Con tu permiso Sasha y con el del autor de la obra. Perdonar por el ladrillo
“Los que hacen imposible una revolución pacífica harán inevitable una revolución violenta”.
Es difícil encontrar una posición respecto a los sucesos que empiezan a aparecer con mayor frecuencia, en los que nos encontramos con ciertos conatos o principios de estallidos sociales, con mayor o menor virulencia. Desde movimientos incontrolados, asaltos a supermercados, hasta lo que puede acabar siendo una situación de guerrilla urbana a la que se está llegando en algunos sitios.
Ante la pregunta de si es deseable o no que esto ocurra, entiendo que la inmensa mayoría de las personas de este país contestarán que de ninguna forma es deseable. Esto se demuestra en el hecho de que incluso a día de hoy, en unas situaciones extremas y ante toda una serie de golpes, las manifestaciones de violencia son claramente minoritarias. Sin embargo, tenemos que tener en cuenta que estas son inevitables si persistimos en este camino. Por tanto, no son deseables, pero desde luego si que están ampliamente justificadas.
Para entenderlo pensemos en una persona conduciendo un coche sin frenos por una carretera de montaña, a toda velocidad y con una borrachera de impresión. ¿Es deseable que esta persona tenga un accidente?. Evidentemente nadie deseará la muerte de este conductor, y mucho menos la del que aparezca por el camino. Pero sin embargo, el accidente será el acontecimiento más plausible, y tan sólo existe una forma de evitarlo, que es cambiar las circunstancias de conducción y conductor. No hay otra. Sin embargo de alguna forma, ahora mismo tenemos a todos los borrachos criticando al que dice que este conductor va a acabar en el barranco porque se supone que busca los accidentes.
En lo económico y social estamos en un proceso en el que los ciudadanos estamos asumiendo una sucesión de costes y golpes que son brutales, y un proceso en el que directamente se están cerrando todos los procesos para que podamos reclamar que los estados se ocupen de maximizar el beneficio de los ciudadanos. Nos hemos encontrado leyes que blindan a grandes empresas y en general a empresas que presten servicios básicos de las reclamaciones y quejas de los ciudadanos, se diseñan impuestos para evitar que las empresas compitan y en general se toman una serie de medidas para conseguir una situación en la que todos los ciudadanos parece que estamos en un lago esquivando fraudes, tratando de luchar contra monopolios y haciendo continuamente controles de daños de las medidas que se han aprobado el viernes de turno.
Los fumadores se pasan de cigarros a tabaco de liar, hasta que se cambia la estructura fiscal para evitar la competencia y se encarece, de ahí se pasa a los cigarritos, hasta que se repite la estructura. Evitamos los peajes, y en consecuencia se toman una serie de medidas para que circular por las carreteras sean más caras; ahorramos en electricidad y se toman una serie de medidas para que suba de precio de forma que el ahorro en electricidad suponga subidas en las facturas. Y así con innumerables procesos que a lo largo del día nos tiene enfangados en una lucha continua y en un proceso en el que las salidas que tenemos son cada vez más bloqueadas porque se tiene que generar negocio y recaudación, y tan sólo hay un sitio donde hacerlo, y es obligar de facto a que paguemos cada vez más.
Y ante los intentos de lograr que los representantes de los ciudadanos, (son esto en realidad y no dirigentes), lo que conseguimos es que a cada iniciativa se responde como si los ciudadanos fuésemos enemigos declarados, que tan sólo tratan de hundir el país, cuando en realidad los ciudadanos quieren que el país prospere, (y los ciudadanos con él), y son los que toman las decisiones, los que una vez tras otra están destrozando el país.
Pues esta sensación de que directamente se trata de sangrar a la gente para generar beneficios para determinados colectivos que si tienen todo el acceso a nuestros, (no a los suyos), representantes, combinada con una situación en la que la penuria y las esperanzas de una gran parte de la población, añadido porque la preocupación lleva a la búsqueda de información y por tanto a que los conocimientos se difundan más rápido solo nos puede llevar a un desenlace que ya comienza a ser muy evidente.
Evidentemente el desenlace no es deseable, y por supuesto no es necesario. Como no es necesario, ni deseable que el conductor borracho se estrella, pero es completa y absolutamente inevitable. La duda es en que curva ocurrirá el accidente, sobre todo cuando se entra en un proceso en el que la euforia se acelera, con el consiguiente acelerón del coche y las bebidas.
Con cada vez mayor frecuencia se ven signos que nos indican el camino, signos que son reprimidos, ignorados y tachados y que aún por encima generan una mayor sensación de impunidad. En realidad es el mismo proceso que el borracho que empieza a derrapar en alguna curva y que tras controlarla en unos momentos de angustia acaba generando aún mayor confianza ya que se cree que todo puede ser controlado. Y es verdad, se pueden controlar todos y cada uno de los derrapes, hasta el último.
Por mucho que se oculten estos signos, la realidad es que estoy seguro que todos en nuestra vida, sea cual sea el ámbito en que nos movamos, (excepción hecha de todos estos colectivos que están fuera de la sociedad en un mundo paralelo de lujo y relaciones cerradas), asistimos a un cambio de discursos en la gente. ¿Quién no ha escuchado ya alguna vez a alguien decir aquello de “soy pacifista pero están consiguiendo que me lo replantee”?.
Este es el mayor problema que tenemos ahora mismo y es lo que realmente tenemos que conseguir; el cambio de paradigmas y dogmas es inevitable, y lo que se necesita es conseguir de alguna forma que exista alguna posibilidad de que esto se encauce de forma pacífica, en lugar de buscar alguna forma de controlar todos los movimientos que traten de hacer el cambio pacífico.
Lo cierto es que no podemos permitirnos una situación en la que millones de personas estén preguntando ¿Qué hago para evitar tal o cual abuso?, y escuchando frases vacías o contestaciones del tipo: “pues no es fácil”, “aguantar”, “tener ánimo” o similares, sin alternativas reales.
Quizás debería tenerse en cuenta todo esto, antes de que sea tarde, (si no lo es ya), y sobre todo tener en cuenta que podemos llegar a una situación en la que un número crítico de personas, (ni tan siquiera tienen que ser todas), lleguen a una conclusión que se puede reproducir en una frase mucho menos elegante pero mucho más contundente: “O follamos todos, o tiramos la puta al río”.