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Viabilidad financiera del Sistema de Pensiones – IV: Invierno demográfico

 
 
       Las tendencias demográficas en España perfilan uno de los puntos débiles financieros desde la óptica del gasto del Sistema de la Seguridad Social y en particular de las pensiones. Estas tendencias son claras y estables, difíciles de encauzar positivamente, incluso en algunos casos imposibles  por su propia naturaleza de contenido positivo en otros ámbitos,  para la viabilidad financiera del sistema en el medio y largo plazo. 
 
            La población en España ha ido envejeciendo de manera sistemática. A principios de la década de los setenta del pasado siglo XX, por no remontarnos más allá de los tiempos, el 9 por 100 del censo contaba con más de 65 años, mientras que en 2015 ya era casi el doble es decir el 18 por 100 y sigue la tendencia en el sentido de que actualmente ya se está en el 20 por 100, de manera que una de cada cinco personas tiene en España más de 65 años.  
            Lógicamente esta tendencia demográfica  desde la perspectiva del Estado de Bienestar, de la Seguridad Social y de las pensiones es una presión financiera sobre el sistema desde la óptica del gasto, también por supuesto desde la visión macroeconómica, así como del crecimiento y desarrollo global. Falta aumentar la natalidad, la creación de empleo, compensaciones migratorias, etc. Todo ello sin considerar otros factores y tendencias de presión del gasto o menores ingresos tales como que cada se vez se entra más tarde al mercado laboral, así como el deterioro del mismo en niveles de empleo, niveles de sueldos y salarios, etc. 
 
            Si a esta tendencia del envejecimiento poblacional añadimos las interrelacionadas de esperanza de vida e índice de natalidad, así como otras señaladas,  la combinación es un cóctel de  proporciones devastadora desde la perspectiva financiera.  Estamos muy alejados, más del 50 por 100 de la denominada tasa de reemplazo poblacional que se considera del orden del 2 por 100. Por otra parte, la esperanza de vida  se va alargando progresivamente y para el 2050 se considera que llegará a  lo 84 años para los hombres y 89 para las mujeres, lo que sin duda es un gran logro social, de la medicina y de los hábitos de vida saludables, pero no es menos cierto que es también más presión a la “caldera” y la factura, con el consiguiente desequilibrio financiero. 
 
            El saldo migratorio positivo como tendencia externa  no conseguirá frenar los impactos de las tendencias poblacionales fundamentales internas, de manera que la tasa de dependencia de los mayores de 65 años con respecto a los que están en posibilidad activa de trabajo entre 16 y 64 años tendrá un brutal ascenso de más del doble, pasando en números redondos del 30 por 100 a más del doble en 2050, lo que quiere decir que en el famoso horizonte 2050 habrá 6 mayores de 65 años por cada 10 potenciales activos laborales.

 

            Luis Ferruz Agudo / Escritor y economista / 
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