Hacia la monarquía platanera
A lo largo de la historia, quizá por su menor fortaleza física, a la mujer se la ha considerado inferior al hombre. A ello podríamos añadir que los grandes genios de la historia han sido mayoritariamente hombres (casos como el de Marie Curie se debería considerar una extraña mutación). En la actualidad, quizá también porque para muchas actividades no es tan necesaria la fuerza bruta, se acepta que tienen parecidas capacidades intelectuales y quizá sean más equilibradas y constantes. Pero además es que parece que las genias (o pseudogenias) empiezan a proliferar como setas. Que doña Esperanza es todo un espectáculo y además una embustera (entendiéndolo en la acepción de persona que miente) está sobradamente demostrado. Esta semana, como pensará que el resto de ciudadanos no nos acercamos a su indudable talla intelectual, ha intentado convencernos de que no reconoció por dos veces de forma explícita y vehemente que en su partido cobraban en negro todos menos ella y Gallardón (ésta será la penúltima de sus genialidades).
En Andalucía otra señora de parecidas y brillantes capacidades pretende responsabilizar al resto de fuerzas políticas de la inestabilidad política actual. Fue ella la que la generó al convocar unas elecciones cuando tenía presupuestos aprobados y apoyos parlamentarios suficientes. Decía que quería darle la voz al pueblo andaluz cuando la convocatoria solo obedecía a sus propios intereses personales (no a los de su pueblo y ni tan siquiera a los de su partido). Andalucía ha hablado, como usted quería señora mía, le ha dicho que su formación y usted tienen aún menos apoyos populares y que porque otros lo han hecho aún peor es usted la que debe gobernar. Pero además le ha dicho que debe negociar, dialogar y aceptar muchas condiciones (como una verdadera limpieza del socialismo en esta comunidad y no palabras y promesas vacuas). Usted, señora mía, es la máxima responsable de la situación y la que tiene que asumir el liderazgo y buscarle solución. Le han solicitado muy poco para la que tienen aquí liada, y debe saber que los votos que le van quedando son los clientelares y los de los dogmáticos ideológicos. No nos tome por más tontos de lo que parece que usted cree que somos, por favor.
Supongo que habrá mujeres más serias, capaces y menos ambiciosas en nuestro país; se me me ocurre a Ana Pastor en el PP (eficaz, aunque discreta, y no tan graciosa y populista como las anteriormente mencionadas), e imagino asimismo que lo mismo sucederá en las otras formaciones. Si no fuera así no tendría el más mínimo rubor en declararme Primer Misógino de España.
La felipesa en otra prueba de talento ahora se acuerda de proponer un sistema a doble vuelta. No es que sea mala idea sino que no es de recibo cambiar las reglas del juego según te interese. La Cospe (otra lumbrera que había olvidado, aprovechó su mayoría absoluta para modificar el Estatuto a su conveniencia y la última encuesta del CIS le dice que quizá ni aún así logre la victoria). El partido en el gobierno abrió un debate por el que pretendía modificar la ley electoral para que gobernara la lista más votada. Lo dejaron pasar por el rechazo que produjo esa idea y, quizá, alguno se daría cuenta de que si abrían ese melón otra mayoría en otro momento podría reformarla también a su medida. En cualquier caso si la hubieran aprobado hubiera sido legal, pero los legisladores que la hubieran votado (por mor de la ley D'Hondt) representarían a menos votantes que los que hubieran votado en contra.
En una democracia representativa (no dudo que más práctica y operativa) las Cámaras elegidas representan la voluntad popular de forma sesgada. Si el sistema es mayoritario las minorías quedan prácticamente excluidas como sucede en Reino Unido; si es con listas cerradas el votante tiene que transigir con la lista que imponga el partido de turno y provoca el servilismo de los electos hacia la cúpula; nuestro sistema proporcional corregido por la ley D'Hont se convierte en cuasi mayoritario en la práctica; etc. Ningún sistema consigue un fiel reflejo del sentir de su sociedad. Además prácticamente en toda Europa (hasta en la presidencialista Francia) el ejecutivo termina emanando del legislativo, de tal manera que se elige a éste con objeto de garantizar la estabilidad de aquél. Hay que reconocer que así la proporcionalidad pura provocaría un sistema ingobernable. Sistemas perfectos no ahí.
En nuestra Constitución el referéndum está supercontrolado y además no es vinculante; la iniciativa legislativa popular no se puede ejercer entre otras para leyes orgánicas o tributarias (aunque en última instancia serían ellos los que tendrían que aprobarla), etc., etc., etc., ….
Nuestros políticos, todos ellos muy demócratas, aceptan la democracia (quizá atendiendo también los deseos de los poderes fácticos) siempre y cuando las decisiones populares no se salgan de determinados parámetros. Así en vez de intentar corregir en parte el sesgo que supone la democracia representativa dando mayor poder decisorio directo al pueblo, aprovechando el DNI electrónico e Internet para permitir más participación ciudadana, etc., lo único que se les ocurre a cada uno es modificar la ley electoral de forma que atienda a sus intereses partidistas. Si se debe modificar esta ley ha de ser en frío y con un amplísimo consenso (no solo PP y PSOE), y además podrían aprovechar para permitir mayor participación a la ciudadanía. Porque esto de modificar una ley tan importante con las últimas encuestas en la mano, y cada uno aprovechar una mayoría coyuntural para hacerlo de modo que le salgan las cuentas, sería todo menos serio y propio no ya de Venezuela, sino del título del presente escrito.