Voy a pasar un poco de la idea de Fernan2 de ignorar a toda esta caterva de personajes que pululan por los medios. Y lo voy a hacer por dos razones; la primera es que creo que ignorar y no dar difusión a determinados artículos no es otra cosa que premiar toda una serie de escritos absurdos que tienen ya de por sí mismo una gran difusión. Es todo un premio que existan y que no sean contradichos de forma contundente, y ya estoy un poco harto de que sólo se diga una de las versiones y además la mayor tontería.
La segunda razón es que la verdad es que ya estoy un poco harto de todas estas tonterías de las personas que tienen un micrófono o un teclado en el que poner letras con difusión. Todo esto viene a cuento de una frase que he leído en un análisis editorial de “El Economista”. Un tal Fernando Fernández, escribe un artículo llamado “Si no lo veo, no lo creo”, en el que suelta una frase que es cuando menos curiosa:
“Una hipotética ruptura del euro sigue estando presente en muchos inversores internacionales, algunos académicos ocurrentes y mucho irresponsable”. Todo esto viene en medio de un artículo en el que parece que nos cuenta esto de que los problemas son tan sólo de confianza y por supuesto, de no tener demasiado ritmo en las reformas que por otra parte no han funcionado en ningún momento de la historia y en ningún lugar, (ni tan siquiera en España).
Pero el problema mayor no es el técnico, ni tan siquiera que personajes como este crean que los problemas del euro son de ataques de alguien, de la falta de confianza o de lo que le de la real gana. Pero ya que estamos hablando de irresponsabilidad y de confianza, creo que lo mejor es hablar de personajes y medios como el que toca.
Vamos primero a entender que la función de los medios de comunicación es informar y además ejercer un papel crítico. Los gobiernos y los lobbies lo que hacen es emitir información sesgada, (en el sentido de ofrecer lo que les interesa, como les interesa y olvidar aquellos puntos que puedan ser contraproducentes a lo que creen que les interesa). Esta es la función de la prensa y es más que evidente que no se puede defender ni de lejos que ha cumplido esta función.
Mal puede hablar alguien en una editorial de la prensa de credibilidad o confianza, o mejor dicho, de responsabilidad cuando confunde su función que es la de criticar, la de obtener información oculta, traducir la que está a la vista y todo esto con tal de que la sociedad tenga una visión real de la realidad, (y valga la redundancia).
Pero en lugar de esto, lo que llevamos son toda una serie de años en los que nos han ido soltando toda una serie de análisis brillantes. Todo lo que han dicho los famosos mercados e inversores nos lo han reproducido, dándole redacciones más o menos originales, para demostrar que determinadas inversiones y productos eran todos muy buenos, que el modelo de crecimiento era la leche, que las empresas españolas eran la leche, que si los bancos españoles eran los mejores del mundo, que no tenían ni tan siquiera un solo problema…. En fin, nos han contado cuatrocientas mil tonterías y luego resulta que el problema es que los ciudadanos no hemos sabido ver que todo esto era mentira.
El personaje este, (que vaya usted a saber qué y quién es), antes de llamar irresponsable a alguien debería mirarse a si mismo y tratar de entender que es lo que está pasando, porque tratar de mostrar una imagen de una situación sin tener en cuenta ni tan siquiera un mínimo espíritu crítico no es dar o transmitir confianza, sino que es directamente engañar, y el acto de engañar puede servir para crear confianza fugaz si estamos ante una persona brillante, (lo que no es el caso evidentemente), y en un entorno en el que no se ha engañado antes, (lo cual tampoco es evidentemente el caso).
Irresponsable no es el que habla de la ruptura del euro, sino más bien quien directamente trata de crear una opinión favorable a unos grupos de presión para conseguir unas medidas que nos llevan al desastre. Y el hecho de ignorar todos y cada uno de las contradicciones y errores pasados, así como una situación que se va deteriorando a cada paso en todos y cada uno de los lugares donde se toman las medidas que este propone, es signo de cierto retraso intelectual, (vaya usted a saber si este en particular viene así de serie o simplemente resulta que ha vendido la inteligencia y la integridad por cuatro euros).
No puedo entender una ironía peor que leer a estos llamando ocurrentes e irresponsables a otros; bueno, en realidad miento. La mayor ironía es el triste ritual que se sucede a todas estas ventas de humo. ¿No es cierto que luego se califica como irresponsable al que se cree estas tonterías?.
Es un completo absurdo que nos lancen mensajes todos los días, se califique de ocurrente e irresponsable al que no comulgue con estos, luego resulta que se toman las medidas que estos proponen, (no es que la sociedad les haga caso, sino que estos son los encargados de dar coartadas pseudo teóricas para los que en realidad toman las decisiones), y cuando todo se derrumba, resulta que se califica a las personas como irresponsables y si estas sufren algún tipo de quebranto, siempre se oye aquello de: “debió haber sabido”.
Y vale, el citado articulista no se cree lo que está pasando, (pues ya anda justito de luces porque realmente era muy sencillo de anticipar, ¡si no estuviese empeñado en demostrar que la realidad es de otra forma!), pero ya me gustaría que tuviese la inteligencia suficiente como para entender que hoy todo el mundo debe aproximarse con mucha precaución a blogs y académicos; es cierto que todo el mundo debe tener mucho cuidado con dar validez a lo que lee y tener cierta visión crítica. Pero gracias a personajes como estos, lo que todo el mundo tiene bastante claro es que si leer las ocurrencias de cualquiera en un blog es peligroso; sin embargo, cada vez el mundo tiene más claro que leer las editoriales de periódicos (y sobre todo los de medios económicos), no supone riesgo. Supone directamente la certeza de que bien por inutilidad intelectual o mental del que escribe, o bien directamente porque se ha vendido directamente, empieza a ser aplastante la certeza de que nos están engañando.