Por ahora sólo siento ganas de ponerme corto en empresas financieras, como bien saben ustedes.
Sean prudentes con las gangas. Creo que van a venir más sorpresas con los bancos, espero que ninguna tan grande como para constituir un cisne negro financiero en Occidente.
A la espera de un cisne negro financiero en Occidente 4 de febrero de 2016.
Y aquí están las sorpresas. Sólo hay que echar un vistazo a las bolsas estos días, sobre todo a las empresas financieras.
En mi opinión, da igual cual sea la excusa. Le ha tocado al Brexit cargar con la culpa, pero la situación es tan inestable que podría haber ocurrido a causa de cualquier otro evento relacionado con el sector financiero, desde que China muestre parte de su basura bajo la alfombra hasta la caída de un gran banco europeo o americano. El nivel de apalancamiento financiero y deuda pública es tan gigantesco que basta una perturbación mediana para desestabilizarlo todo.
Mi opinión es que esto que vivimos no es aún un momento "Lehman Brothers". De hecho creo que si acaso estamos en la antesala de ello, quizás en el "Bear Stearns" de 2016. Bear Stearns colapsó unos seis meses antes que Lehman. Es decir, creo que veremos la bolsa más barata, bastante más barata. Y estoy contento por ello como inversor.
A pesar de las dificultades, del megaendeudamiento y del pánico (o quizás gracias a él), es bastante posible que pueda construir una cartera de inversión interesante de aquí a unos meses, quizás un año, con un capital que tengo disponible. ¿Qué incluiré en esa cartera? Pues seguramente bancos no, al menos no por ahora y por supuesto no será cualquier banco. Serán empresas de ingresos estables, recurrentes, poco endeudas para su tipo de negocio. A pesar de que parece que se pueda acabar el mundo, sigo creyendo en las virtudes y capacidad de resistencia del régimen económico que me ha procurado mi actual nivel de vida: el capitalismo. También sigo teniendo mucha confianza en la necesidad (y oportunidad) de un cambio irreversible de modelo energético, hoy más que nunca, y que habrá empresas que, montados en la ola renovable y de la movilidad eléctrica, nos harán ganar mucho dinero. Y, por supuesto, me alegro de haber dado con varios gestores de fondos de inversión decentes y capaces para el largo plazo, aunque los cuento con los dedos de una mano, pero quizás no me hacen falta más: Pepe Díaz y cía de Magallanes, Alex Estebaranz, el crack veinteañero de True Value que en pocos años nos dejará con la boca abierta, los equipos de AZvalor, Metagestión... y muy poquito más.
Es momento de estar en liquidez, como lleva ya anunciando (que no recomendando, "gracias", CNMV) de forma casi cansina Enrique Roca desde hace meses. Habrá rebotes, claro que sí. Les recomiendo tradearlos SI SABEN, en caso contrario ni locos, pero tengan en cuenta que esto tiene pinta de no haber sino recién empezado.
En cuanto al mercado americano, el techo que detecté en Noviembre no se ha roto, y mucho me extrañaría que se rompiera en los siguientes meses. Sólo le queda asumir el cambio de ciclo americano, todo llega.
Lo que sí les puedo adelantar, seguro, es que no entraré en la mayor empresa del IBEX buscando el rebote. Me refiero, como no, a Timofónica. Estoy muy preocupado por la deriva de una empresa que debe ir acumulando ya unos 55.000 millones de deuda neta a estas alturas con 40.000 millones de activo "difuso". Parece difícil que pueda decir algo más impresionante que lo que dije en el post del enlace anterior:
Telefónica me recuerda a Abengoa
Cada día que pasa veo más señales de cosas extrañas, aunque no tengo pruebas contables sólidas de ello, y me acuerdo mucho, no sé muy bien por qué, de la quiebra de Worldcom. Worldcom destapó la caja de Pandora cuando se descubrió que disfrazó de inversiones unas partidas de 3.800 millones que en realidad eran gastos, dejando un pasivo incobrable de 40.000 millones de dólares. La diferencia entre una inversión y un gasto es que la primera genera unos retornos. Pero si la inversión es lo suficientemente mala no se diferencia de un simple gasto.
Un cisne negro financiero lo suficientemente potente sería capaz de acabar con la política ultralaxa de los bancos centrales, especialmente si el proteccionismo comercial entra en escena, amén de otras consecuencias de todo tipo. Aún sin la colaboración de los bancos centrales una huida de los inversores del mercado de renta fija debido a las dudas que se podrían suscitar, podría llevar a una simple subida de un 1% de los tipos de la deuda privada y también pública, hoy día cotizando una buena parte de ella en negativo debido a la represión financiera imperante. Eso sería la puntilla para empresas hiperendeudadas que ahora mismo basan su viabilidad en "atesorar" una ingente cantidad de deuda a coste prácticamente cero, caso de Telefónica. A perro flaco todo son pulgas.
Huyan de sectores endeudados por encima de sus posibilidades y presten atención a los buenos balances. Sean prudentes.