Ser infiel tiene premio
La monotonía y la rutina me están matando. Creo que tener una aventura puede ser un revulsivo para mi vida. Eso de un solo amor y para siempre está anticuado. Voy a dejar de ser ese pringao fiel que nunca se queja y al que le cuesta un mundo cambiar sus costumbres. No es que quiera ser infiel, es que la sociedad me lleva a ello. Me echa en manos de esa amante rubia platino que masca chicle, que practica sexo, bebe y se divierte. Pensarán que soy un crápula, pues no, he pagado muy cara mi fidelidad y ahora me voy a desquitar poniéndole los cuernos a Telefónica, Caja Madrid, Seguros Ocaso, La Mutua, Iberdrola, El Corte Inglés, Steve Jobs, y hasta a Paco, el del Baretto. Todos me dicen que soy un buen cliente, pero yo me siento como esa ama de casa abnegada que limpia, cocina, cuida de los niños y de los abuelos, y que apenas practica el sexo. Ellos, en cambio, al rubio de ojos verdes recién llegado le miman, le colman de atenciones y hasta le regalan diamantes. A mí lo más que me han dado es una tarjeta que no sirve para nada y que encima, de recochineo, la llaman de fidelización. Es verdad que también me dan un calendario a final de año. Pero seguro que el rubio infiel de los ojos azules se ha llevado alguno de los miles de coches que ha sorteado Caja Madrid en los últimos 20 años, y que yo ni he olido. A mí sólo me llaman para ofrecerme nuevos servicios y para que pague más por ellos. La verdad es que para protestar hay que echarle cara y no dejarse embaucar, porque yo llamé una vez a Telefónica para ver si podía acogerme a una de sus ofertas y no sólo no lo conseguí, sino que estuvieron a punto de venderme el Imagenio ese. Al rubio protestón, en cambio, cuanto más infiel y tarambanas es, más le bajan los precios. Con la ilusión que me haría que alguien me ofreciera un descuento –aunque fuera pequeño–, sobre todo para alardear ante Luis, que es el típico compañero tocapelotas que siempre compra más barato que tú, que consigue los mejores chollos y que no hace más que restregártelos por los morros para hacerte sentir como un vil gusano. Calculo que si me lanzara a ser infiel como loco, podría ahorrarme hasta un 30% en mis facturas. La culpa de que me vuelva un adúltero es de las empresas, que, en su afán por arrebatar clientes a la competencia, se han lanzado a hacer superofertas a los nuevos clientes y se han olvidado de sus fieles. Los bancos sólo ofrecen altas rentabilidades para el dinero nuevo. ¿Y a mí que llevo 20 años en Caja Madrid? Pero hasta aquí hemos llegado. Adiós a Manolo el bonachón y bienvenido Don Manuel el infiel. Me voy a poner el traje de los cabreos y me voy a lanzar a la yugular de mis proveedores. Empezaré por la operadora de Telefónica, ésa que no sólo no me rebajó el precio del ADSL, sino que encima me quiso encasquetar el Imagenio. “Señorita operadora –soy Don Manuel, así, dicho con autoridad para amedrentar–, quiero que me rebajen el ADSL, que me regalen un iPhone 4 blanco, o me doy de baja y me voy con Jazztel”. Esto, que puede parecer brusco, es lo que hacen 400.000 españoles cada mes. Ponen voz de cabreo y piden el cambio de compañía de telefonía (la denominada portabilidad), aunque la verdad es que un 40% de ellos lo hacen de farol, con el único objetivo de que su operadora les regale el iPhone. Los ciudadanos se han vuelto unos adúlteros profesionales. Hoy se acuestan con Movistar, mañana con Vodafone y pasado con Yoigo. Cada vez más, han comenzado a comparar los productos y servicios que consumen midiendo precios y prestaciones. Y a éstos no les pueden engañar como a mí, que me contenté cuando me ofrecieron una promoción de lujo: llamar gratis a Sri Lanka; poder hablar con cualquier número primo a las 4 de la mañana; y conexión gratis con mi tía Felisa, siempre que cuando llamase estuviera haciendo el pino y con el teléfono en la boca. Al que tengo ganas es al operario de Caja Madrid, que en su día me intentó colocar unas preferentes y que hace una semana pretendió cobrarme 20 euros por una transferencia de 4.000 euros (al final lo hice en metálico para jorobar). Y eso que en la entidad me clasificaron como cliente preferente y me metieron en lo que ellos denominan Banca Personal, que suena muy bien, pero que no sirve para nada. Hace unos días contraté un depósito y me dieron poco más del 3%. Pero si les hubiera amenazado con llevarme el dinero a ING, me habrían ofrecido más del 4%. Está claro que tengo que ser infiel. Si Telefónica y Caja Madrid se enteran de que les pongo los cuernos con sus competidores, seguro que me llamarían para contarme lo buen cliente que soy, y me ofrecerían el oro y el moro. E incluso Paco, el Baretto, me invitaría al licor de hierbas después del almuerzo. Al final me va a gustar esto de ser infiel. Y si encima hubiera una rubia con ojos azules... http://www.expansion.com/2011/06/15/opinion/1308170877.html Salu2.