El fin de semana pasado presenté con bastante éxito de público y ventas mi último libro, “Educación emocional para todos”, publicado por la Editorial LoQueNoExiste. Este libro supone la
culminación de un trabajo de dos años en los que -además de analizar cientos de estudios- transmito mi experiencia personal y profesional sobre la educación emocional.
En lo que respecta al mundo de los mercados financieros, durante muchos años, la bolsa se convirtió en mi centro de atención -y casi podría decir que de mi vida-. Me pasaba horas y horas delante del ordenador viendo subir y bajar los gráficos de los índices y de las acciones a la espera de una posible entrada o de una posible salida. Cuando creía que había encontrado ese punto de entrada, compraba un índice o una acción y comenzaba a seguirla. Durante días, semanas, analizaba cada uno de los movimientos a la espera de una nueva señal de compra o venta. Lógicamente, cuando lograba beneficios, mi alegría era enorme…, claro que cuando tenía pérdidas, mi desdicha caía en la misma proporción. Llegó un momento en que unas pérdidas considerables podían causarme una enorme decepción que duraba días. Decepción y, en muchos momentos, irascibilidad.
Por otra parte, lo más difícil a la hora de enfrentarme a la compra o la venta de una acción o de un índice era cuándo vender y cuándo comprar. Había ocasiones en que con unos beneficios considerables pensaba que todavía no era suficiente, y dejaba correr las ganancias hasta que de repente comenzaban a bajar y a convertirse en pérdidas. Lo mismo me sucedía con las pérdidas; me decía: dentro de poco comenzará a subir, y dejaba que la acción siguiese bajando hasta que la pérdida ya era casi insoportable.
Una mañana me cansé de convertir la bolsa en mi vida y decidí darme un descanso. Comencé a invertir a través de brokers con sistemas automatizados. Sin embargo, mi experiencia con ellos fue desastrosa: los grandes y famosos traders de este país perdían más que yo. Así que volví a vender todo y descansé durante un tiempo de la bolsa. Durante ese tiempo de descanso, me dediqué a escribir este “Educación emocional para todos” y a organizar todos mis conocimientos sobre bolsa. Comencé a invertir de nuevo con otra perspectiva más pausada… y a pesar de que mis resultados durante mis años de desenfreno bursátil eran buenos, desde esta nueva perspectiva los resultados siguen siendo buenos…. Y lo que es mejor; con menor desgaste emocional.
Este libro me ayudó a identificar qué es lo importante en la vida, y me ayudó a comprender y enfrentar mis miedos. Por decirlo de algún modo, este libro me liberó y me ayudó a ser yo mismo. Espero que a ustedes también les ayude.
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