Buenas,publicado por el periódico mundo:esto es tremendo:
La secuelas de Fukushima, cinco años después de la catástrofe
MAKIKO SEGAWAKoriyama (Japón)
07/03/2016 02:50«Cuando ocurrió el desastre, no pude abandonar la ciudad. Ahora me preocupan las hemorragias nasales de mi hija. Se le ha diagnosticado un quiste cervical en la garganta. Cuando llora, le duele tanto que no puede respirar bien». Makiko, la madre de una niña de seis años, se desespera al relatar los problemas de salud que sigue padeciendo su hija en Koriyama, una ciudad 50 kilómetros al sur de la central nuclear de Fukushima.El testimonio de Makiko es tan sólo uno de los muchos que escucha todos los días Naoya Kawakami, un sacerdote de la Iglesia Unida de Cristo de Japón que ha creado una ONG en Koriyama para dar apoyo económico y psicológico a las madres con hijos afectados por la secuelas de la catástrofe nuclear. Cinco años después del tsunami que arrasó la central de Fukushima, Kawakami ha documentado los casos de unos 600 niños que han sufrido y continúan padeciendo los espeluznantes efectos de la radiactividad: cáncer de tiroides, hemorragias nasales, dolores de cabeza, erupciones cutáneas, ojos hundidos, heces negras...Una mañana del pasado mes de febrero, esta periodista acompañó a Kawakami mientras atendía a un grupo de las llamadasmadres de Fukushima. Una pequeña sala de apenas 10 tatamis, llena de juguetes de madera y un pequeño piano, en la que se oía la voz suave y tranquila del pastor, un hombre de poco más de 40 años. Frente a él había sentadas cinco o seis mujeres de edades comprendidas entre los treinta y pocos y los cuarenta y muchos, a las que se les relajaba la expresión del rostro oyendo lo que les decía Kawakami. Todas ellas parecían petrificadas y tensas: un reflejo natural de cinco años de penurias y sufrimientos. «Cuando sucedió el accidente, mi hijo formaba parte de una banda de música después del colegio. Sufrió una hemorragia nasal tan terrible que gastó una caja entera de pañuelos de papel. Ahora, cuando se va al colegio andando, le sangra la nariz. Las hemorragias nasales son tan intensas que le he pedido que abandone la banda de música», se lamenta Makiko, madre de una niño de 13 años en Koriyama. «Desde 2012, mi hija mayor empezó a sufrir una extraña enfermedad de la piel, se le vuelve de color rojo y morado. Le duele y le escuece al mismo tiempo. Aparece y desaparece», relata por su parte Yukie, madre de otra niña de seis años.Cada vez que una de estas mujeres explica la historia de sus hijos, las lágrimas ruedan por sus mejillas. Lágrimas que han sido contenidas y reprimidas durante mucho tiempo, pero que gracias al alivio que les proporciona estar frente al pastor, caen silenciosamente, sin hacer ruido. «Durante el desastre, mi marido no me permitió abandonar la ciudad con mi hija. Ahora mi hija tiene un quiste y yo tengo un quiste y un tumor en la tiroides», cuenta Yuko, madre de una niña de ocho años. Incidencia elevada de cáncer en niños
El pastor Naoya Kawakami atiende a varias 'madres de Fukushima' en su ONG de Koriyama. MAKIKO SEGAWA
Entre todas las ciudades de la prefectura de Fukushima, Koriyama alberga la mayor población de niños con cáncer de tiroides confirmado y de casos sospechosos, según los resultados del primer y segundo estudio oficial de seguimiento de la función tiroidea realizados en 2014 y 2015. Cada año la Universidad Médica de Fukushima estudia la incidencia de cáncer de tiroides en distintos municipios y, a finales del pasado mes de diciembre, se detectaron 16 nuevos casos confirmados en Koriyama, lo cual eleva a 115 la cifra total de niños afectados. Estos enfermos tenían edades comprendidas entre los seis y los 18 años cuando sucedió la catástrofe.Así lo comunicaron el pasado 15 de febrero la universidad y el propio Gobierno regional de la prefectura de Fukushima, en una conferencia pública convocada por el Comité de Estudio de Salud de la prefectura para presentar los resultados de los últimos análisis. Sin embargo, las autoridades rechazan un vínculo entre el accidente nuclear y la incidencia de cáncer. De hecho, Hokuto Hoshi, presidente del Comité, aseguró tras presentar los datos del informe que «en estos momentos es impensable relacionar la radiación con los casos de cáncer de tiroides». A la conferencia del pasado 15 de febrero, asistieron unas 60 familias afectadas, pero, una vez más, se sintieron ninguneadas por las autoridades. «Durante la conferencia, a las madres de Fukushima no se nos permitió plantear ni una sola pregunta a los médicos; solamente gozaron de ese derecho los principales medios de comunicación de Japón afines al Gobierno. ¡El Gobierno y los medios japoneses nos ignoran y nos humillan!», exclamó absolutamente indignada tras la conferencia Sachiko Sato, de 64 años, madre de cinco hijos y residente en Fukushima. Tras el accidente, Sachiko decidió evacuar a sus hijos, a excepción del mayor, de 25 años, a la prefectura de Yamagata, a 160 kilómetros de Fukushima. Hasta el 11 de marzo vivía en una granja orgánica autosuficiente de Kawamata, una zona de montaña a 40 kilómetros. Pero, debido al miedo a la radiactividad, la dejó y ahora dirige una ONG dedicada a personas con minusvalías psíquicas en la misma ciudad.El desamparo de las madresEl desamparo de las madres de Fukushima es total, ya que las autoridades nunca han escuchado sus voces y oficialmente las consideran inexistentes o irrelevantes. «Su situación es extraordinariamente abrumadora. Les hacen creer que nadie les ayudará», se lamenta el pastor Kawakami, quien empezó a dar apoyo a estas mujeres seis meses después de la catástrofe, en septiembre de 2011. «He llegado a escuchar a un alto cargo del Gobierno local recriminarle muy enfadado a una de estas mujeres con estas palabras: '¡A tu hijo le ha vencido la radiación porque tú, su madre, te preocupas demasiado!'». La ciudad de Koriyama es un importante centro de negocios de la región, con unos 340.000 habitantes en la actualidad. La buena evolución del sector químico de los últimos cinco años y la fanfarria oficial de la «Campaña de reconstrucción de Fukushima» impulsada por el Gobierno han hecho que, desde febrero de 2015, regresaran a la ciudad unos 6.600 habitantes. También es la ciudad que alberga la mayor cantidad de gente enviada por las empresas desde Tokio, porque aquí se concentran muchas fábricas y delegaciones de las principales empresas japonesas. El tren bala, o Shinkansen, apenas tarda una hora en llegar desde la estación central de Tokio. A simple vista no hay nada que la distinga de otras ciudades del área metropolitana de Tokio, con sus edificios modernos, sus tiendas vanguardistas y sus grandes avenidas. Ante la visión de la ciudad, a todo el mundo se le olvida la radiactividad y el hecho importante de que es la ciudad japonesa con mayor incidencia de cáncer de tiroides.
Un pediatra explora a un niño para comprobar si sufre cáncer de tiroides. MAKIKO SEGAWA
El día que visitamos Koriyama, el titular de portada del viernes del periódico local, el Fukushima Minpo, rezaba: «Sonríe ante el florecimiento de Fukushima». En artículos de dos páginas se daba información sobre todo tipo de actividades relacionadas con la alimentación y el mundo gourmet de todas las ciudades de la prefectura. Sobre Koriyama decía: «Festival del florecimiento pleno de la deliciosa ciudad de Koriyama».«¡Este artículo no tiene perdón! ¡Es inaceptable!», denunciaba furiosa Tokiko Noguchi, una madre de 51 años a cuyo hijo mayor, que ahora tiene 11 años, se le cayó todo el pelo al principio del desastre nuclear. Pero el hecho es que la mayor parte de los medios de comunicación japoneses defienden la versión oficial del Gobierno, según la cual no se ha demostrado ningún vínculo entre la elevada incidencia de cáncer y la catástrofe nuclear. El extraño suicidio de un periodistaUno de los pocos periodistas japoneses que sí intentó investigar la verdad sobre los niños afectados por el desastre de Fukushima fue Maki Iwaji, de la cadena de televisión Asahi. Su trabajo, sin embargo, fue interrumpido tras su muerte, supuestamente por suicidio al inhalar humo de carbón en su casa. Maki fue el primer periodista de la televisión japonesa que consiguió emitir un vídeo de una entrevista con una madre cuyos hijos tenían cáncer de tiroides. Las madres de la ciudad de Koriyama, como Tokiko, recuerdan con cariño a Maki por su carácter cálido y sincero: «Era un periodista brillante, cálido, honesto y un hombre encantador. Estaba intentando identificar a un niño con cáncer de tiroides que entonces tenía seis años, hablando con la junta directiva de su colegio y visitando el propio centro escolar. Pero me dijo que los directivos del colegio negaron su existencia con la excusa de que 'No tenemos ningún niño que haya sido operado de amígdalas'». Muchas de las madres que acuden a la ONG del pastor Kawakami tienen empleos a tiempo parcial o son amas de casa. A diario van a comprar verduras, agua y arroz de fuera de Fukushima por miedo a la radiactividad, e invierten una cantidad enorme de energía para afrontar las críticas que lanzan contra ellas sus vecinos e incluso sus propias familias. Hay que tener en cuenta que las escuelas de Fukushima están empezando a consumir verduras y arroz de la región con el eslogan de «Comamos comida local». Pero cuanto más intensamente se dedican las madres a defender a sus hijos, mayor presión y rechazo han de soportar, especialmente de sus maridos y parientes más cercanos. De hecho, la mayoría de estas mujeres confiesa que la relación de pareja con sus maridos ha empeorado; cuanto más hablan de sus miedos y preocupaciones, más aumentan las fricciones con sus cónyuges.Conflictos matrimoniales
Manifestación en Tokio contra la inacción del Gobierno en la protección de los niños afectados por el desastre, el pasado 5 de marzo. AFP
«Mi marido no me ayuda. Es el tipo de hombre que cree y cumple a ciegas lo que dicen el Gobierno y los medios de comunicación japoneses. No importa con qué intensidad intenten convencerle los demás con hechos, no cree ni lo que él mismo ve y comprende con sus cinco sentidos. Es tan duro, tan tozudo. Envidio a mi amiga que se pudo marchar junto con su marido. Su marido entiende el miedo de su mujer y aceptó emigrar, aunque se acabasen de comprar un piso nuevo en la ciudad», se queja Yuko Muroi, de 41 años. No sólo Yuko, sino casi todas las demás madres también explicaban al pastor entre sollozos el deterioro de la relación con sus maridos a causa del conflicto sobre cómo tratar a los niños en las zonas como Koriyama, afectadas por la radiactividad. «He sido testigo de muchos, muchos casos de parejas que tienen gran cantidad de problemas matrimoniales desde el desastre. Parece que existe una gran diferencia mental entre maridos y mujeres. Algunos de ellos incluso han acabado en divorcio», relata Kawakami con ojos tristes.«Como ejemplo de esto último», recuerda el pastor, «hace poco una de estas mujeres me dijo: 'Pastor, finalmente he tomado la decisión de divorciarme a causa de los comentarios de mi marido'. Me dijo que su esposo, incluso teniendo ante sus ojos a su hijo con una hemorragia nasal tan intensa que perdió el conocimiento y cayó al suelo, le dijo 'Nada, nada, no es a causa de la radiactividad'».Pero muchas de las madres optan por quedarse con sus maridos porque no se atreven a divorciarse, a pesar de que temen por la salud de sus hijos. Yuko, que tiene una niña de ocho años con problemas de desarrollo, nunca olvidará lo que le dijo su esposo cuando ella le manifestó su deseo de irse a vivir a otra ciudad después de la explosión de Fukushima: «Si quieres, márchate, vete tú sola, la niña se queda aquí». Con lágrimas en los ojos, Yuko admite que, cinco años después, ha abandonado la idea de cambiar de ciudad y asegura: «Si pudiera divorciarme, lo haría. Pero no puedo, si me mudo a un lugar extraño, sola con mi hija disminuida, no creo que pudiera sobrevivir». Ni el Gobierno ni la compañía Tepco, responsable de la central de Fukushima, ofrecen ningún tipo de indemnización a las mujeres que quieren marcharse de la zona, porque no existe ningún daño por radiactividad obvio y visible como en las poblaciones situadas en el círculo de 20 kilómetros de la planta accidentada. Las madres de Fukushima no tienen nada en lo que apoyarse, salvo la pequeña ayuda que les ofrecen los grupos de voluntarios como Kawakami. «Hoy en día", se lamenta el pastor, "no importa la cantidad de ruido que hagan estas pobres mujeres. Por mucho que griten 'a mi hijo le sangra la nariz', la gente las ignora, diciendo: '¿Y qué?'»