por que transciende lo meramente político, por que los políticos catalanes están instrumentalizando al barça para sumar a los futboleros, esa gran masa amorfa, a su proyecto político. no estoy de acuerdo con ningún tipo de manipulación, los políticos deben dejar de adueñarse de simbolos que no les son propios, y explicar las cosas con claridad para que se sume el que se quiera sumar.
habrá socios del barça no nacionalistas que no se identifiquen con esa apropiación, al igual que habrá socios pericos nacionalistas que sientan que les están robando su identidad.
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El imaginario futbolístico dice que no es bueno conjugar fútbol y política. Quienes defienden esta tesis afirman que nada bueno puede salir de tal mezcla, y para probarla, se remiten a la historia de los enfrentamientos violentos en las gradas, muchas veces fundidos con el color de la política. Sin embargo, es un hecho que fútbol y política están inevitablemente ligados.
El deporte, como cualquier otra manifestación del espíritu humano, como el arte o la literatura, no es ajeno a los asuntos públicos, y no debe serlo. Seguidores, deportistas y demás pueden, desde su condición de tales, tomar partido, individualmente o en grupo, en las decisiones que nos atañen a todos. De este modo, el deporte en general y el fútbol en particular, pueden servir como vía para la expresión de ideas, y como modo de canalizar reivindicaciones políticas o sociales.
Nada malo puede salir de esto. Un equipo de fútbol que muestra una pancarta contra el racismo, un grupo de deportistas que se unen en un partido lúdico contra la droga, un deportista que aprovecha su condición para denunciar la exclusión de determinado grupo social, un equipo que dona dinero a una asociación que lucha contra la violencia contra las mujeres, un club que cede un espacio publicitario en su camiseta a UNICEF.
El problema, y esto es bien distinto, surge cuando los dirigentes de un equipo de fútbol utilizan una entidad que no les pertenece (sólo la gestionan) para apoyar de una manera directa y sin posibilidad ninguna de debate, una determinada opción política, tan legítima como cualquier otra, pero precisamente por eso, particular.
En este sentido, el rumbo que está tomando el FC Barcelona con su presidente Joan Laporta es ciertamente preocupante. El FC Barcelona es club enorme, con una dimensión simbólica e histórica que no se circunscribe exclusivamente a Catalunya. Es algo mucho más grande. Tiene hinchas en toda España, en todo el mundo, que aman al club tanto o más que los socios que por proximidad geográfica pueden acudir al campo todos los domingos. El fútbol es un fenómeno globalizado, y una de las causas de ello es que los grandes clubes de fútbol, aun perteneciendo a un lugar determinado, extienden su área de influencia a otras partes del planeta. La página web del Barcelona está en cinco idiomas, y su “mercado” abarca todo el mundo.
Sin embargo, el presidente Joan Laporta está empeñado en empequeñecer el club, limitándolo solamente a una parte de su dimensión simbólica, probablemente la más importante, pero no la única. En este sentido, el discurso que Laporta dio en la Sede de las Naciones Unidas en Nueva York fue francamente descorazonador. Laporta tuvo la mejor audiencia que un orador puede esperar, y en lugar de hablar de la posibilidad que tienen los deportistas, entidades deportivas y clubes de intentar provocar el cambio social, en lugar de hablar en un organismo como la ONU de la multiculturalidad de la entidad, de las posibilidades de integración que un club de fútbol como el balugrana ofrece a los inmigrantes que recibe Barcelona, en vez de hablar de paz, de la lucha diaria por un mundo mejor… en vez de todo esto, prefirió comenzar su discurso, ese en el que se suponía que representaba a todos los culés, con una reivindicación política que solo responde a los intereses (aún legítimos) de una parte menor de la gran familia blaugrana.
Y con ese gesto puso una mancha imborrable sobre la nueva camiseta con el logo de UNICEF. ¿Quién se cree después de su discurso que el gesto de ceder la camiseta responde a una cuestión social? ¿Alguien es tan ingenuo de no darse cuenta que toda la operación responde sólo al interés de Laporta por tener como audiencia a la ONU y poder hacer una reivindicación nacionalista? El 7 de Septiembre, Laporta habló a la posteridad, a la historia. Citó el discurso del el violonchelista Pau Casals, ocurrido treinta y cinco años antes, y se imaginó a sí mismo, siendo citado treinta años después. Pero entre ambos hay una diferencia. Pau Casals (por cierto, un hombre admirable musical y políticamente) hablaba a título privado. Expresaba sus ideas, libres. Laporta representaba a miles de personas. No era Joan Laporta quien debió hablar, sino el presidente del FC Barcelona. Pero habló Laporta…
Hace unos días, por otro lado, surgió la polémica de la no respuesta que dio Etoo a una pregunta formulada en catalán. Tras ella, los jugadores sienten poco menos que vergüenza por no saber catalán y temen cualquier palabra que pudiera ser sacada de contexto por los medios o por algún político. Se está estableciendo un ambiente tenso, cercano al de una caza de brujas en Can Barça del que no puede salir nada bueno (¿sabe catalán Messi? ¿Y Ronaldinho? ¿Y Thuram?, ¿lo hablan en la intimidad?). En ese contexto, Etoo ha reconocido tener una cláusula en su contrato por la cual se compromete a hablar catalán en un periodo de tiempo y a “conocer la cultura catalana”, sin precisar, por cierto, a qué se refiere eso de “cultura catalana”…, ay, esperemos que en ese concepto quepan también la literatura de Josep Plá, el teatro de Albert Boadella y la música de Kiko Veneno o Muchachito Bombo Infierno.