Gracias, pero no sabía de lo que hablaba y he tenido que descifrar como funciona usted.
No soy ni profesor y tampoco interino, yo soy funcionario de carrera, pero si lo dice elucubrando su perfida materia gris sobre Pablo Iglesias, tampoco estoy afiliado, ni tengo o he tenido que ver nada con ningun partido.
Pablo iglesias tuvo que renunciar a su plaza de profesor, pero yo puedo pedir una excedencia si me dedicara a la politica, pero yo no frecuento como otros el foro de politica, sino que me concentro en la economía, mientras otros politizan todo.
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La violencia de clase que ni siquiera se ve como violencia
La violencia contra la clase trabajadora
Según los datos del informe anual de muertes en el puesto de trabajo en España en el año 2014, elaborado por el Instituto Nacional de la Seguridad Social e Higiene en el Trabajo, en aquel año hubo 467 muertes que ocurrieron, no en el desplazamiento a los lugares de trabajo, sino en los mismos lugares de trabajo. Repito, ¡cuatrocientas sesenta y siete muertes. Más de un muerto cada veinticuatro horas! Y la noticia apenas apareció en los medios. Es tan “normal” que ni siquiera es digno de ser destacado. Y que yo sepa, no ha habido mayores manifestaciones de protesta en ninguna ciudad de España frente a este hecho.
La mayoría de muertes ocurren entre trabajadores agrícolas, entre trabajadores de la construcción y entre trabajadores de la manufactura, aunque incluso hay muertos en el sector servicios. Y lo que es incluso más preocupante es que la mortalidad no ha descendido tan rápidamente como debería haber ocurrido al descender el empleo durante la desaceleración del crecimiento económico y, por lo tanto, del decrecimiento de la actividad económica en cada sector. En el sector industrial, donde se encuentra el trabajador de la manufactura, el descenso del empleo ha ido acompañado de un aumento de la mortalidad muy notable en los años del inicio de la crisis, 2009 a 2012, e incluso más acentuado en los años 2013 a 2014.
La violencia contra la clase trabajadora
Según los datos del informe anual de muertes en el puesto de trabajo en España en el año 2014, elaborado por el Instituto Nacional de la Seguridad Social e Higiene en el Trabajo, en aquel año hubo 467 muertes que ocurrieron, no en el desplazamiento a los lugares de trabajo, sino en los mismos lugares de trabajo. Repito, ¡cuatrocientas sesenta y siete muertes. Más de un muerto cada veinticuatro horas! Y la noticia apenas apareció en los medios. Es tan “normal” que ni siquiera es digno de ser destacado. Y que yo sepa, no ha habido mayores manifestaciones de protesta en ninguna ciudad de España frente a este hecho.
La mayoría de muertes ocurren entre trabajadores agrícolas, entre trabajadores de la construcción y entre trabajadores de la manufactura, aunque incluso hay muertos en el sector servicios. Y lo que es incluso más preocupante es que la mortalidad no ha descendido tan rápidamente como debería haber ocurrido al descender el empleo durante la desaceleración del crecimiento económico y, por lo tanto, del decrecimiento de la actividad económica en cada sector. En el sector industrial, donde se encuentra el trabajador de la manufactura, el descenso del empleo ha ido acompañado de un aumento de la mortalidad muy notable en los años del inicio de la crisis, 2009 a 2012, e incluso más acentuado en los años 2013 a 2014.
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El término “accidente” parece asumir una cierta neutralidad en el hecho. Se presenta así como algo casi impredecible, que le puede ocurrir a cualquiera. Y ello no es cierto. Como he indicado antes, tales accidentes son predecibles. Se puede predecir cómo y cuándo se producen tales accidentes. En realidad, gran número de empresas empleadoras de los trabajadores que sufren los accidentes calculan ya a priori el número e intensidad de los accidentes, cuyos costes (sobre todo en su aseguramiento financiero) ya se incorporan en los costes de producción de las empresas. Los estudios científicos muestran, con toda contundencia, que la gran mayoría de muertes y mal llamados accidentes pueden prevenirse. Y las empresas son plenamente conscientes de ello. Que lo hagan o no depende de su cálculo de coste-beneficio, en donde el coste de la vida humana es hoy en España relativamente barato. Son, pues, resultado de un enorme desequilibrio de poder, en el que los culpables raramente son sancionados al nivel que deberían serlo. Si un trabajador al salir de su lugar de trabajo atropella involuntariamente y mata a su empresario con su coche, tendrá un coste elevadísimo y es más que probable que vaya a la cárcel y pierda su permiso de conducir. Si un empresario evita tomar las medidas preventivas que puedan causar la muerte de un trabajador, es más que probable que no termine en la cárcel, y desde luego no perderá su licencia de la empresa. Pero no sólo el empresario, sino también la autoridad pública, laxa en la aplicación de la todavía insuficiente legislación protectora del trabajador, o el gobernante responsable de la aplicación de políticas (como el aumento del desempleo) que aumentan el estrés en el lugar de trabajo, no recibirán ninguna sanción. Todo ello se considera “normal”.
¿Se da usted cuenta, lector, de cómo la discriminación de clase –la discriminación más extensa y menos denunciada- funciona en nuestro país? Mientras, casi nadie habla de la clase trabajadora. ¿Entiende usted por qué? La respuesta es muy fácil. Porque aparece más neutral el término clase media, pues eso de clase trabajadora suena algo más político y más problemático, que puede desembocar en una revitalización de la conciencia de clase que complicaría las cosas para el establishment mediático-político del país, que representa los establishments financieros y económicos, que tienen un enorme poder en España. Y con estos, no se juega.
http://www.vnavarro.org/?p=12912#more-12912
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“Los sabios hablan porque tienen algo que decir, los tontos, porque tienen que decir algo"
Un saludo