El debate sobre la robotización
Gran artículo sobre la robotización. El problema no está en que la fuerza del trabajo se traslade a las máquinas sino en cómo repartir el aumento de riqueza entre la población. Este artículo aborda una solución al problema:
El debate sobre la robotización.
Manuel GonzálezEl debate sobre la robotización de nuestra sociedad es un tema que viene levantando ampollas desde hace un tiempo. Según un estudio de Unicredit llamado El auge de las máquinas (Rise of the machines), unido a la progresiva implantación de una mecanización cada vez más automatizada, que conlleva la progresiva e imparable pérdida de puestos de trabajo tal y como los conocemos, existe el acervo popular, influido por las novelas y películas de ciencia ficción, consistente en un futuro en el que robots androides conviven y compiten con la raza humana, a veces colaborando, a veces en guerra abierta con los que fueron sus creadores.
Esto viene unido también a la confusión que se plantea entre robotización en sí misma y la inteligencia artificial, que pueden ir de la mano o por separado. Tanto es así, que la primera se dio entre la humanidad desde la aparición de la primera máquina, mientras que la segunda es sólo en los últimos años cuando ha empezado a dar sus pr.imeros pasos, sin que éstos se tengan que reflejar necesariamente en androides o máquinas físicas.
Así, desde principios del siglo XX, el uso de automóviles y semáforos popularizó la automatización a pie de calle. Desde entonces, el número de máquinas y procesos automáticos en nuestras vidas ha aumentado exponencialmente: las lavadoras, los cajeros automáticos, el enfoque de las lentes de una cámara de fotos, las puertas, el lavado de coches, el termostato… Y el temor inicial que en su día despertaron ha dejado paso a una sensación de rutina. La automatización es tan corriente, que ni siquiera nos percatamos cuando nos topamos con ella.
Sin embargo, la inteligencia artificial es una forma de automatización avanzada. En la programación de los dispositivos convencionales se crean reglas muy exactas con las que una máquina ejecuta tareas determinadas. La eficiencia depende del detalle y la exactitud con el que se haya programado la tarea: por ejemplo, trazar la ruta más corta entre dos destinos. La revolución de la IA consiste en que, a la hora de calcular esa ruta, se tienen en cuenta, ya no solo la distancia, sino parámetros más contextuales como la existencia de atascos, obras que puedan existir en las rutas, o las condiciones climáticas que se puedan dar. Es decir, la IA se convierte en un sistema que interactúa con el entorno y que ofrece distintas soluciones dependiendo de las circunstancias del mismo. De este modo, los sistemas de automatización inteligentes escogen el proceso más eficaz.
De este modo, es un hecho que la cantidad de robots que usan las empresas para aumentar la productividad se ha incrementado rápidamente en los últimos años, de tal modo que la Federación Internacional de Robótica (IFR, por sus siglas en inglés) espera que las instalaciones de robots continuarán creciendo a tasas anuales de dos dígitos. Ello debido a que el costo para producir estas máquinas sigue bajando, sus aplicaciones son cada vez más versátiles, mientras sus capacidades siguen aumentando, y su aplicación práctica se multiplica día a día.
Sin embargo, dado que la mayor desigualdad y los lentos avances en materia de productividad pueden ser los principales desafíos económicos en el siglo XXI, el uso cada vez extendido de robots podría afectar estos dos aspectos, tanto de manera positiva como de manera negativa. Si bien los estudios sobre el impacto de los robots es algo todavía incipiente, lo cierto es que la robotización conlleva un aumento de la productividad, lo que incide sobre salarios y sobre la demanda de mano de obra. De tal modo que el aumento del uso de mecanismos automatizados supone una disminución de la oferta de empleo a los trabajadores de cualificaciones y salarios medianos y bajos. Mientras que, por el contrario, a los trabajadores cualificados, este aumento de la productividad les conlleva el pago de salarios más altos, lo que significa que la robotización aumenta aún más la desigualdad en los ingresos.
¿Cómo se podría combatir esta desigualdad creciente? Principalmente se barajan dos medidas. La primera tiene que ver con la educación y la formación de los trabajadores. Es un hecho que el avance de la robotización va a conllevar la pérdida de muchos puestos de trabajo así como de profesiones (parecido a lo que ya ocurrió con la revolución industrial a finales del siglo XIX y principios del XX), pero también supondrá la creación de puestos de trabajo y empleos que, por ahora, ni siquiera se conocen. Aun así esta medida, por sí sola no será eficiente, debido a que la acelerada progresión tecnológica provocará una obsolescencia cada vez más acelerada del empleo en sí, a medida que la especialización de los trabajadores se haga cada vez más necesaria.
La segunda, de un alcance también limitado, tiene que ver con la redistribución de la renta. Consistiría en la implantación de medidas impositivas a las empresas, en función de su grado de robotización, para conseguir fondos con los que paliar los efectos del desempleo y las bolsas de pobreza que el mismo generará. Esta medida resultará ineficaz porque una alta fiscalidad desincentivaría la investigación y el desarrollo tecnológico, sobre todo, teniendo en cuenta que las necesidades de la población desfavorecida serían mucho mayores que los ingresos que se pudieran obtener.
Por tanto, una de las medidas que se proponen tiene que ver con la propiedad de los medios de producción. Si una parte sustancial de la población obtiene sus ingresos de las rentas de capital procedentes de la propiedad de las máquinas robot, la redistribución de la renta se llevaría a cabo sin elementos distorsionadores procedentes de un estado intervencionista con una elevada fiscalidad.
Este enfoque, a pesar de ser, sobre el papel, bastante atractivo, no deja de evocar otros tiempos y otras ideologías que se verían revitalizadas. Un nuevo marxismo, que persiguiese la propiedad de los medios de producción por parte del proletariado estaría a la vuelta de la esquina, quizás la IA podría ser la que pensase por nosotros, llegado el caso.
Manuel González, Expansión - Blog sobre el Euribor y la Economía (18/9/18). Accesible en El debate sobre la robotización.