Sin tregua y sin cuartel, todo el aparato propagandístico de la Generalidad y los voluntarios de la ANC, Òmnium Cultural y "Som Escola" (Somos Escuela) acechan a la familia de Mataró que ha pedido que a sus hijos se les imparta un 25% de las clases en español. El pasado miércoles, funcionarios, políticos y militantes de las plataformas separatistas organizaron una manifestación de rechazo a la sentencia que obliga al centro, la Escuela Pía de Santa Ana de Mataró, concertado, a aceptar la petición de estos padres. Fue delante del colegio y algunos profesores agitaban carteles con la palabra "desobediencia"
En el diario digital catalán Crónica Global se informaba del acto y destacaba que algunos padres y militantes independentistas se proponen "arrinconar a los niños y hacerles un apartheid como con los negros". Así, un militante y trabajador de Convergència en Mataró emitia en las redes sociales esa "propuesta" y decía: "Los raritos no somos los que hablamos catalán. Los raritos son ustedes". El final del texto resumía el escaso de las sentencias a favor del bilingüismo en los colegios catalanes: "Como yo digo, los jueces del TSJC y del TS me la comen de lado".
En otro tono, pero no menos indignado se mostraban algunos de los opinadores destacados de la prensa catalana. Francesc-Marc Álvaro, profesor universitario en la Ramon Llull (de los Jesuitas) y articulista de referencia de La Vanguardia sostiene en su texto de hoy que lo ocurrido en Mataró y el intento del Ministerio de Cultura por reintroducir el español en los colegios públicos y concertados catalanes es un "acto de guerra". Escribe Álvaro: "El objetivo no es ningún secreto, se ha teorizado en muchísimos papeles y se ha formulado desde varias tribunas: extirpar todo lo que convierte Catalunya en un territorio anómalo dentro del Estado e ir reconfigurándolo como una segunda Valencia, donde el nacionalismo y sus productos derivados sean cada vez más irrelevantes, residuales e ineficientes. Es la versión posmoderna y constitucional de lo que otros habían intentado por medios más expeditivos antes. La lengua catalana no es sólo de los nacionalistas, por descontado. Pero el neocentralismo necesita romper la columna vertebral del idioma para tratar de provocar el conflicto civil. Animar a los padres a salir de la inmersión es exactamente eso. Implicar los tribunales todavía lo es más. Es –soy preciso– un acto de guerra".
Sin embargo, más adelante matiza que se trata de una guerra "simbólica" y asegura: "Además, que el clima sea de guerra simbólica no implica, sin embargo, que la lista de aspirantes a héroe sea larga. Nunca lo es. Tampoco nada es gratis".