Submarinos chinos para el golpe de Estado
Ahí siguen, señalando, amenazando y agrediendo no sólo de palabra a quienes se oponen a sus turbios delirios racistas, supremacistas y xenófobos.
Pablo Planas
EFE
A mediados del Procés, allá por los años 2014 y 15, se hizo popular gracias a TV3 un trastornado que proponía ceder los puertos de Barcelona y Tarragona a la Armada de la China a fin y efecto de que estableciera bases de submarinos nucleares o lo que tuviera a bien. El tipo sostenía que si la Unión Europea echaba de su seno a una Cataluña independiente, la mejor forma de contrarrestar la posibilidad de una invasión española o francesa, tal cual, era aliarse con la potencia oriental y aprovechar la posición estratégica de Cataluña en el Mediterráneo para ofrecer a la China los puertos y demás infraestructuras claves como una manera perfectamente plausible de garantizar la independencia.
A ese sujeto se le hicieron varias entrevistas en la televisión autonómica.
Una de ellas fue recogida y traducida por la página Dolça Catalunya. Merece la pena el visionado, toda vez que las palabras del individuo, supuesto analista financiero, tuvieron sus efectos. Sin ir más lejos, la Generalidad preparaba un par de años después un desopilante informe dirigido a las autoridades chinas en el que solicitaba un préstamo de 11.000 millones de euros para poner en marcha la república catalana. Incluía el dosier un power point con datos históricos como que Cataluña había sido un Estado independiente surgido del imperio carolingio y que fue arrasado por los españoles en 1714, año desde el que la región permanecía ocupada militarmente.
Tal informe fue hallado por la Guardia Civil y consta en el sumario instruido en el Juzgado nº 13 de Barcelona y por el que están procesados una treintena de altos cargos de la Administración autonómica. Es uno de los cientos de documentos preparatorios del golpe de Estado, una pequeña muestra de hasta dónde estaban dispuestos a llegar Mas, Puigdemont, Junqueras y toda esa tropa de presuntos pacifistas y contrastados golpistas que, lejos de haber desistido, persisten en sus planes, no por disparatados menos lesivos.
Solo por ese papel, nuestros golpistas habrían sido acusados, juzgados y condenados en Alemania por alta traición (el equivalente al delito de rebelión en España), e ilegalizados sus partidos. Pero aquí no, aquí se les permite continuar con sus siniestras actividades, con el hostigamiento a los no independentistas, con los insultos y el odio cotidianos en los medios de la Generalidad, con las maniobras internacionales para desacreditar una democracia que les permite especular con la vida y la hacienda de millones de personas y quebrar una sociedad entera.
Ni siquiera el juicio en el Tribunal Supremo les detiene. Cuentan con los indultos prometidos por el Gobierno, con la presión que ejercerán sus bases si las sentencias responden a lo probado y con toda una Administración volcada en inocular el odio en las escuelas, en los medios, en los escenarios y hasta en los púlpitos. Mienten, manipulan, se hacen las víctimas y les va de lujo. Ahí mismo el actor y director Joan Lluís Bozzo, que hace un par de días
tuiteaba:
Que no nos engañen. En Cataluña conviven los catalanes (que, sean de donde sean, quieren a Cataluña) y los españoles empadronados en Cataluña que quieren eliminar nuestra lengua, cultura, símbolos y libertades para entregar el país al reino de España. ¡Alerta máxima!
Otra muestra reciente, un artículo de Bernat Dedéu en un digital separatista:
Los españoles trajeron a Valls a Barcelona para impedir una victoria del independentismo y el antiguo primer ministro francés (a pesar de sus execrables resultados) ha cumplido su misión como un diligente gendarme. Entendedlo de un puñetera vez, compañeros independentistas: son españoles y siempre actuarán, pactarán y tramaran las alianzas según sus intereses, dispuestos a que continuemos viviendo en nuestra cómoda moral de esclavos.
Esclavos, sí, burgueses oprimidos que soportan los rigores de la terrible represión como pueden, acomodados en el Liceo, en la Cámara de Comercio, en un entramado de medios subvencionados con el dinero de los opresores, aferrados a sus cargos en las Administraciones Públicas, señalando, amenazando y agrediendo no sólo de palabra a quienes se oponen a sus turbios delirios racistas, supremacistas y xenófobos.