¿Cómo serán nuestras vidas cuando trabajemos la mitad?
En una época en la que Internet fluye por nuestras vidas como la electricidad, el futuro es un viento de cambio tecnológico. La existencia se vuelve digital e impacta en el trabajo y el ocio. En este espacio surgen teorías apocalípticas e integradas. Unas advierten de que esta avalancha tecnológica que trae la llamada Cuarta Revolución Industrial (robots inteligentes, impresoras 3D, inteligencia artificial, nuevos materiales) llevará a millones de personas al paro. Y otras, en cambio, adivinan una Arcadia donde, quizá, se trabaje más años, pero en mejores empleos. Trabajos, la gran mayoría, que ahora ni existen pero que prometen cambiar para siempre la vida y el ocio. “La realidad virtual y la realidad aumentada podrían consumir dos tercios de nuestro tiempo libre”, reflexiona Beijia Ma, estratega de renta variable de Bank of America Merrill Lynch. “En vez de pagar 450 dólares [425 euros] por un asiento de primera fila en un partido de baloncesto, cualquiera puede vivir esa misma experiencia desde su casa por una fracción del precio”.
Desde luego este mundo digital que llega nos obliga a repensar nuestra relación con el ocio y el trabajo. Y en un tiempo plagado de algoritmos y otras gramáticas de números parece una buena opción recurrir a las palabras. En 1958, la filósofa Hannah Arendt relató en su ensayo La condición humana que el auge de la automatización “liberaría a la humanidad de su más antigua y natural carga, la carga del trabajo”. Y el escritor irlandés C.S. Lewis describió a la amistad, la filosofía y el arte como actividades imprescindibles porque no sirven para la supervivencia. Por eso son imperativas en el hombre. Si los robots, la tecnología y la digitalización permiten al ser humano dedicar más tiempo a “ser” y no solo a “estar”, ¿les daremos la espalda?
Pero el advenimiento de la vida digital no será fácil, aunque sus promesas sean cautivadoras. “En el futuro podríamos trabajar porque nos gusta, no porque resulte necesario para ganarse la vida”, comenta el neurocientífico y emprendedor Dileep George. Este escenario idílico proyecta luces y sombras. “Me parece una idea muy sugerente, pero en economías como la española, con la tasa de paro que soporta, esa liberación de horas solo sería posible con una elevada alfabetización tecnológica”, matiza Emilio Ontiveros, presidente de Analistas Financieros Internacionales (AFI).
Ese es el centro de este universo alrededor del cual gravita la tecnología digital, el trabajo y el ocio. En enero pasado, el Foro Económico Mundial de Davos publicó un informe (The Future of Jobs) que estimaba que en los próximos cinco años la automatización y las nuevas tecnologías supondrían la pérdida de siete millones de puestos de trabajo en el planeta. Pero a la vez era la alborada de un cambio. Las nuevas tecnologías generarán dos millones de empleos nuevos. Y el mundo, entonces, sería distinto. “El tipo de habilidades que harán falta tanto en las nuevas como en las antiguas ocupaciones cambiarán en la mayoría de las industrias y transformará cómo y dónde trabaja la gente”, se lee en el trabajo.
Unas páginas más adelante se revelan cuáles serán esos conocimientos. Si el año pasado las tres habilidades más solicitadas (por orden) eran la “comprensión de problemas complejos”, “la coordinación con otros” y la “gestión de equipos”, en 2020 las empresas buscarán personas que no solo entiendan esos problemas sino que también posean un “pensamiento crítico” y “creatividad”. Dicho con una semántica nueva: “La aplicación creciente de tecnologías cognitivas liberará en gran parte a los empleados de las labores más previsibles y repetitivas e impulsará la innovación, regalando tiempo a los trabajadores para crear e innovar”, vaticina Luis Ferrándiz, socio de servicios digitales de KPMG.
Unas páginas más adelante se revelan cuáles serán esos conocimientos. Si el año pasado las tres habilidades más solicitadas (por orden) eran la “comprensión de problemas complejos”, “la coordinación con otros” y la “gestión de equipos”, en 2020 las empresas buscarán personas que no solo entiendan esos problemas sino que también posean un “pensamiento crítico” y “creatividad”. Dicho con una semántica nueva: “La aplicación creciente de tecnologías cognitivas liberará en gran parte a los empleados de las labores más previsibles y repetitivas e impulsará la innovación, regalando tiempo a los trabajadores para crear e innovar”, vaticina Luis Ferrándiz, socio de servicios digitales de KPMG.
El planeta, con sus meridianos y paralelos, gira y cambia. Los arquitectos construirán con materiales que todavía carecen de nombre y los ingenieros reprogramarán células enfermas gracias a tecnologías que desconocemos. Al fin y al cabo, como señalaba Carolina Jeux, consejera delegada de Telefónica Educación Digital, el 65% de los estudiantes de primaria trabajarán en empleos que todavía no existen. “Por lo tanto debemos estar preparados para trabajos que aún no existen, con herramientas que aún no existen con el fin de resolver problemas que todavía no tenemos”, enumera Almudena Semur, gerente del Instituto de Estudios Económicos (IEE).
Aunque este tránsito hacia el futuro dejará, como en la novela de Leonard Cohen, hermosos vencidos. Un informe de la Universidad de Oxford ha estimado la mayor o menor probabilidad de que 700 profesiones sean automatizadas. Los resultados caminan paralelos a la lógica. Las máquinas son incapaces, por ejemplo, de sustituir al hombre en trabajos que requieren habilidades creativas o sociales. Pensemos en un psicólogo, un director de museos o un comisario artístico. Al otro lado, los gestores de préstamos (98%), recepcionistas (96%) y asistentes legales (94%) tienen el tiempo en su contra.
Automatización de trabajos
Según el informe de la Universidad de Oxford.
Educación, redistribución y valores
Elizabeth Garbee estudió astrofísica, literatura clásica griega y es experta en ondas gravitacionales y movimientos orbitales en los sistemas binarios de agujeros negros. Pero a esta investigadora de la Universidad de Arizona también le concierne lo que sucede en la Tierra. “En el juego del desarrollo tecnológico siempre hay perdedores”, advierte Garbee. Y mira, a los ojos, a esos vórtices oscuros. “La expresión de la desigualdad que más me preocupa es la de los valores. Existe un peligro real de que la élite tecnológica vea el futuro como una justificación añadida de sus valores y que sus perspectivas sean las correctas simplemente por virtud de percibir esos valores como producto de una tecnología maravillosa”. La astrofísica nos está advirtiendo de que la tecnología per se no es virtuosa, solo si se aplica a la mejora de la condición humana. Y pocas cosas son tan inherentes al hombre como el trabajo.
La aplicación creciente de tecnologías cognitivas regalalará tiempo a los trabajadores para crear e innovar
LUIS FERRÁNDIZ, KPMG
De ahí que la digitalización que conllevan las nuevas tecnologías genere desconfianza. “Hay muchas posibilidades de que las “máquinas inteligentes” sigan sacando un número masivo de trabajadores no fuera del trabajo, sino de los trabajos buenos. Empleos con un salario decente”, asume Laurence J. Kotlikoff, profesor de Economía en la Universidad de Boston. “Con los años eliminarán la necesidad de profesores. Y en los límites”, ironiza, “podemos todos ser asesores espirituales, curas, sacerdotes o rabinos. Pero no creo que estos trabajos estén muy bien pagados. La verdadera respuesta es la redistribución a través de un sistema fiscal adecuado que vaya de los ganadores a los perdedores”. El amanecer en una tierra más solidaria.