La crisis de los países emergentes impacta ya en la recuperación europea
Los síntomas de debilidad que la economía china venía dando desde hace tiempo era uno de los principales motivos de preocupación en los ámbitos económicos. Así lo reconocía el FMI en su último informe, en el que mostraba su preocupación porque esa ralentización pudiera afectar al crecimiento global. Los riesgos apuntados parecen ya materializarse, pues China ha comenzado a exportar su crisis a los países emergentes de su entorno como Tailandia o Corea, y la devaluación del yuan no ha hecho sino empeorar esa situación. En los círculos económicos y financieros se comienza ya ha hablar de la crisis de emergentes y de su impacto. Y ahí surge la cuestión del impacto sobre economías como la europea.
Es muy difícil que el bloqueo euro pueda salir indemne. Cabe recordar que la economía europea presenta síntomas de estancamiento en muchos de los países que lo integran, como así lo pone de relieve el dato del crecimiento alemán del segundo trimestre (+3%). Salvo algún caso excepcional como el español, el resto de los países no acaba de despegar, contando además con una tasa de desempleo que en junio se situaba por encima del 11% en la Eurozona. Las sanciones a Rusia, que han provocado desequilibrios en nuestra balanza comercial conjunta, y el mal momento de socios tradicionales como Brasil, ya han empezado a pesar en el PIB.
Precisamente es esta debilidad de la demanda interna europea la que más preocupa. Si las empresas y familias europeas tuvieran mayor dinamismo en el gasto, el punto de partida sería totalmente diferente y esa crisis de los emergentes podría no afectar a Europa.
Divisas y exportaciones
Partiendo de ese estancamiento, el BCE comenzó al inicio del ejercicio un programa extraordinario de compra de deuda pública. Fruto de esa línea y aún cuando Mario Draghi viene manifestando que el tipo de cambio no es objeto de su mandato, no puede negarse que un tipo de cambio respecto al dólar cercano a la paridad beneficia a las exportaciones europeas, pero dificulta las importaciones. A la preocupación anterior de una demanda interna carente de ritmo, se une el problema que genera los movimientos de divisas y el posible contratiempo que puede suponer en materia de la balanza comercial con el resto del mundo.
A estos dos problemas señalados hay que añadir el efecto de la posible deflación importada, tanto por la caída de los artículos que compramos a emergentes asiáticos y latinoamericanos como a la caída del crudo y el gas, que por si fuera poco está metiendo a Rusia en un pozo que inmediatamente golpea a Ucrania o Turquía, entre otros.
Los países europeos están fuertemente endeudados. El mejor ejemplo puede ser España, donde la deuda privada más la pública equivale a casi tres veces nuestro PIB. Si volvemos a los referidos informes del FMI, este organismo destacaba la necesidad de ir reduciendo la enorme deuda acumulada. La combinación de deuda y deflación no favorece en absoluto ese proceso de desapalancamiento, lo que añade un factor extra de tensión ya que la UE deberá seguir estrechando el cerco sobre las finanzas a través de ajustes que impactarán en el PIB.
¿Miedo inversor?
Pero hay más. Junto a la paridad del euro y el tándem deuda-deflación, hay otro aspecto que debe tenerse en cuenta: la aversión al riesgo. Europa, gracias al BCE, ha logrado disminuir la marcada aversión de los mercados internacionales. Sin embargo, posibles impagos o elevaciones de los diferenciales que los países emergentes deban ofrecer a partir de ahora para financiarse, pueden golpear la confianza de los inversores y contagiarse a una Europa que, ya de por sí, no se recupera con ímpetu.
En estos momentos una elevación de las rentabilidades por incrementos de las primas de riesgo pueden ser un peso demasiado elevado para empresas y familias. Imaginemos a una empresa europea con su facturación estancada, imbuida en un mercado deflacionista y que ve como sus costes aumentan solo por el efecto contagio.
Es este, el de la incertidumbre financiera, quizá el mayor peligro al que las economías europeas se enfrentan. De materializarse no solo puede frenar los avances en la recuperación, sino que incluso podrían revivir episodios ahora ya olvidados, aquellos de tipos de interés muy elevados y enorme desconfianza. Puede parecer exagerado, pero las casas de inversión y gestión continúan mirando los ratios de endeudamiento, y en este nuevo período, denominado crisis de los emergentes, Europa tiene mucha más deuda total que en momentos anteriores.
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