LA SOCIEDAD DE LOS DOS TERCIOS
Uno ya tiene sus años, no los suficientes para jubilarse, pero si como para reflexionar con cierta perspectiva de esto que llamamos vida. Alguien decidió que la gente como yo no cabíamos en el mercado laboral, y desde entonces dispongo de muchos menos medios materiales para subsistir, pero en cambio ahora tengo tiempo para cosas que antes, cuando si cabía, no podía permitirme el lujo de hacer. Por ejemplo, ir a llevar o recoger a mi hija al colegio, hacer la compra o cocinar, pasear por la orilla de la playa a las nueve de la mañana un lunes…
Este comentario es solo una forma retórica de consuelo, pues lo que realmente ocupa gran parte de mi pensamiento son los recuerdos, recuerdos sobre todo de mi juventud que rumio constantemente, intentando encontrar alguna pista que me ayude a entender lo que está pasando.
Y recuerdo la experiencia del Reino Unido de los ochenta, la de Margaret Thatcher y la idea de la \"sociedad de dos tercios\", donde ya entonces se hablaba de la reducción de las instituciones públicas, asumiendo una sociedad donde dos tercios quedaban dentro y un tercio fuera. ¿Os suena de algo? Pero no os alarméis aun. Electoralmente hablando, esta sociedad es rentable aunque parezca mentira, porque con dos tercios de “satisfechos” es posible ganar elecciones, y se pueden permitir el lujo de sacrificar al tercio de “perdedores” que más pronto que tarde pasaran a engrosar las estadísticas de los excluidos. El gobierno de turno solo deberá frenar el conflicto social cada vez más abundante mediante una mezcla de ayudas sociales (cada vez más esporádicas, más limitados en el tiempo, de menor cuantía y con requisitos de acceso cada vez más difíciles de cumplir) y con un aumento sutil de represión. ¿A que os suena?
Mientras la mayoría de satisfechos piensen que el problema no va con ellos, porque está concentrado en el grupo de los “perdedores” y su puesto de trabajo es una especie de mérito individual merecido que selecciona a los más capaces, la cosa, más o menos, la irán llevando. Pero el problema vendrá cuando los “satisfechos” acaben en el devastado espacio público ocupado por los “perdedores” cuyo destino les parecía hasta hace muy poco tan ajeno.
La estrategia económica de esta gente apuesta mayoritariamente por algo que me produce escalofríos…La competitividad. La palabreja en sí no es lo que me inquieta, en realidad suena bien eso de ser competitivos ¿no? es más bien el sentido que esta gente le aplica. Si el camino para ser más competitivos pasa por bajar los costes salariales (principalmente en los niveles menos cualificados), en la pérdida constante de derechos, en peores condiciones laborales, en un mercado laboral cada vez más vulnerable a la espera de que se produzca un ajuste en los mercados… pues mal vamos.
¿Qué solución hay? No lo sé, si lo supiera, seguramente no llevaría dos años en el grupo de los perdedores, pero tengo claro que la solución no pasa por fragmentar la sociedad, creando una pirámide social con una pequeñísima cúspide de poderosos, un cuerpo central cada vez más debilitado y vulnerable de dos tercios de “satisfechos”, y una base inestable de un tercio de “perdedores” excluidos. Supongo que la clave es la cohesión y no la fragmentación social.
Es triste pensar que la solución del problema pasa por el crecimiento de la parte de población afectada, y que cuanto más “perdedores” seamos, más cerca estaremos de la salida.
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