Cada vez hay más ruido sobre el cambio de política en la unión europea, con aquellos discursos de “la austeridad sola no funciona” y similares. Entonces comienza a sonar la necesidad de “estímulos adicionales”, para lo que se van a usar otra vez las justificaciones de tipo keynesiano y sobre todo las referencias al plan Marshall.
En realidad no es nada nuevo, ya que nos hemos encontrado con la misma situación a lo largo de 2009, momento en que se ha sacado a paseo una versión libre de lo que nos contaba Keynes, para justificar unas inversiones muy dirigidas hacía unos puntos muy concretos. En España nos hemos encontrado con una serie de anuncios y planes que iban en esta línea, incluyendo el plan E, un fondo para el desarrollo de energías renovables o el plan de colaboración público-privado que había sacado Pepe Blanco de la chistera. Recordar que al final muchas de estas cosas se llevaron al BOE en una ley que se llamó Ley de Economía Sostenible, en uno de los ejemplos más claros del lenguaje Orwelliano que nos invade por todos lados.
En todo caso recientemente he colocado un par de post en lo que trataba de explicar las razones por las que lo que ocurrió en 2009, poco o nada tiene que ver con Keynes, y también las razones por las que no funcionaron, por lo que no creo tener que volver a contarlo.
Respecto a las referencias al Plan Marshall, en realidad estamos ante otro caso muy parecido, al de keynes. Se usa el Plan Marshall, como un argumento “comercial”, (si se permite la licencia), para en definitiva obviar las diferencias entre lo planeado entonces y ahora, y entre la situación de Europa tras la segunda guerra mundial y las actuales. La primera y más clara es que un plan de construcción de infraestructuras tenía mucho más sentido en un contexto de un continente devastado por una guerra mundial que en un entorno en el que se ha construido en exceso. Si en la postguerra tocaba reconstruir aeropuertos, el problema en países periféricos no parece ahora que sea exactamente el mismo.
Otra gran diferencia es la pérdida absoluta del concepto estratégico. Hoy en día se plantean gastos con la única motivación de ofrecer unos beneficios a las empresas constructoras de infraestructuras, sin ofrecer más que justificaciones sacadas del puro marketing para diseñar las obras a realizar. La sociedad, las necesidades de los ciudadanos y las posibilidades de mejora hoy no importan absolutamente nada; no hay más que analizar las preocupaciones de los políticos y sobre todo la gran cantidad de infraestructuras que se han realizado sin que a día de hoy tengan la mínima utilidad, mientras por otro lado los ciudadanos estamos sufriendo carencias en muchísimas.
En realidad el Plan Marshall fue un plan para recuperar Europa, ante el temor del avance del comunismo, y como tal, en el contexto en el que se diseñó y tal y como se diseñó funcionó razonablemente bien. Sin embargo el fondo europeo para financiar estructuras que se financiará mediante técnicas de ingeniería financiera, y se estructurará mediante las técnicas de colaboración público-privada (también explicado cuando se trató de poner en España), no tiene como fin recuperar la economía, ni crear empleo ni absolutamente nada que no sea salvar a las grandes constructoras, y al dichoso sector financiero ofreciendo unas oportunidades de inversión que en definitiva surgen de un esquema en el que se van a obtener unos ingentes beneficios derivados de que el conjunto de los ciudadanos tengamos que pagar una salvajada por unas inversiones de más que dudosa utilidad, los intereses de estas. Esto en un entorno en el que la renta disponible de los ciudadanos se ha desplomado es imposible que funcione de ninguna forma.