De repente el 3 de septiembre de 2012, nos encontramos con unas declaraciones en las que Industria considera inasumible el precio de los carburantes en España, y va a solicitar un informe a Competencia. Y esto sólo puede ser o bien cachondeo, o bien indicativo de retraso mental, aclarando que en todo caso no tienen que ser dos opciones excluyentes, ya que cachondearse de la situación actual puede no acabar siendo una decisión demasiado inteligente.
Ya sería toda una tomadura de pelo estar, a estas alturas del partido, pidiendo informes sobre la competencia en las gasolinas. A ver si va a ser que el ministro de industria es el único en España que no se ha enterado de que en este (y en otros muchos sectores), existe un problema de especulación y sobre todo de competencia. Está tan claro este hecho que hasta Competencia, (que digamos que tampoco es el organismo más activo de España), ha hecho ya unos cuantos informes para denunciar esta situación, que es desde luego muy evidente.
Los precios de las gasolinas en España, son los que son, porque los sucesivos gobiernos han tomado toda una serie de decisiones que suponen que hemos llegado a esta situación. La primera desde luego, es que estamos en uno de los sectores que en su día fueron estratégicos y que se optó por su liberalización y privatización, en unos procesos en los que en teoría íbamos a conseguir mejores precios, pero que en realidad han supuesto incrementos espectaculares de precios, pelotazos de impresión y desde luego una inexistencia de competencia que asusta. Y esto lo digo, porque resulta que Industria está planteándose ahora eliminar los precios regulados en la electricidad, en una decisión que le permitirá otra vez decir lo que dice ahora de las gasolinas: “el gobierno no puede fijar los precios de las gasolinas”.
Sólo hay una razón para que el gobierno no pueda fijar los precios de un bien estratégico, y es que prefiere imponer las condiciones, para que sean las propias empresas, hiperapoyadas, las que pongan el precio que les de la gana, en una estructura que de liberalizada y de libre mercado tiene nada.
Pero, ¿Se quieren razones para los precios de la gasolina?. La primera es el apoyo incondicional a las empresas, lo cual es evidente que provoca un incremento de capacidad de negociación que se acaba recogiendo en el precio. Los precios son los que son, porque si quisiesen que fuesen menores, tan sólo podrían hacer algo, o dejar de hacer, para conseguir esto, y no andar pidiendo informes tontos, que ya constan, (anda que no hay informes al respecto), y a los que no se les va a hacer ni caso.
La segunda es que todo se ha diseñado para evitar la competencia, empezando con una estructura impositiva que comparte diseño con el impuesto del tabaco, que ya comento en su día que está diseñada por y para evitar competencias en precios. ¿Si ponemos la estructura de impuestos para evitar la competencia, luego necesitamos informes para concluir que existe poca competencia en el sector?. Absurdo.
La tercera, está en que en el momento en que se ha declarado probada la existencia de prácticas anticompetitivas, se han impuesto unas sanciones que son absolutamente ridículas. Por tanto, si cada diez años hay una sanción ridícula por unos hechos que proporcionan unos beneficios ingentes a las empresas, ¿Qué se espera?.
La cuarta es que cada vez que hay una bajada del precio se toman decisiones que se venden con cualquier tontería, que en definitiva lo que tratan es de evitar que bajen los precios. La bajada del límite de velocidad, la curiosa intervención en Libia, e incluso intervenciones del BCE ad hoc y desde luego de la Asociación Internacional de la Energía, tienen la rara virtud de ocurrir siempre que el precio del petróleo y las gasolinas bajan. Es decir, tenemos toda una serie de instituciones, que en teoría defienden los intereses de los ciudadanos, ocupadas sin tregua en conseguir que los precios de los combustibles suban.
La quinta es que al final tenemos a los bancos centrales tomando toda una serie de decisiones para que los mercados financieros, (y los de petróleo y gasolinas lo son), suban, de forma que se hará lo que sea lógico, y desde hace bastante tiempo, lo que sea ilógico para que los precios suban, como se ha demostrado en el pasado y como expresa perfectamente Repsol en sus cuentas anuales.
En definitiva, lo que tenemos es un monopolio, consentido y favorecido, (al igual que en otros tantos), y toda una suerte de tácticas que exceden y con mucho los aspectos tributarios, en las que se buscan la mayor cantidad de beneficios posibles para las empresas y los mercados financieros, y esto supone básicamente que nosotros tenemos que pagar un precio mayor, porque de ahí vienen los beneficios.
Que luego de tomar toda esta serie de decisiones y muchas otras, se sorprendan de lo que ocurre en un bien básico y definición perfecta de un bien inelástico no puede ser calificado de otra forma que un cachondeo, y esto no puede ser calificado de otra cosa como de un retraso mental acojonante de unos políticos que se supone están preocupados por el poder adquisitivo de los ciudadanos, la inflación y la competitividad de las empresas.