Artículo publicado en Patagon en abril de 2004.
La inmersión en lo abstracto y global nos proporciona, no sólo líneas genéricas de actuación, sino también ideas y propuestas concretas de inversión, en positivo y en negativo (inversiones que se pueden plantear e inversiones que se deben evitar).
El escenario a largo plazo más probable, que hemos definido en diversos artículos, sigue vigente. Este escenario más probable es un mercado lateral. Mercado lateral sustentado en las caídas por las agresivas políticas monetarias y fiscales practicadas en Estados Unidos (y colateralmente en Japón) para afrontar sus crisis de los últimos años, y frenado en las subidas por las altas valoraciones. La recuperación del último año es plenamente coherente con este escenario, pero está bastante cerca de los límites de lo razonable, incluso descontando comportamientos económicos venturosos en los próximos años.
Por ello, no creo que 'comprar mercado' sea una estrategia aconsejable en este momento, ni lo ha sido en los últimos meses a partir del otoño de 2003, a pesar de los buenos rendimientos a corto plazo. El mercado está muy peligroso, más de lo que parece, o mejor dicho, precisamente porque no lo parece.
Menos probable, pero posible, es un mercado fuertemente bajista a largo plazo, porque al final fracasen los intentos de sostenerlo. Esto sería bastante apocalíptico, debido a las consecuencias en el sistema financiero de una fuerte devaluación de activos financieros, inmobiliarios, o ambos que sería lo peor y lo más probable una vez desencadenado el proceso.
Y muy improbable es la vuelta a un mercado alcista a largo plazo como el vivido desde principios de los ochenta hasta el fin del siglo. No diré 'imposible', porque la palabra imposible no existe en los mercados, pero sí muy improbable.
Si buscamos factores que puedan alterar en el futuro el panorama descrito, nos encontramos con las incertidumbres que genera la evolución de los BRICs, un fenómeno de capital importancia, que puede cambiar las reglas del juego y poner en cuestión la mayor parte de nuestra sabiduría sobre los mercados, basada en la experiencia. Se trata de la posible incorporación al mundo desarrollado de países que por demografía y recursos naturales debieran ser grandes superpotencias, pero no lo han sido por diversos avatares históricos. Se ha bautizado a estos países como BRICs, acrónimo de Brasil, Rusia, India y China, que a mediados de siglos podrían compartir con Estados Unidos y Japón el liderazgo económico mundial, muy por encima de los países europeos (a menos, claro está, que Europa, consciente del peligro, se unificase).
La vieja expresión, desgastada por el uso abusivo, 'nuevo orden económico mundial' es aplicable a la repercusión que pueden tener los BRICs en los próximos años. En el corto y medio plazo, la interrelación de estos países con la economía mundial es deflacionista por el diferencial de costes laborales. Un diferencial que no sólo se da en los colectivos de más baja cualificación. Un informático estadounidense gana en promedio 75.000 dólares. Un informático hindú de similar cualificación gana 12.500. Ello explica el 'milagro' de la última recuperación estadounidense con escasas tensiones inflacionistas (de momento)... y con escasa creación de empleo.
Sin embargo, a más largo plazo, el desarrollo de los BRICs es una fuente de graves tensiones inflacionistas, debido a la imposibilidad de acomodar la oferta de energía y materias primas a la demanda derivada de la nueva situación. Ya está habiendo tensiones de precios en las materias primas y el petróleo. Otro aspecto a tener en cuenta es el enorme consumo de capital fijo que requiere el desarrollo de estos gigantes.
Un indicador ante lo que debemos estar vigilantes y prevenidos es la aplicación de restricciones monetarias por parte del Banco de China. Cualquier noticia a este respecto es muy importante y muy negativa.
Tomando por las hojas el rábano de los BRICs, el mercado vive el auge de la moda china. Todo lo que tenga que ver con el Celeste Imperio se reviste de una aureola mágica. A modo de ejemplo, resulta divertido ver brincar a la cotización de Gamesa cada vez que anuncia algún (pequeño) contrato con China, cuando la relevancia de la operación en sus cuentas es mínima y, en realidad, China no es, ni probablemente será, un objetivo estratégico para la empresa.
¿Es interesante invertir en China? Sí, pero no en cualquier momento y a cualquier precio. El frenesí actual es harto sospechoso. Un mercado emergente como el chino tiene un montón de inconvenientes que pueden malograr una inversión realizada ingenuamente. Poca o ninguna transparencia, altos costes de transacción, y dificultad de identificar a los auténticos beneficiarios del hipotético auge. (A la postre pueden ser las empresas occidentales que están invirtiendo allí, o suministrando bienes, servicios y tecnología, más que las empresas autóctonas).
La receta más aconsejable para entrar en los países emergentes que consideremos con gran potencial es la vieja y cínica regla atribuida a JP Morgan: 'Comprar cuando corra la sangre por las calles'.
Es sumamente improbable que el tránsito de China al mundo desarrollado vaya a estar exento de graves tensiones, incertidumbres y crisis, tanto políticas (p.ej. un estallido del conflicto con Taiwan) como económicas. En los momentos de mayor inestabilidad puede producirse un hundimiento de las acciones chinas, debido el miedo de los inversores más cortoplacistas y de los más emocionales, que compraron pensando en un rápido enriquecimiento y se encuentran con lo contrario, como pasó con las tecnológicas. Entonces habrá una interesante oportunidad de compra, porque las razones que impulsaron la moda china van a seguir vigentes en lo sustancial, aunque la inestabilidad en el corto plazo lleve al mercado a ponerlo en duda.
Además de los 'cuentos chinos', en sentido literal, parece ser que al calor de la subida vuelve uno de los más característicos cuentos chinos del mercado, en el sentido figurado, las OPV. Ya tenemos a intermediarios y medios de comunicación dispuestos a convencernos para entrar en este juego.
Las OPVs son siempre un magnífico negocio para los intermediarios que participan en la colocación de las emisiones. También son, casi siempre, un magnífico negocio para los oferentes quienes pagan con generosidad a los intermediarios encargados de fijar el precio de colocación para que sea así. Y ¿quién paga todo el festival, anuncios publicitarios incluidos? Adivina, adivinanza.
Ello no quita para que haya ofertas que tengan un buen resultado a largo plazo. Ahora bien, 'escarbando' en el historial de esas ofertas exitosas, veremos casi siempre como el mercado nos ha dado oportunidades para entrar a precios significativamente inferiores a los de la oferta.
Todo esto es muy obvio, al menos para los inversores más expertos ¿cuál es la razón entonces de la 'atracción' que generan las OPVs entre muchos de estos inversores expertos? En parte, porque no saben 'blindarse' adecuadamente ante la presión del entorno. Pero si son verdaderamente expertos, les mueve la consideración de que en el cortísimo plazo, la euforia artificial creada en torno al valor ofertado hace más probable una subida que una bajada, no segura pero sí más probable.
La clave es diseñar una táctica operativa adecuada, 'un marco intelectual firme', y atenerse a él pase lo que pase. Para finalizar este largo artículo explicamos un sistema para intentar el aprovechamiento de este mayor grado de probabilidad de subida.
Consiste en fijar una cantidad que estamos dispuestos a comprometer acudiendo a la OPV (que no debe ser muy alta). Podemos redondear la adjudicación inicial comprando algo en los primeros momentos de contratación, pero con suma prudencia. A partir de ahí fijamos un rango de fluctuación relativamente amplio, del 10-15%, que fija nuestra máxima ganancia y nuestra máxima pérdida.
Nuestra hipótesis es que la mayoría de las veces la cotización tocará el objetivo de arriba antes que el de abajo (aunque a la larga es probable que toque el de abajo). Aunque tengamos 'mala suerte' en alguna operación, el conjunto debe arrojar un saldo positivo si el mercado acompaña, es decir, si es capaz de mantener la euforia durante un período lo suficientemente largo y hay bastantes OPVs durante el período. Esta es la duda que nos podemos plantear en el momento actual.
La variante principal del sistema es vender una vez se alcanza el objetivo tanto si es al alza como a la baja. Podemos imaginarnos una apuesta a cara o cruz pero en la que las posibilidades de salir cara son mayores del 50%.
Una variante más sofisticada sería introducir un stop dinámico. Una vez tocado el punto de referencia venderíamos cuando el valor haya perdido el 50% desde el máximo o cuando haya recuperado un 50% desde el mínimo. Por ejemplo, si sube un 25% y luego pierde la mitad hasta el 12,5% venderíamos. Esta variante es aconsejable en los momentos de máxima euforia, ahora mismo es preferible la variante principal.
Es importante acotar un límite temporal para el juego. Este límite lo marca el período de carencia en donde los propietarios y los colocadores se comprometen a no vender sus acciones (en Fadesa es de 180 días). Más allá de ese plazo, la acción se vuelve peligrosa y conviene liquidar si para entonces no se ha alcanzado el objetivo.