LA DIFERENCIA ENTRE ECONOMIA REAL (bienes y servicios) Y FINANCIERA (dinero o monetaria).
Stiglitz y Weis (1992, p. 162; Stiglitz, 2002, p. 461) recuerdan el análisis certero de A. Smith al respecto. En efecto, advierte Smith de que un tipo de interés demasiado alto sólo podría ser asumido por actividades de más riesgo o por deudores de menor calidad lo cual daría lugar a una asignación de los recursos no beneficiosos para el conjunto del país.
Merece la pena recoger su argumentación del clásico con algún detalle:
“Si el tipo de interés en Gran Bretaña, por ejemplo, se situara a un nivel alto del 8 o del 10 por ciento, la mayor parte del dinero seria prestado a personas pródigas y a arbitristas que son las únicas dispuestas a pagar un tipo de interés tan elevado. Las gentes sobrias, que no están dispuestas a pagar por el uso del dinero sino una parte de lo que es probable que ganen con él, no se arriesgarán a entrar en competencia.
De esta forma, una gran parte del capital del país se mantendría fuera del alcance de quienes harían probablemente un uso más rentable y ventajoso, y será destinado a los que es más posible que lo malgasten y destruyan. Donde el tipo de interés legal, por el contrario, esta fijado y supera levemente el más bajo del mercado, las gentes sensatas son generalmente preferidas como prestatarios, a los pródigos y arbitristas”
Recogen Jaffee y Stiglitz la aportación de otro gran economista que percibió con nitidez las limitaciones del tipo de interés para equilibrar los mercados y la trascendencia económica del racionamiento del crédito. Keynes en el Treatise on Money (1930)4, advierte que los préstamos de los bancos no se comportan de acuerdo con los principios de un mercado perfecto:
“Existe una franja de prestatarios insatisfechos, el tamaño de la cual puede expanderse o contraerse, de forma que los bancos pueden influir en el volumen de inversión aumentando o reduciendo el de sus préstamos, sin que varíe necesariamente el tipo de interés bancario, la curva de demanda de prestatarios, o la cuantía de préstamos que se produzca fuera del sistemabancario. Este fenómeno, cuando se produce, puede llegar a tener una gran importancia”
La existencia de esos prestatarios insatisfechos relaja el vínculo entre el tipo de interés vigente y la propensión de invertir de los empresarios a ese precio. Por tanto, los bancos tienen una cierta autonomía de crédito que depende de su estándar de selección de prestatarios (vol. VI, p. 327).
Dado que existe un margen que puede ser amplio entre el tipo de interés y el volumen de préstamos, tampoco cabe identificar el interés de los créditos con el beneficio de los bancos ya que la expectativa de rentabilidad del prestatario tiene una relación positiva con el riesgo del proyecto de inversión, en tanto que la expectativa de rentabilidad del banco se reduce según aumenta el riego del proyecto, considerando constante el volumen de préstamos y el tipo de interés (Cho, 1986, p. 194).
Como señala Stiglitz (2002, p. 461), si los prestamistas conocieran perfectamente el riesgo asociado a cada prestatario, esto no tendría importancia; cada prestatario tendría que asumir el coste derivado de su riesgo. Pero los prestamistas no conocen perfectamente la probabilidad de quiebra del prestatario y por ello el proceso de selección adversa tiene importantes consecuencias. El volumen de actividad crediticia que elija la banca depende, pues, de su estimación del riesgo, que está muy influida por el nivel competitivo en el cual desarrolla su negocio.
Cuanto más intensa sea la competencia, mayor será el nivel de riesgo aceptado cuyas consecuencias –conviene no olvidarlo– solo serán visibles en el futuro. Es importante señalardos aspectos que hacen más compleja la situación.
El primero, la existencia generalizada del seguro de depósito que relaja la vigilancia que puedan ejercer los prestamistas de los bancos, de forma que no tienen una preocupación excesiva por el nivel de riesgo que asuman los bancos como prestamistas.
El segundo es que, con independencia de la cobertura del seguro de depósitos, la importancia estratégica del sistema bancario es tal que ningún paíspermitiría la quiebra de entidades bancarias importantes, lo cual refuerza la laxitud de los financiadores.
Los aspectos citados diferencian claramente la actividad de las finanzas de la de otros sectores:
“Las finanzas se diferencias del acero o de los automóviles dadas las externalidades asociadas con el sistema de pagos, la trascendencia de los problemas de información, y la garantía explícita o implícita del gobierno asociada a los depósitos” (Caprio y Summers, 1999, p. 404).
Antes hice referencia al efecto incentivo o riesgo moral y como el tipo de interés y las condiciones del contrato de crédito puede alterar las decisiones de los prestatarios. Si suben los tipos interés, éstos pueden inclinarse por proyectos con perspectivas más altas de rentabilidad, y también con riesgo más elevado. Por eso, la función de los bancos y otras instituciones financieras va mucho más allá de intentar obtener un margen entre el coste de los recursos que toman de los ahorradores y el tipo de interés que aplican a los créditos:
“Los bancos y otras instituciones financieras están implicados directamente en la asignación de los recursos, de formular juicios sobre la mejor utilización del capital o, al menos, sobre que prestatarios es más posible que cumplan las condiciones pactadas. Los precios (los tipos de interés) juegan un papel en el mecanismo de asignación –definen, por ejemplo, el coste de oportunidad de los recursos–; pero el mecanismo de asignación es fundamentalmente un mecanismo de selección (screening), en el que los precios tienen un papel secundario” (Greenwald y Stiglitz, 1992, p. 39).
El elemento distintivo fundamental de las finanzas es que asignan recursos hoy frente a una promesa de retorno o rentabilidad futura. En consecuencia, los mercados de capitalno pueden funcionar simplemente como mercados de subasta (auction markets), ya que tienen que incorporar la posibilidad de que el demandante no cumpla con las condiciones establecidas. Por tanto, en contraste con mercados de productos homogéneos en los cuáles las corrientes de oferta y demanda determinan los precios, en los mercados financieros el papel de las instituciones en la selección de los demandantes y en el establecimiento de un precio que maximice sus ingresos –que no tiene que identificarse con el tipo de interés más alto que apliquen a sus créditos–, es crucial:
“La ley de la oferta y la demanda ha sido considerada durante largo tiempo como un principio fundamental de la economía. Pero en la realidad ninguna ley obliga a una empresa de seguros a cubrir todas las demandas a un precio anunciado, o al prestamista a prestar a todos los solicitantes a un tipo anunciado de interés, o al empleador a emplear a todos los que acepten un salario determinado… Con los modelos de selección adversa y con los incentivos, lo que importa no es sólo la oferta a clientes, empleados o prestatarios, sino su “calidad”, el riesgo del asegurado o del prestatario, la rentabilidad de las inversiones, la productividad del trabajador” (Stiglitz)
De esta forma, cuando se introduce la incertidumbre respecto al cumplimiento de las obligaciones pactadas en el futuro, la distinta información de los contratantes, y los incentivos para modificar la distribución del riesgo de las operaciones, se entra en un marco que dista mucho del convencional según el cual el capital es liquido y fluye libremente buscando la mayor rentabilidad:
“El modelo estándar de equilibrio general no ayuda a comprender los mercados de crédito, y puede incluso inducir a error. Puede confundirnos porque nos habitúa a considerar el precio de crédito –el tipo de interés– como cualquier otro precio que se ajusta para clarificar (clear) el mercado. El tipo de interés no es un precio convencional. Es la promesa de pagar una cantidad en el futuro. Las promesas se incumplen frecuentemente” (Stiglitz y Greenwald, 2003, p. 27).
Los economistas citados destacan que un aspecto fundamental del modelo Arrow-Debreu es la naturaleza anónima de los mercados de bienes y servicios. En las transaccionescomerciales, los mercados no son discriminatorios pero el mercado de crédito es completamente distinto ya que es esencial la naturaleza del demandante de crédito.
La disposición a conceder un crédito depende de la confianza que merezca el deudor y esta se fundamenta en la información y en la experiencia en el cumplimiento de operaciones anteriores. La información en finanzas es de tal trascendencia que un pequeño cambio en ella, o en la confianza, altera de forma radical el volumen de crédito, con independencia de la disponibilidad de recursos y de la demanda de los mismos.
En consecuencia, el volumen de crédito puede experimentar oscilaciones importantes en función de la información y de la confianza: “El crédito puede ser creado sin casi ningún input de factores convencionales y puede ser también fácilmente destruido” (Ibidem, p. 26).
El caso de Japón es un ejemplo de parálisis crediticia en la larga recesión que siguió al estallido de la burbuja en la década de los noventa, aunque existiera gran disponibilidad de la oferta y el nivel de tipos fuera extraordinariamente bajo. Faltaban, sin embargo, dos elementos claves: la confianza de los demandantes de crédito para absorber recursos,y la confianza de los oferentes en la capacidad de que los prestatarios cumplieran los compromisos contraídos.
La calidad, la difusión y el acceso a la información es, pues, fundamental en las actividades financieras y marca una diferencia clave con los mercados convencionales.
Por eso, Stiglitz y Greenwald rechazan el planteamiento de Stigler según el cual si se consideraban los costes reales de transacción los mercados financieros no difieren del resto de los mercados. El hecho es –afirman Stiglitz y Greenwald (Ibidem, p. 31)– que “incluso imperfecciones relativamente pequeñas en la información pueden provocar grandes consecuencias; por ejemplo, racionamiento del crédito y de las emisiones de las empresas, lo cual implica que los mercados de capital se comportan de forma marcadamente diferente de cómo lo harían si la información fuera perfecta”.
Según Stiglitz, Hayek acertó al señalar que el problema fundamental de la economía era el conocimiento y la información en el sentido de que ningún agente disponía de ambos en su totalidad. Sin embargo, a su juicio, el economista austriaco y la corriente de pensamiento que se impuso, centraron su atención en como el mercado, a través del sistema de precios, resolvía la cuestión de la asignación, pero no en como el mercado respondía al flujo continuo de información:
“La cuestión esencial es dinámica: como se adapta la economía a la nueva información, creando nuevo conocimiento, y como ésta es diseminada, absorbida y utilizada por el sistema económico” (Stiglitz, 2000, p. 1468).
Se ha señalado, con mucho acierto a mi juicio, la diferencia que existe entre un intercambio de dinero por bienes y una transacción financiera. En el primer caso se trata de un cambio de propiedad entre mercancías de igual valor y con carácter finalista. El dinero sólo facilita el intercambio, pero no ejerce la función de depósito de valor. La herencia de la transacción financiera es que el intervalo tiene como contraprestación la cesión de la liquidez a cambio de la promesa de recibir un mayor valor en el futuro.
Por último, también Soros ha mostrado las peculiaridades de la interrelación del sector financiero con el real. Que las finanzas, las valoraciones de los activos, las cotizaciones de las acciones dependen de la evolución de la economía, es decir están en función de los datos fundamentales, es una declaración generalmente aceptada.
Lo que postula Soros, es la validez del nexo inverso, esto es, que la marcha de los mercados financieros incide sobre los sectores reales.
El ejemplo del boom bursátil de las acciones de Internet y de Telecomunicaciones constituye un claro ejemplo; el auge de los mercados financieros, la aceptación de nuevas compañías con proyectos en esas áreas impulso las innovaciones.
El desplome de las acciones provocó el efecto contrario.
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¿Que puedo decir?
Un saludo