Podemos retoma la propuesta del hermano de Alberto Garzón para convertir en funcionarios a dos millones de inmigrantes
Podemos ha retomado la propuesta lanzada por Eduardo Garzón, asesor de Ahora Madrid y hermano del comunista Alberto Garzón, quien declaró en una tertulia televisiva en la televisión iraní Híspan TV que la mejor manera para integrar a los más de dos millones de inmigrantes era convertirlos a todos en funcionarios para que se adaptaran mejor a nuestro país y así conseguir una mejor integración. La propuesta, calificada inicialmente de disparatada por algunos miembros de la formación ultraizquierdista, ha sido asumida por algunos círculos de cara a su inclusión en futuras convocatorias electorales. Con ello pretenden combatir los “prejuicios” contra esa población de lo que llaman la “derecha xenófoba” europea.
Preguntado sobre cómo pagaría a esos dos millones de nuevos funcionarios, que se sumarían a los otros 2.542.787, que existen actualmente, sin contar los que trabajan para las administraciones autonómicas y los ayuntamientos, el asesor populista señaló que con los millones de euros que evaden las grandes empresas. Es decir, pagarles con el dinero que supuestamente se recaudaría evitando el fraude fiscal de las grandes fortunas.
De los dos millones de nuevos funcionarios a la barataria subvencionada de Andalucía
I. Camacho.- En el secarral subbético, donde la Sierra Sur corta como una asíntota las provincias de Sevilla, Cádiz y Málaga, existe desde hace décadas un feudo político, una suerte de Barataria subvencionada cuyo gobierno administran como capataces los líderes del antiguo movimiento jornalero. En ese territorio improductivo los dirigentes agrarios supieron montar un negocio clientelar basado en la perpetuación del estereotipo del subdesarrollo andaluz, alimentado cada verano con fotogénicas movilizaciones que aprovechaban el vacío informativo para copar cuotas de pantalla. Sánchez Gordillo, Cañamero y compañía convirtieron sus ocupaciones de fincas y supermercados en un clásico estival como el Tour de Francia. Mediante esa estrategia de moscas cojoneras consolidaron un rentable mecanismo de poder y se convirtieron en administradores de un torrente de ayudas públicas que, con el PER como bandera, les permitió tejer una red de influencias basada en la explotación del victimismo social y del escándalo mediático.
Ni siquiera el todopoderoso PSOE de Andalucía ha logrado jamás desmontar esa ínsula colectivista en la que, desgastado el veterano alcalde de Marinaleda, Diego Cañamero ha asumido el papel de liderazgo. Tras años de incrustación en Izquierda Unida, donde siempre constituyeron un núcleo autónomo, han encontrado en Podemos la nueva plataforma desde la que prolongar el protagonismo imprescindible para mantener engrasada la maquinaria de la protesta y su consiguiente correlato de apaciguamiento subvencional. La reivindicación agrarista chirría en un partido de clases urbanas y universitarias como el de Pablo Iglesias, pero su absorción le proporcionaba sumas de votos en un ámbito donde estaba fuera de cobertura. Y un diputado jornalero garantiza en el Congreso la dosis de exotismo alborotador que excita al periodismo con su impostada estética guevarista.
La revelación del tingladillo nepótico con que Cañamero beneficia en El Coronil a familiares y amigos -según la investigación del anterior y breve alcalde socialista- muestra el modus operandi de esta hegemonía territorial asentada en el control y reparto de los fondos subsidiales. Una población sin horizontes laborales ha de plegarse al amparo de quien distribuye los recursos obtenidos mediante la profesionalización reivindicativa. El antiguo sindicato campesino se ha transformado en una estructura de clientelismo puro subcontratada al servicio de una organización chavista. La propia evolución personal de Cañamero, de epígono predilecto del cura Diamantino -un hombre bueno cuya ideología radical era fruto de un compromiso humanista- a señor feudal disfrazado de apóstol revolucionario, es el testimonio de esa burocratización política de la rebeldía. Una farsa totalitaria cuyo elenco viaja en el camión escoba de Podemos, siempre dispuesto a recoger a lo mejorcito de cada casa.