Carmelo Jordá
Menos quitar Francos y más quitar lazos
¡Ay, si estos redentores de pacotilla fuesen tan valientes para enfrentarse a los vivos como lo son para encararse con los muertos!
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2018-08-21
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Pedro Sánchez | EFE
El Gobierno de Sánchez ha llegado a la Moncloa a lomos de las múltiples urgencias sociales que hacían imprescindible desalojar a Mariano Rajoy, aunque fuese apoyándose en una mezcla imposible de separatistas racistas, populistas bolivarianos, nacionalistas aranistas tan o más racistas que los de antes e incluso con unos amiguetes de ETA como guinda del nauseabundo pastel.
¿Qué ha sido de todas aquellas urgencias, de aquellos agobios, de tan tremendas necesidades? Parafraseando a Cervantes: fuese Rajoy, y no hubo nada.
Y así estamos: incapaces de una política que merezca tal nombre, se entretienen, y nos entretienen, con una propaganda basada en espectáculos tan sórdidos como el de remover los huesos de los muertos y las memorias históricas de una generación que ni vivió la Guerra Civil ni casi conoció el franquismo –cuatro años y medio tenía Pedro Sánchez cuando el dictador llegó al Valle de los Caídos–, pero que está dispuesta a ganar la guerra y a matar a Franco, ambas cosas con un ligero desfase temporal.
Se atreven con los huesos de Franco y con el Valle de los Caídos en la seguridad de que la operación será un éxito mediático, con la esperanza de ir noqueando a Podemos y de que, con suerte, el PP y Ciudadanos tropiecen cuando la horda periodística agite el viejo espantajo.
Sin embargo con lo que no se atreven es con los fascistas de ahora, los que sí están vivitos y coleando, repartiendo carnés de idoneidad genética y lazos amarillos, construyendo una Cataluña que cada vez se parece más a aquella unidad de destino en lo universal, solo que en otro idioma.
A eso no le prestan atención, de eso se mantienen exquisitamente equidistantes: las amenazas son sólo frases, lo mismo da poner lazos que quitarlos, los intolerantes son esos señores del PP y de Ciudadanos que no se dejan insultar, los muy fachas. Y mientras tanto hay catalanes de bien que se arriesgan a que, literalmente, les partan la cara por limpiar las calles de la basura plástica amarilla, catalanes a los que el Gobierno no puede ayudar porque está muy ocupado manoseando los huesos de un señor que se murió hace más de cuarenta años.
Llámenme loco, pero yo diría que el futuro de España no pasa por un Valle de los Caídos que en realidad no importa nadie y que hagas lo que hagas no va a servir para mejorar la vida de nadie; sí pasa, en cambio, por las calles y las plazas de una Cataluña en la que el totalitarismo campa a sus anchas y nos estamos jugando seguir siendo un Estado de Derecho, una democracia de ciudadanos libres e iguales.
¡Ay, si estos redentores de pacotilla fuesen tan valientes para enfrentarse a los vivos como lo son para encararse con los muertos! ¡Ay, si se esforzasen menos en quitar Francos y más en quitar lazos!