Balance del plan noviembre 2021
Posición existente en la fecha de la última observación mensual el 15-10-21
A esta posición se ha llegado a través de una serie de aportaciones en parte invertidas en fondos de renta variable indexados al MSCI World y el resto mantenidas en cuenta corriente.
En total se aportado 19.200 euros por lo que el plan acumula una plusvalía antes de impuestos de 5.776,94 euros procedente en lo sustancial de la revalorización de la renta variable y muy marginalmente de los intereses devengados por la cuenta corriente, un 1% bruto el primer año y después un 0,10%.
Esta ganancia latente equivale a un 30,09% sobre el total invertido.
Los fondos acumulan una rentabilidad total de 5.746,40 euros equivalente a un 40,19% sobre la inversión a precio de coste
Al haber puesto en marcha el plan en un “buen” momento, la rentabilidad se ha disparado por encima de los niveles de referencia en donde, según lo explicado en el artículo dedicado a la descripción detallada del plan, estamos en “modo 1” invirtiendo desde julio de 2020 solo el 50% de lo asignado a la estrategia 123. De tal manera que en conjunto solo se invierten 300 de los 400 euros de aportación mensual.
En circunstancias normales, la planificación establece una senda de asunción de riesgo inicial del 75% que va subiendo hasta niveles por encima del 90% a lo largo de los 5 primeros años, mediante aportaciones a renta variable de 4 unidades mensuales (mercado moderadamente alcista) o 5 (bajista).
Ante una subida tan brusca como la acaecida durante el período analizado, la reacción ha sido de prudencia: se aportan sólo 3 unidades y el riesgo se va manteniendo en torno al 80%.
La “revolución industrial” de la indexación
La inversión indexada ha provocado tanto un cambio radical tanto de las reglas del juego que regían la gestión de los fondos de inversión como del papel de los índices en el universo financiero.
En su ámbito, es equiparable a la transición de una producción artesanal (los fondos tradicionales) a una producción industrial (los fondos indexados).
En el mundo preindustrial algunos artesanos fabricaban productos estandarizados y económicos. Otros ofrecían productos con un sello personal y creativo que justificaba un mayor precio. Pero en ambos casos la producción de bienes y servicios era un proceso artesanal realizado en lo sustancial por seres humanos con la ayuda de herramientas de trabajo.
La revolución industrial sustituyó la labor de los artesanos por máquinas capaces de hacer su trabajo de una forma mucho más económica y escalable, añadiendo además un plus de fiabilidad en la mayoría de los casos. El resultado fue un incremento exponencial de la oferta y una reducción radical de sus costes de producción lo que en general terminó por repercutirse en menores precios a través de los mecanismos del libre mercado.
La gestión de fondos de inversión mantuvo su carácter artesanal, al menos en un aspecto clave, la política de inversión y la toma de decisiones concretas a partir de ella. En cambio la parte correspondiente a la gestión administrativa se fue industrializando a partir de los años sesenta gracias al desarrollo de las tecnologías de tratamiento de la información.
La necesidad de una regulación muy rigurosa de la gestión de las inversiones para proteger a los inversores de charlatanes y estafadores, unida a la posición dominante de las entidades financieras en la comercialización de los productos, creó un oligopolio en la oferta de fondos de inversión que imponía unas elevadas tarifas a quienes deseaban acogerse a las innegables ventajas que la inversión colectiva ofrecía a una inmensa mayoría de inversores que no tenían formación, tiempo o ganas de gestionar personalmente sus inversiones. Aún así, dichas tarifas eran competitivas respecto a la contratación de un gestor personal, sobre todo entre el colectivo de los pequeños inversores.
Una parte de estas tarifas estaba justificada por los elevados costes que suponía la compleja gestión administrativa. La creciente digitalización y automatización de esta gestión ha reducido dichos costes de manera muy significativa, en la mayoría de los casos ha reducido los costes marginales a prácticamente cero y la repercusión de los costes fijos a una cantidad ínfima en términos porcentuales si se consigue un volumen suficiente de fondos gestionados. Pero las entidades bancarias se han resistido a repercutir ese ahorro en sus tarifas, en parte condicionadas por la pervivencia de sus antiguas estructuras de costes, pero también por su posición oligopólica.
En este contexto había una oportunidad que supo entender y aprovechar John Bogle para “industrializar” la gestión de los fondos de inversión mediante la sustitución del gestor humano por una “máquina” muy eficiente, los índices ponderados por capitalización.
Hay que tener muy en cuenta que Bogle no era el empresario neoliberal obsesionado por maximizar su beneficio a costa del resto de componentes cuya interacción constituye la actividad empresarial: clientes, empleados, proveedores y sociedad (a través de los impuestos a la actividad empresarial).
El proyecto de Bogle buscaba el recuperar la idea original reflejada en la expresión “inversión colectiva”: un fondo de inversión es propiedad de sus inversores que se agrupan para obtener mejores condiciones tanto económicas como operativas en sus inversiones. Bogle concibió Vanguard como una sociedad instrumental al servicio de sus clientes, los inversores propietarios de los fondos gestionados por Vanguard, no al revés.
Así que en todo momento los ahorros obtenidos por las crecientes economías de escala obtenidas con el crecimiento de los fondos se han destinado prioritariamente a reducir las comisiones de gestión, lo que incrementaba la competitividad respecto a los fondos tradicionales.
La constatación empírica de esta mayor competitividad, reflejada en un importante plus de rendimiento a medio y largo plazo de los fondos indexados respecto a los tradicionales, impulsa a nuevos inversores a apuntarse a la llamada gestión pasiva, lo que aumenta la economía de escala de los fondos indexados y le permite reducir aún más sus comisiones creando un “círculo virtuoso” que constituye uno de los dos factores del crecimiento exponencial de la indexación en los últimos años.
Quienes se han planteado competir con Vanguard y romper su estatus de “monopolio benévolo” se han visto obligados con harto pesar a igualar sus condiciones. Y aquí sucede algo muy interesante y es que estas condiciones son una barrera de entrada nada fácil de romper: el que lo intente tiene que asumir importantes pérdidas hasta que consiga sus propias economías de escala.
En realidad, si Vanguard ha perdido el monopolio (algo que en sí no es malo) se ha debido a sus errores estratégicos, despreciar los ETFs y centrarse muy prioritariamente en el mercado estadounidense, ofreciendo con ello dos oportunidades para diseñar productos indexados no sometidos a la competencia directa de Vanguard.
Luego ha reaccionado y tiene su propia y competitiva oferta en ETFs y fondos domiciliados en Europa, pero para entonces ya se había creado un espacio propio para otros competidores.
El proceso de consolidación en la oferta de productos indexados ha llevado a un duopolio de Vanguard e iShares que copan la mayoría del mercado de fondos (donde domina Vanguard) y de ETFs (donde domina iShares). Además, se mantiene una presencia significativa de State Street gracias a su ETF sobre el S&P 500 y de Amundi (fondos) y Lyxor (ETF) en el ámbito de Europa
El proceso de consolidación en la oferta de productos indexados ha llevado a un duopolio de Vanguard e iShares que copan la mayoría del mercado de fondos (donde domina Vanguard) y de ETFs (donde domina iShares). Además, se mantiene una presencia significativa de State Street gracias a su ETF sobre el S&P 500 y de Amundi (fondos) y Lyxor (ETF) en el ámbito de Europa
El otro factor es el buen comportamiento relativo de los índices respecto a alternativas que previamente habían mostrado una aparente capacidad de superarlos, caso de la llamada gestión value.
Para responder a la interrogante sobre la solidez y sostenibilidad de este buen comportamiento relativo hemos de profundizar en los factores determinantes en la composición de los índices: selección de componentes, ponderación y reglas de inclusión, lo que haremos en futuras entradas.