En esta entrada analizamos las observaciones y operaciones realizadas en el plan durante los meses de mayo y junio.
Una vez diseñado el sistema es bastante mecánico y su seguimiento mes a mes no es en sí mismo muy significativo. Por ello, en DCA123 no vamos a seguir una cadencia mensual como en Kike Junior sino concentrar los movimientos en entradas puntuales, unas motivadas por algún evento significativo que conviene explicar y otras para profundizar en los detalles y sutilezas del sistema utilizando para ello la creciente información acumulada.
Empezamos por las observaciones de los meses de mayo y junio
Cada mes hacemos una observación con los datos facilitados por MyInvestor en la que registramos los precios de coste de los fondos (columnas 3 y 4), los precios de mercado en el momento de la observación (columnas 5 y 6) y la liquidez en cuenta (columna 7) El total (columna 8) debe coincidir con la posición global según MyInvestor.
En las columnas 9 a 16 calculamos las unidades de inversión que debemos comprar en la parte 123 del sistema. Partimos del coste agregado de nuestra inversión en renta variable (columna 8) y de su valor de mercado (columna 9), del resultado latente (columna 11) y del porcentaje de revalorización de la inversión (columna 12). Las columnas 13 a 15 toman los datos de la tabla de objetivos de rendimientos explicada en la entrada anterior. Y en la 16 se toma la decisión de invertir 1, 2 o 3 unidades mediante la comparación del porcentaje de revalorización con los objetivos de la tabla.
La columna 17 muestra a título informativo el porcentaje de renta variable sobre el total invertido.
En este caso estamos en el año 1 del plan cuyos objetivos mínimo y máximo son 0% y 9%. Como la rentabilidad en mayo era del 4,68% estamos dentro del rango definido por los objetivos, por lo que nuestra aportación es neutral es decir invertimos 2 unidades las mismas que en el DCA. Cuando sea mayor del 9% durante este primer año infraponderaremos aportando 1. Cuando sea menor 0% sobreponderaremos aportando 3 de las que la tercera procederá de la reserva de liquidez en cuenta.
En la ejecución de la operación cometí un error comprando 400 euros, 2 unidades de 200 euros, en cada fondo es decir no caí en la cuenta de que el valor de la unidad de inversión es de 100 ya que cada mes ingresamos 400 euros, pero hemos de repartirlos entre el DCA (Vanguard) y el 123 (iShares).
Este error no premeditado resulta instructivo ya que permite abordar desde un ejemplo práctico el cómo gestionar los casi inevitables errores que vamos a cometer en el mundo real, errores que, al igual que los costes, no se tienen en cuenta en los idílicos mundos de las simulaciones sobre datos históricos. La realidad suele mucho más rica en eventos de lo que da a entender la simulación estadística y ello puede hacer más pobre al inversor cuando pasa de la simulación al mundo real.
Los errores habituales en las operaciones se pueden agrupar en cuatro categorías:
- Error en el importe de la operación. Compramos 10.000 cuando queríamos comprar 1.000
- Error en el tipo de operación. Vendemos cuando en realidad queríamos comprar o viceversa.
- Error en la fijación del límite en ordenes limitadas, lo que provoca la ejecución indeseada de la operación. La cotización está a 70, queremos vender a 75, pero tecleamos 65 y la orden en vez de quedar pendiente se ejecuta.
- Error en la cuenta destinataria de la operación. Este error solo se puede producir cuando operamos con varias cuentas en la misma entidad, sea porque tenemos separadas nuestras estrategias de inversión en cuentas distintas, o porque operamos por cuenta de terceros con varias cuentas.
Una vez se ha producido y hemos tomado conciencia de su existencia, tenemos que hacer tres cosas, (nada fáciles):
- Mirar al presente y olvidarse del pasado. Por muchas vueltas que le demos a como debimos actuar en su momento, la realidad no va a cambiar. Si va a haber costes derivados del error, tenemos que asumirlos mentalmente.
- Evaluar con la máxima rapidez y objetividad, el impacto estimado del error y la mejor forma de minimizarlo
- Ejecutar con carácter inmediato las operaciones que eventualmente se deriven del paso 2
El último error que había tenido fue hace cinco o seis años cuando hice una compra marcando mal el límite. Me di cuenta al ver que se había ejecutado, cuando no era mi intención. No dudé ni un instante. Vendí a mercado asumiendo una pequeña pérdida derivada de las comisiones y horquilla, pero también que coincidió, mala suerte, con un momento de debilidad que movió la horquilla a la baja.
La cancelación inmediata sin reparar en costes ni pérdidas es lo que hay hacer casi siempre, pero no es nada fácil. Nuestro sesgo mental de aversión a las pérdidas provoca una parálisis si la cancelación implica pérdida. Esperamos a que las cosas se arreglen y si no lo hacen y van a peor, la angustia crece y hace cada vez más difícil el tomar una decisión cada vez más dolorosa. Con lo cual, un error con un coste inicial muy pequeño puede convertirse en un grave problema, como el de una pequeña herida que se infecta por no curarla al principio.
Normalmente, para una exitosa carrera como inversores debemos acostumbrarnos a convivir con nuestros sesgos cognitivos y emocionales, llegando a acuerdos razonables con ellos. Pero cuando los beneficios de seguir la conducta dictada por el sesgo son objetivamente mínimos y los costes son potencialmente altos hay que ser inflexibles. La gestión de errores es una de esas ocasiones.
En este caso concreto, el impacto del error es mínimo, 400 euros sobre un total de inversión prevista de 60.000. Aquí vemos en la práctica como un sistema que diversifica mucho sus operaciones es más robusto entre otras razones porque encaja mejor los errores.
Además, a efectos prácticos puede considerarse como una anticipación en el tiempo de una operación prevista para el mes siguiente, con lo cual el impacto es todavía menor, se limita a la repercusión en los 400 euros invertidos por error de la variación de la rentabilidad del fondo entre mayo y junio que, incluso en supuestos de muy alta volatilidad, va ser muy reducida comparada con el total de la inversión.
Por ello, en este caso la solución al problema es simplemente no hacer ninguna operación en junio, una excepción a la regla general de deshacer las operaciones erróneas.
En consecuencia, en junio ingresamos los 400 euros en cuenta pero no hicimos ninguna aportación a los fondos. Como la rentabilidad intermensual fue positiva, el error resultó “afortunado” porque compramos más barato en mayo lo que debimos comprar en junio. Pero lo importante es que, afortunada o desafortunada, su repercusión en el conjunto del plan iba a ser ínfima.
DCA 123 se puede gestionar únicamente con la tabla de observaciones y la tabla de rentabilidades, pero resulta muy recomendable llevar una contabilidad de las operaciones aunque ello suponga un coste de oportunidad. La contabilidad permite detectar errores e incongruencias y además incrementa muchísimo nuestra comprensión sobre lo que estamos haciendo.
En este caso he diseñado un diario de operaciones y un cuadro resumen que conecta y concilia la tabla de observaciones con la del diario
Diario de operacionesCuadro resumen
Para verificar su coherencia, ruzamos los datos de coste según el diario y según la última observación.
El BEP (break even point) es el cociente entre el precio de coste y el número de participaciones. Lo habitual es llamarlo PMP, precio medio ponderado [de adquisición]. He usado una denominación típica del trading porque me parece muy intuitiva en la medida que el dato nos está indicando la cotización por debajo de la cual la inversión entrará en pérdidas.