La mayor parte de la población es pobre o anda escasa de recursos. Es muy fácil vender el mensaje de la izquierda porque a la tropa le entra muy bien por las orejas, ya que escucha el mensaje que quiere oír.
La derecha es consciente de su desventaja pues tiene que colocar un producto más difícil de digerir y en cierto modo se avergüenza de sí misma, por lo que trata de vender eficiencia. Conseguir mejores resultados metiendo la mano un poco menos en el bolsillo del ciudadano.
Por otra parte en el arte de la propaganda la izquierda le da un millón de vueltas a la derecha, porque el producto que pretende colocar es más vendible y porque realmente lo hacen mucho mejor.
A la hora de la verdad cuando la izquierda llega al poder, se olvida de todo lo prometido, reparte algunas limosnas para mantener contento a cierto sector de la población, aprieta las tuercas con subidas de impuestos a todos aquellos débiles o debiluchos a los que se puede desplumar y se sienta con los poderosos a repartirse el pastel. El resultado final es que los poderosos se mantienen o lo son cada vez más y los dirigentes de la izquierda y sus allegados se llevan su parte tan “ricamente” y se instalan en la buena vida como nuevos ricos que son. Eso si, sin dejar de mantener su discurso más hipócrita.
Esta forma de actuar tiene los días contados porque al final la cuerda no da más de sí y llega el momento en que reparten más palos que zanahorias. En ese momento sus votantes ya no se contentan con recibir sólo jabón en las orejas y nada más, entran en depresión, se abstienen o practican el voto de castigo pasándose al enemigo.
Llega entonces el turno de la derecha que trata de aliviar la carga impositiva de los que siempre pagan, se reparte el pastel con los poderosos y procura no dejar demasiado desatendido el capítulo de las limosnas, para que no sea demasiada la gente que saque los pies del tiesto. Eso podría mantenerles en el poder una larga temporada, pero entonces aflora su parte más cavernícola y comienzan a tratar de imponer determinadas formas que no gustan a la población y que poco a poco contribuyen a cavar su tumba.
Y vuelta a empezar.
Para mí ser de izquierdas es estar instalado en los mundos de Yupi o en el país de nunca jamás y la derecha es “el sueño americano”, inalcanzable para casi todo el mundo.
O lo que decía Calderón:
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ficción,
una sombra, una ilusión,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.