Que no se puede tener lo que no se puede pagar me parece una máxima más que razonable.
Pero muchos, desde la unidad familiar hasta el propio Estado, parecen vivir en "los mundos de Yupi". Familias endeudadas en hipotecas que, desde su petición al banco o caja, se veían de todo punto impagables. Los bancos, en su afán de captar clientes, han venido concediéndolas con avales inconsistentes. Total, si dejaban de pagar, el banco no iba a perder. Y tenían que haber puesto topes.
De aquí, pasando por todos los estamentos e instituciones, llegamos a la cúspide, al propio Estado. Todos han hecho exactamente lo mismo, con el gravísimo inconveniente de que lo han hecho con dinero ajeno como si fuera propio. Se han/ nos han endeudado hasta las trancas en multitud de cosas totalmente prescindibles e innecesarias. Y no sólo no han puesto topes sino que, con total impunidad y desvergüenza, juran y perjuran que la deuda sólo alcanza el 6%... cuando sobrepasaba el 8.
Si una familia se endeuda para comprar un coche, una casa o lo que sea, en el impago tiene su propia penitencia: el embargo. Pero, en el resto de escalones hasta la cúspide, ¿alguien va a tener su penitencia?. Se vé claramente que no.
Los gestores públicos, los que tienen en sus manos nuestro dinero y lo derrochan como no lo harían con el suyo propio, a éstos, ni se les piden cuentas. Ahí está el españolito de a pié para pagarlas, para apechugar con sus desmanes, con sus fraudes, con sus indignidades y falta de ética, con sus excesos en beneficio propio o de su entorno y, encima, pagándoles sueldos y dietas millonarias para mantenerlos en su status aunque nos sigan hundiendo, cada vez más.