internacionales, los centros mundiales de decisión política, los núcleos inapelables de influencia financiera, por lo general no necesitan soltar un dólar, para ejercer las consabidas manipulaciones, tan delicadas como astutas y eficaces.
Se soborna con apoyos políticos, con convenios de poca monta y poco monto, con ofertas de voto favorable en organismos internacionales, con módicas declaraciones de fraternidad que luego puedan ser explotadas en el ámbito doméstico. Se soborna con elogios inmerecidos, con supresión de chantajes cuidadosamente programados, con ofertas de privatización, con abrazos frente a las cámaras, con homenajes insustanciales, con partidos de tenis, con diez minutos de un trato de igual a igual. Los politólogos y psicólogos sociales que asesoran a los verdaderos amos saben bien que la vanidad es una de las zonas más frágiles de los políticos dependientes. Y, sin lugar a dudas, la más barata.
Es cierto que la ética está enferma, pero no se trata de un mal incurable. Todavía estamos desconcertados por los cataclismos políticos de los últimos diez años. Es probable que paulatinamente se vaya creando un espacio para matices imaginativos, para impulsos utópicos, aun dentro de las ideologías.
Todo cabe en la ética de amplio espectro.
Resumen extraído del capítulo “Ética de Amplio Espectro”. Perplejidades de Fin de Siglo. Mario Benedetti. Montevideo, mayo 1993.
http://es.scribd.com/doc/2947806/Perplejidades-de-fin-de-siglo
20 años después este texto de Mario Benedetti sigue estando de primerísimo actualidad. Sin embargo, creo que algo sí ha cambiado: antes, la generalización de la falta de ética y de escrúpulo en los gobernantes y en la oligarquía financiera y empresarial (que propicia la existencia de la corrupción y la creación de un sistema que de forma injusta persigue un lucro incesante a costa del empobrecimiento de la sociedad) era percibida por unos pocos intelectuales; ahora, esa realidad corrupta y delictiva es percibida por gran parte de la sociedad.
Hemos tardado mucho en dar ese paso, quizás ahora podamos ir más rápido.