¿Qué le diría el chino a Rajoy?
Con fecha 14 de marzo del 2014 se publicó en el BOE la modificación legislativa que limitaba la aplicación de la justicia universal, entrando en vigor al día siguiente. Esta ley parece motivada por presiones internacionales como el caso de José Couso y el recuerdo de Augusto Pinochet entre otros. Sin embargo parece ser que la espoleta ha sido la orden de busca y captura por parte de la Audiencia Nacional contra cinco miembros de la nomenclatura china, entre ellos el expresidente Jiang Zemin y el exprimer ministro Li Peng, como presuntos responsables de un delito de genocidio en el Tibet.
Dicha reforma legislativa se tramitó por procedimiento de urgencia mediante proposición de ley por parte del grupo popular acelerando los trámites y eludiendo los informes de los órganos consultivos. Como consecuencia de dicha precipitación nos encontramos con una reforma chapucera que de momento ha permitido la excarcelación de numerosos narcotraficantes sin que se haya conseguido desactivar, por ejemplo, el caso Couso. Ello habla de la dudosa capacidad de los asesores del gobierno del PP, los cuales están muy bien pagados.
La cuestión no radica en el hecho de la modificación legislativa. Teniendo en cuenta que China posee el 20% de la deuda pública española, es fácil deducir que si decide poner el papel en el mercado esto conllevaría un hundimiento de nuestra deuda lo que nos obligaría a tener que incrementar considerablemente el interés de nuestras emisiones, ello supondría un aumento del déficit público y la deuda considerable cuya corrección obligaría a importantes recortes que añadir a los ya realizados. Por tanto esta iniciativa, a pesar de las críticas de la oposición, la hubiera llevado a cabo PSOE, IU e incluso Podemos. La cuestión estriba en el hecho de la premura y precipitación con la que se ha llevado a cabo. Cualquier persona puede llegar a la conclusión de las enormes presiones a las que ha debido someter China al gobierno español.
El problema va aun más allá. Aunque nos pese, España no deja de ser un actor irrelevante en la esfera internacional. El problema podría ser que China es el principal acreedor de deuda estadounidense, suponiendo en torno al 22% de la misma. La deuda pública de EE. UU. supera el 104 % de su PIB. En China sólo alcanza en torno al 22 % de su PIB. Además es evidente que, a los actuales ritmos de crecimiento, China pasará irremediablemente a ser la primera potencia económica del mundo.
Desde la aparición de la bomba atómica los conflictos entre las grandes potencias no se resuelven en el campo de batalla. La aparición de la energía nuclear, mal que nos pese y que me perdonen los japoneses fallecidos en Hiroshima y Nagasaki, ha evitado que haya estallado la III Guerra Mundial. La victoria norteamericana de EE. UU. sobre la extinta URSS en la Guerra Fría se fraguó gracias al colapso económico producido en la Unión Soviética como consecuencia de la carrera armamentística, que detrajo recursos para atender a su población. Culminó con la victoria que supuso la llamada Guerra de las Galaxias, a la que la URSS no supo dar respuesta tecnológica. Esto llevó a la claudicación de Mijail Gorbachov.
En vista de esto no resulta descabellado pensar que, de la misma forma que EE. UU. derrotó a la Unión Soviética económicamente, China haga lo propio con EE. UU. Probablemente China derrote a EE. UU. con sus propias armas, el capitalismo. Resulta impensable una intervención militar, por lo que la única forma de evitarlo EE. UU. sería vulnerando su propia filosofía, sus propios principios fundacionales. ¿Se negaría EE. UU. a pagar la deuda a China? China no es la URRS, la población China cuadruplica la estadounidense. China es un país que prefiere invertir el dinero en controlar la deuda de otros países a atender las necesidades de su propia población.
Todo esto se lo deberemos al cortoplacismo del capitalismo que prefiere el beneficio rápido a diseñar una estrategia a más largo plazo. No creo que resulte especialmente revolucionaro ser conscientes de que, aunque nos digan que vivimos en regímenes democráticos con libertades, el verdadero poder en Occidente reside en el gran capital. Un ejemplo puede ser el sistema de financiación privada de las campañas electorales en EE. UU. El propio Bill Gates dedica el mismo dinero a financiar tanto a republicanos como a demócratas, al final siempre ganará y solicitará que le devuelvan con beneficios la inversión realizada. De tal manera que tampoco resultaría un absurdo decir que un político estadounidense más que deberse a sus votantes se debe a quien lo financia. Lo fundamental para conseguir dominar un sistema democrático occidental es el control de los medios de comunicación, una opción política que no aparece en los mismos no existe para el ciudadano, nadie se lee los programas electorales. El capitalismo no necesita oprimir al pueblo, le basta con dotarlo de un cierto bienestar para que no proteste y controlar la información que recibe.
Como consecuencia, la ambición de las grandes multinacionales occidentales por hacer negocios en China, antes de exigirle reformas democráticas, ha llevado a la creación de un gigante que conjuga lo peor de capitalismo y comunismo.
Si bien no puede gustar a muchos la hegemonía estadounidense, la china sería mucho peor. EE. UU., a pesar de todo, es una democracia que permite un régimen de libertades. Si el modelo pasa a ser el de la atroz dictadura china, que nos cojan confesados. Un ejemplo es éste, con el caso Couso probablemente se han producido presiones por parte de EE. UU., en cambio China ha obligado a modificar la legislación de un país soberano en tiempo récord. Cabe esperar que esta tendencia se acentue en el futuro.