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Karlicones 28/08/18 14:54
Ha respondido al tema Versos sueltos
. COSAS QUE ME DAN PENA Las cajeras del Día los viejos y las viejas. La asistenta y su hija aprendiendo en la Celsa que un chinito no engancha y a los veinte la entierran. Los amores que tuve el milagro que dejan. El amor recibido el amor que aún me tiembla. Me da pena mi casa, la mesita de Ikea, el frío, la estufita, mi madre y sus tarteras. Me da pena que acabe. Me da pena si empieza.  Los balcones del centro sus visillos gris perla. La espalda del polaco con su bombona a cuestas. Me da pena ir al Rastro, el negro sin licencia. Me da pena internet navegando a dos velas, autistas afectivos... sin una boca cerca, manoseando un ratón pornográfica técnica. Las pelis  de la dos. Tragarse la tristeza. Me da pena los lunes peinaditos de fiesta. Los ojos de mi perro el paque y la cadena. Me da pena el atasco la casita en la sierra. Los carros de Alcampo los créditos vivienda. Me da pena quererte y que tu no me quieras seguir sin ti viviendo o hacer que me lo crea. Me da pena escribir estos versos que enredan mi pecho con su lana y la sed de tejerla. No escribo para mí esto es del que lo lea. Belén Reyes   Jajajaa, muy actual, esto escrito en castellano del XIV o XV y te mueres, jajajaaa      
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Karlicones 28/08/18 14:51
Ha respondido al tema Versos sueltos
Siempre me ha emocionado mucho, así que sólo pondré uno...       IFIGENIA CRUEL   Personas: Ifigenia,sacerdotisa y sacrificadora Orestes, náufrago Pílades, su amigo Toas, rey de los tauros Pastor, mensajero de noticias. Coro de mujeres de Táuride. Gente marinera y pastores, adornados con curnecillos. TARDE, COSTA DE TÁURIDE, CIELO, MAR, PLAYA, BOSQUE, TEMPLO, PLAZA: EMPIEZA LA CIUDAD                                         I IFIGENIA que ha perdido la memoria de su vida anterior: Ay de mí, que nazco sin madre y ando recelosa, de mí, acechando el ruido de mis plantas por si adivino a dónde voy. Otros, como senda animada, caminan de la madre hasta el hijo, y yo no —suspensa del aire—, grito que nadie lanzó. Porque un día, al despegar los párpados, me eché a llorar, sintiendo que vivía; y comenzó este miedo largo, este alentar de un animal ajeno entre un bosque, un templo y el mar. Yo estaba por los pies de la Diosa, a quien era fuerza adorar con adoración que sube sola como una respiración. —Y pusiste en mi garganta un temblor, hinchiendo mis orejas con mis propios clamores, me llenabas toda poco a poco jarro ebrio del propio vino, si ya no me hacías llorar a los empellones de mi sangre. De tus anchos ojos de piedra comenzó a bajar el mandato, que articulaba en mí los goznes rotos, haciendo del muñeco con amenaza viva. Tu voluntad hormigueaba desde mi cabeza hasta el seno, y colmándome todo el pecho, se derramaba por mis brazos. Nacía entre mi mano el cuchillo, y ya soy tu carnicera, oh Diosa. CORO Respetemos el terror de la que se salió de la muerte y brotó como un hongo en las roscas del templo. A osadas pretendía hablar como no hablan viento y mar, sacudiendo ansiosa los árboles que respondían a gritos de pájaros, o arrancando caricias rotas en el reventar de las olas. —Hija salvaje de palabras: ¿Quién te hizo sabia en destazar la víctima? ¿Quién te enseñó el costado donde esconde su corazón el náufrago extranjero? Íbamos a envolverte compasivas, a ti, montón de cólera desnuda, cuando nos traspasaste con los ojos, hecha ya nuestra ama. IFIGENIA Otros se juntan en fáciles corros apurando mieles del trato: yo no, que si intento acercarme, huyo, de mí misma asustada, como si otro por mi voz hablara. Otros prenden labios a labios y promesas se ofrecen con los ojos, gozando en conciliarse voluntades: yo no, amanezco cada día al tronco de mí misma atada. Otros, en figuras de baile alternan amigos y familias, contrastando los suyos con los pasos de otro: y yo no, que caigo cada noche en mi regazo propio. CORO ¿Te dio Artemisa su leche de piedra, mujer más fuerte que todos los guerreros? ¡Qué cosa es verte retorcer los brazos en el afán de ahogar a un hombre! Prefieres la víctima iracunda, vencida primero y luego abierta, para que Artemisa respire la exhalación de sus entrañas. ¡Oh cosa sagrada y feroz! Una fuerza que desconoces está anudada en tu entrecejo. Y con todo, entre temor y antojo, te amamos como a fiera joven, y mil veces, señora, vamos a acariciarte, cuando he aquí que de pronto nace el rayo por la sobrehaz de tu piel. ¡Oh cabellera híspida que no puedo peinar! ¡Oh frente y nuca broncas de besar! ¡Brazos redondos, piernas ágiles, pies elásticos y perfectos! ¡Vaso precioso de mujer arisca: dinos, dinos al menos si no puedes ser dulce un solo instante; dime si al fin podré besarte las leves puntas de las manos! IFIGENIA Y, sin embargo, siento que circula una fluida vida por mis venas: algo blando que, a solas, necesita lástimas y piedades. Quiero, a veces, salir a donde haya tentación y caricia. Pero yo sólo suelto de mí espanto y cólera. Y cuando henchida de dulces pecados, me prometo una aurora de sonrisas, algo se seca dentro de mi misma; redes me tiendo en que yo misma caigo; siendo yo, soy la otra... Y me estremezco al peso de la Diosa, cimbrándome de impulso ajeno; y apretando brazos y piernas, siento sed de domar algún cuerpo enemigo. ¡Oh amor mejor que vuestro amor, mujeres! Os corre un vigor frío por la espalda: ya son las manos dos tenazas, y toda yo como pulpo que se agarra. Y en la gozosa angustia de apretar a la bestia que me aprieta, entramos en el mundo hasta pisar con todo el cuerpo el suelo, Libro un brazo, y descargo la maza sorda de la mano. Hinco una rodilla, y chasquean debajo los quebrados huesos. ¡Ya es mío! ¡Ya es tuyo, Artemisa! Y subo, con un grito, hasta la eterna oreja. Pero al furor sucede un éxtasis severo. Mis brazos quieren tajos rectos de hacha, y los ojos se me inundan la luz. Alguien se asoma al mundo por mi alma; alguien husmea el triunfo por mis poros; alguien me alarga el brazo hasta el cuchillo; alguien me exprime el corazón. CORO Respetemos el dolor de la que se salió de la muerte y brotó como un hongo en las rocas del templo. Sacerdotisa pura en traza de mujer, nunca divagaré por sus dos senos de virgen atleta. Ni gozaré tejiendo sus cabellos. Nunca disfrutarán su piel mis manos, ni ha de tocarle sino el aire, o el agua donde suele romper con el contento del cabello sediento. —Y te envidio, señora, el agrio gusto de ignorar tu historia. IFIGENIA Es que reclamo mi embriaguez, mi patrimonio de alegría y dolor mortales. ¡Me son extrañas tantas fiestas humanas que recorréis vosotros con el mirar del alma! Cuando, en las tardes, dejáis andar la rueca, y cantáis solas, a fuerza de costumbre, unas tonadas en que yo sorprendo como el sabor de algún recuerdo hueco; canciones hechas en el hilo lento, canciones confidentes y cómplices que, siempre con iguales palabras, esconden cada vez hurtos distintos y mordiscos secretos en la pulpa de la vida; que, mientras manan sin esfuerzo de la boca, dan libertad para otros pensamientos—, entonces yo adivino que andáis errando lejos de la labor que ocupa vuestras manos, dueñas de lo que sólo es vuestro y que en vano atisban los maridos en la joya robada de los ojos. Ninguna costumbre os sujeta y en lícita infidelidad, abrís con la llave que lleváis al cinto una cerradura sin chirridos. Y os envidio, mujeres de Táuride, alargando mis manos la canción perdida. (¿Veis? Magníficamente nace del mar la sombra cuando en las colinas violetas, asoman, de regreso, los pastores de toros...) CORO Canta, con aire monótono.           Cantemos, dando al tiempo alma y copo, rueca y voz.           Horas inútiles tejen tierra y cielo, tarde y mar.           Arañita de la casa, no me dan oficio mejor.           Consejos me da la rueca, sintiéndome a solas reír.           Hay quien de noche duerme, y hay quien de día trabaja.           Hay quien aún se acuerda, y secreta y calla.           Hay quien perdió sus recuerdos y se han consolado ya. Calla un instante. Dice luego: ¿Callas, señora? ¡Solamente callas! Y, como a aquel que canta contra el aire, nuestra canción parece caernos en la cara, queriéndose volver de nuevo al pecho. ¡Oh mujer de rodillas duras! No acertamos a compadecerte. fuerza será llorar a cuenta tuya, a ver, si, de piedad, echas del seno ese reacio aborto de memoria que te tiene hinchada y monstruosa. No hay de nosotras quien no ceda a la canción, poniendo en ella lo que cada una sabe a solas, si no eres, tú, pregunta sin respuesta, a quien vivimos parteando el alma con afán. No hay de nosotras quien a las lágrimas no acuda con esa gula íntima de probar un secreto, donde comienza el juntarse de las almas en un temblor de miedo y amistad. ¡Pero tú, que ni nos engañas siquiera! tú que nos das la nada que te llena, ¿no harás, al menos, por forjar un sueño, una memoria hechiza que nos pague la sed de consolarte que tenemos? No; rechina entre tus dientes la voz: ni recordar ni soñar sabes, ni mereces los senos en el pecho, ni el vientre, donde sólo crías la noche. IFIGENIA Os amo así: sentimentales para mí, haciendo, a coro, para mí uso, un alma donde vaya labrada la historia que me falta, con estambre de todos los colores que cada una ponga de su trama. Tal vez me apunta un resabio de memoria hechas de vuestras ansias naturales, y en el imán de vuestras voluntades, parece que la estatua que soy arriesga un pálpito. Pero soy como me hiciste, Diosa, entre las líneas iguales de tus flancos: como plomada de albañil segura, y como tú: como una llama fría. Sobre el eje de tu nariz recta, nadie vio doblarse tus cejas, ni plegarse los rinconcillos inexorables de tu boca, por donde huye un grito inacabable, penetrado ya de silencio. ¿Quién acariciaría tu cuello, demasiado robusto para asido en las manos; superior a ese hueco mezquino de la palma que es la medida del humano apetito? ¿Y para quién habías de desatar la equis de tus brazos cintos y untados como atroces ligas al tronco, por entre los cuales puntean los cuernecillos numerosos de tus bustos de hembra de cría? ¿Quién vio temblar nunca en tu vientre el lucero azul de tu ombligo? ¿Quién vislumbró la boca hermética de tus dos piernas verticales? En torno a ti danzan los astros. ¡Ay del mundo si flaquearas, Diosa! Y al cabo, lo que en ti más venero: los pies, donde recibes la ofrenda y donde tuve yo cuna y regazo; los haces de dedos en compás donde puede ampararse un hombre adulto; las raíces por donde sorbes las cubas del sacrificio, a cada luna. Alfonso Reyes       ¡¡Sed muy felices!!        
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Karlicones 28/08/18 14:50
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NO he podido evitar la tentanción de buscar su biografía. No podría fallarme la intución. Me alegra estar tan despierta, durmiendo...     Marilina Rébora Aguirre nació en enero de 1919 en Buenos Aires, (Argentina) en el seno de una familia acomodada; hija de Juan Carlos Rébora y de María Celina Aguirre. Su padre, además de haber sido uno de los jurisconsultos más sobresalientes que ha tenido el país, desempeñó, con dignidad y talento, importantes funciones públicas. Fue, en efecto, Presidente de la Universidad de La Plata, entre 1938 y 1941, Vicepresidente del Consejo Nacional de Educación, entre 1942 y 1943, y Embajador de la República Argentina en Francia, entre 1955 y 1958. Marilina estudió dibujo y pintura junto a Ernesto Riccio, Vicente Puig, Susana Aguirre y Horacio Butler. Expuso sus obras en diversos salones y se halla representada en dos museos provinciales. Paralelamente desarrolló su carrera literaria. Sus primeros poemas datan de 1936, 1937 —algunos en idioma francés como Les étoiles que j’aime, Madame la lune y Mon petit reve— y 1938. Marilina rápidamente se compenetraría desde pequeña de los efluvios de la cultura, cuando frecuentaban su casa los amigos de su padre y de su infancia: Alfonsina Storni —que la sentaba en su regazo–, Arturo Capdevila, Pedro Bonifacio Palacios (Almafuerte), Leopoldo Lugones, Rafael Alberto Arrieta, Rafael de Diego, Norah Borges –que le hiciera un retrato en 1927 titulado 'Marilina con una naranja en la mano'–, Horacio Quiroga y sus hijos Darío y Eglé, Ricardo Rojas, entre otros, y al decir de sus palabras: “En Alfonsina Storni y en las de Capdevila, Rafael Alberto Arrieta, o Rojas y de Diego, Yo hubiera abandonado tiernamente mi mano; pero Horacio Quiroga me contenía luego con su barba cuadrada. Y yo, algo intranquila, quedaba en la escalera, vuelta desde el rellano”. (De “Los Amigos”, LOS DÍAS DE LOS DÍAS) Quizá fue ese contacto de privilegio el que la llevó a la poesía, llegando a publicar nueve libros y a dejar más de veinte inéditos. A Los Días de los Días (1969) siguieron Libro de Estampas (1972), El Río Azul (1975), Tiempos de la Vida (1975), Las Confidencias (1978), Animalerías (1980), El Lagarto estaba harto (1986), No me llames poeta (2001). Colaboró en el diario “La Prensa” de Buenos Aires, donde fueron publicados varios de sus poemas. Su primer libro LOS DÍAS DE LOS DÍAS (1969) tuvo gran acogida y elogiosos comentarios por parte de críticos y gente de letras. A él siguieron LIBRO DE ESTAMPAS (1972); EL RÍO AZUL (1975), TIEMPOS DE LA VIDA (1975); LAS CONFIDENCIAS (1977); ANIMALERÍAS (1980); EL LAGARTO ESTABA HARTO (1986); NO ME LLAMES POETA (2001)  y CALEIDOSCOPIO ARTÍSTICO (2003) –estas dos últimas, obras póstumas–. Ha dejado más de veinte obras inéditas. LOS DÍAS DE LOS DÍAS, si es la primera obra que Marilina Rébora publica, no es la inicial de su labor, aunque ésta así comience para el público. Ya encontramos poemas inéditos que datan de 1936 y en idioma francés, como más arriba indicamos. Marilina Rébora falleció en Buenos Aires el 19 de septiembre de 1999 a la edad de 80 años.   
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Karlicones 28/08/18 14:47
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Por su firma sería capaz hasta de decir en qué colegio estudió...     A MI HIJO Alguien dijo que recuerdas  un niñito de Murillo,  y en verdad que lo pareces  por tu gracia y por tus rizos.  Tienes cabellos castaños,  ensortijados y finos  con algo de oro en las sienes,  como si fuera rocío.  La tez pálida y morena,  negros ojos expresivos  que miran llenos de asombro,  como miran los del niño.  Estabas con tus juguetes,  de pie sobre el ancho piso,  cuando te vi de repente  junto al blanco corderillo;  y al mismo tiempo la imagen  que tuviera en el olvido  apareció viva y fuerte,  tan clara como un prodigio.  Sin perder un solo instante,  entré de un salto al recinto  y trepando como pude  saqué el Cristo de su sitio,  colocándolo a tu lado  según era mi designio.  Y después, en un arranque  de ternura y de cariño,  orgullosa más que nunca  de mi hijo y de mi niño,  exclamé dándote un beso  en ese rostro tan lindo:  «¡Eres el San Juan Bautista  más delicioso que he visto!» Marilina Rébora     ¡¡Sed muy felices!!     La M es tan parecida, tanto, que me impresiona...        
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Karlicones 28/08/18 14:46
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-  A LA MUERTE                 I Muerte,  fatal término, ausencia por siempre.  Sólo el campo yermo que nos recibe,  de su tierra, nuevo abono. Nunca más la fragancia de la brizna de hierba  ni el arder de encendidos leños;  tampoco la fina llovizna de la ola rompiente  en el rostro de frescura ávido.                 II «Era nuestra madre», dirán después los hijos  con ternura en los ojos.  El dolor de la ausencia, olvidados objetos  mañana joyas auténticas.  «Ella decía...», repetirán las frases  antes molestas  a causa de desgano  o ansias de silencio  o sueños de libertad.  Sílabas musicales enhebrarán palabras en recuerdos imperiosos,  desesperación de volver a vivir en el tiempo...  Tarda respuesta a un canto de amor. «¿Recuerdas aquel gesto?  »¿Y su sonrisa triste?  »¿Y su pensamiento fijo en nosotros?  »¿Sus manos, suavidad de alas rozando nuestros rostros?  »¿El paso quedo junto a nuestro lecho en la alta noche  y el murmullo de plegaria para encomendarnos a Dios?»                 III Poco a poco el ausente  más lejos cada vez en el recuerdo  —que alguien siempre lo reemplaza—;  sus cosas van perdiendo la fragancia que de él se desprendía,  impregnándolas;  la manera de inclinarlas no es la misma  y en el tiempo  va cambiándoselas de sitio.  Cada día su nombre acude menos al labio.  Las lágrimas en manantial ya no brotan;  tan sólo de a una  que se enjuga furtiva.  Hasta que todas secan  agotada la fuente de dolor.  Un velo cubre entonces la imagen en la retina,  la maleza oculta la antes nítida figura en todo paisaje,  visten los ambientes colores de seres distintos  que distraen,  va el alma tras vivencias nuevas.  Y un día  se llora el olvido. (Tú, Muerte tan temida,  sólo eres un pretexto:  el olvido es más cruel que tu guadaña). Marilina Rébora No me llames poeta (2001)    VI. A LA MUERTE     Del 2001 tenía que ser, annus horribilis   ¡¡Sed muy felices!!        
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Karlicones 28/08/18 14:43
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Deberíamos dar muchas más gracias a Dios por los sentidos...            BORDADOS DE DIOS “¿Qué quiere decir glauco?”                                              “Muy simplemente, verde.”  “Y añil, ¿qué significa?”                                        “Azul; es bien sencillo.”  “¿Y el escarlata, madre? Di, para que me acuerde,  como siempre recuerdo que el gualdo es amarillo.” “Del latín scarlatum deriva el carmesí,  o más preciso el rojo, el de Caperucita,  y ya más definidos, los tonos de rubí:  encarnado, bermejo, sin que el punzó se omita.” “Colores y colores, colores, madre mía,  en variedad constante que todo lo renueva  para dar a las cosas infantil alegría.  Por eso Dios se afana derramando colores  y, para que tengamos siempre alegría nueva,  borda ese paraíso, prisma de resplandores.” Marilina Rébora       ¡¡Sed muy felices!!        
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Karlicones 28/08/18 14:41
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Así lo decía Clotilde...      CLOTILDE, EN LA MUJER POBRE DE LEÓN BLOY « La única tristeza» —insinúa Clotilde—  « es la de no ser santo», añadiendo, «aquí abajo».  ¿Pues no basta, me digo, un corazón humilde  ni el espíritu hecho a piadoso trabajo? ¿Tampoco es suficiente tolerar la injusticia,  eludir el halago con natural modestia,  desconocer a un tiempo altivez y codicia  o cumplir los deberes sin acusar molestia? No; que el ser sobrehumano, aquel que a sí renuncia,  el mismo que se niega y carga con su cruz,  el que calla dolores y alegrías anuncia  para alentar al prójimo con el amor debido,  es el que alcanza —único— áureo nimbo de luz,  el santo que Clotilde lamenta no haber sido. Marilina Rébora   Me parece fantástico.   Me lo llevo... a mi archivo particular.           ¡¡Sed muy felices!!            
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Karlicones 28/08/18 14:40
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Loable mensaje el de la anterior...   Magníficamente bien descrito.   Se ve con otros ojos, pasado el medio siglo.     ¡¡Sed muy felices!!            
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Karlicones 28/08/18 14:39
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-       A QUÉ APENARSE ¿ A qué apenarse tanto por las pequeñas cosas?  Guardemos el pesar para lo irreversible.  Si se olvidan los besos y marchitan las rosas,  soportemos la vida, con ánimo apacible. Vistámonos con alas de etéreas mariposas,  soñemos en lo alto la cumbre inaccesible,  que dejando detrás ideas enojosas  la vida cotidiana será más accesible. Aceptemos un mundo que sea conciliable;  un solo hecho cuenta carácter trascendente:  el hecho de no ser, un día, de repente,  y de decir adiós a todo lo mutable,  viviendo en armonía, tratando que no estorbe  nada de lo minúsculo, ante el girar del orbe. Marilina Rébora       ¡¡sed muy felices!! Nunca mejor dicho...      
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Karlicones 28/08/18 14:37
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-   ARCO IRIS               I       TRAJE ROJO Tu blancura de mármol de Carrara, fulge bajo tu roja vestidura, y me han hecho pensar traje y blancura, en un clavel que a un lirio aprisionara. Ante el ampo radioso de tu cara, suele evocar mi mente la figura de una límpida perla que fulgura sobre un granate de belleza rara. Tu cuerpo al ondular finge sangrienta llamarada tenaz que, ávida, intenta calcinar el plumón de tu cabello. O hace pensar, si se levanta erguido, en un gran cisne escultural, herido por una mano bárbara en el cuello. Miguel Rasch Isla     Son de lectura muy fácil y rápida, por eso pongo alguno más.     ¡¡Sed muy felices!!      
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