Durante millones de años se ha respetado el ciclo anual en la naturaleza. Los tiernos brotes de las plantas se desperezan al despertar del largo sueño invernal, durante el cual han hibernado su vida latente a la espera del pistoletazo de salida.
Muchos animales son gobernados por sus instintos atávicos que les incitan a reproducirse. Su sabiduría ancestral congénita está planificada para que la llegada de las crías coincida con el momento de máxima abundancia de alimentos, sin olvidar una temperatura adecuada para llevar adelante la prole.
Todos los organismos vivos intentan una depuración vital con el fin de eliminar desechos y tóxicos almacenados durante el invierno, producidos por la escasez de alimentos frescos y recién recolectados. Esta auto-limpieza esta condensada sabiamente en la frase "la primavera que la sangre altera". Todo el mundo sabe que para limpiar a fondo hay que poner la casa patas arriba. Las clásicas erupciones no son otra cosa que toxinas que el cuerpo elimina a través de la piel debido a la saturación del resto de órganos emuntorios por el exceso de trabajo.
Se debería aprovechar este día para analizar, comprender e integrar los motivos y las pretensiones que nos llevan a operar en los mercados, con el fin de diseñar una estrategia anual que posibilite la consecución de nuestros fines asumiendo el menor riesgo posible.
Teniendo en cuenta que, cada vez que los seres con raciocinio van a tomar una decisión, se produce una especie de votación de cada una de sus neuronas de la que sale un resultado mayoritario. Sería muy recomendable reunir a todas las neuronas y comunicarles el hecho de que estamos en tendencia primaria bajista, para que de esa forma, cuando se pongan a votar si hay que comprar o vender, tengan clara su elección.
Deseo a todos un prospero año, pero será muy difícil que mi deseo se cumpla en los que siguen nadando contracorriente.