Cada vez que hablamos de alguna pata de las de “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”, irremediablemente en la discusión surge la frase: “yo lo he visto”, y esto es una de las pocas certezas que nos podemos encontrar. Se ha visto a personas hacer toda clase de salvajadas en tiempos pasados, y contra esto no hay ningún tipo de argumentos. De la misma forma, con mucha frecuencia nos encontramos con el típico comentario de “no nos lo esperábamos porque es normal y educado”, (por ejemplo en el caso de la señora que se ha suicidado en Barakaldo, aunque también ocurre en muchos otros casos, como el del joven que se ha suicidado en Holanda, sin que nadie viese lo que estaba ocurriendo).
Tanto lo que hemos visto, como lo que hemos dejado de ver, está influenciado (y mucho más de lo que creemos), por un pequeño error en el que casi nunca lo que vemos es la realidad, sino que nuestras apreciaciones no son más que “como vemos nosotros la realidad”. Nuestros prejuicios, nuestra subjetividad y los mensajes que nos llegan y que interpretamos incorrectamente son siempre elementos distorsionadores de lo que vemos, de tal forma que absolutamente siempre la vista nos engaña; ¡a todos!.
Sin embargo el peligro es cuando olvidamos este pequeño detalle y nos lanzamos a sentenciar asumiendo que lo que hemos visto es irrefutable. Somos todos subjetivos y lo grave es no entenderlo, porque nos lleva a malinterpretar toda la información. O sea que cada cual ve las cosas de una determinada forma, y cada uno de nosotros está completamente seguro de que determinado aspecto es como lo hemos visto.
El problema es cuando todo el mundo lo ve así. Esto puede ser con la gente que usaba COFIDIS para pagar las vacaciones, o cuando se escucha cualquier cosa relacionada con aquello de que la gente se hipotecaba alegremente. (¿Acaso conoce a alguien que esté contento con deber mucho dinero?), o que los que compraban participaciones preferentes lo hacían para forrarse, igual que los que habían invertido en Banif…. Etc. Hay muchos ejemplos y muy variados de opiniones formadas que no son del todo reales, (y en muchos casos completamente irreales), y hay que preguntarse porque.
Y el “por qué” hay que explicarlo en base al entorno, la publicidad y los mensajes que nos llegan recurrentemente.
En el final de los 90, en uno de los master de escuelas de negocios que tocaba hacer porque era(y es) lo que se llevaba y que era donde se aprendía, saque una manía que puede ser tonta. Aquella parte iba de cómo se diseñaba la publicidad y los mensajes, y en particular recuerdo el caso del sector del automóvil. Se trataba del caso de los monovolúmenes, cuyas ventas no respondían a las expectativas de las automovilísticas. Haciendo un estudio, lograron entender que el target y los mensajes no eran los adecuados, ya que el que tomaba las decisiones sobre el coche a comprar en las familias había cambiado, de tal forma que la mujer tenía un gran poder de decisión en la compra del vehículo, y las mujeres rechazaban los monovolúmenes por su gran parecido con las furgonetas. Esto supuso dos cambios fundamentales; el primero es que había que cambiar el diseño para alejarse de este concepto y el segundo era tratar de cambiar el objetivo de venta, para dirigirlo hacía los niños. Es decir, tratar de poner al niño en el centro de la familia, para así vencer la reticencia de la mujer, eliminar los obstáculos del hombre y lograr acceder a un público mayor. Por tanto, hoy los monovolúmenes se distinguen mucho más de las furgonetas que en aquellos tiempos, y no se concibe un anuncio de un coche dirigido al target familiar en el que no aparezcan unos cuantos niños felices.
De este y otros trucos, lo que me quedó es una manía de tratar de entender en cada mensaje, aquellos puntos que vienen ocultos, pero que tratan de fijar una opinión y cambiar la forma de percibir las cosas, (los monovolúmenes no son como furgonetas, sino que son el mejor vehículo para que los hijos sean felices, y a ver a partir de ahí como se resiste la mujer a comprarlo). En todo mensaje, hay mucho más de lo que a simple vista parece y de hecho lo que hay demás suele ser lo más efectivo porque fija una “forma distinta de ver las cosas”, lo que a su vez acaba afectando a “lo que se ve”.
En el caso particular de las hipotecas y el problema de los desahucios, me gustaría que cada uno pensase en todas las comunicaciones que nos llegan a través de medios como la prensa y sobre todo los comentarios en las noticias y los foros de internet. Soy perfectamente consciente de que estos instrumentos NO DEBERÍAN ser canales de publicidad en los que se fijan ideas y criterios para determinar “como se ven las cosas”, pero lo son.
En las noticias y en prensa aparece de vez en cuando el caso de una familia que va a ser desahuciada. Normalmente esta familia tiene un target específico. En una gran parte de los casos son personas de otra nacionalidad, que tenían unos ingresos muy bajos, que se endeudaron en un polígono de alguna ciudad importante a un precio increíble; otros son casos como los que ha salido en las noticias estos días de una chica de 26 años con cinco hijos y que aparece con ciertos rasgos distintivos… En el repugnante post de subastas de estos días (y no ha sido el único), que está enviando un mensaje muy claro (bajo el viejo truco de Caín vs Abel). (Y aclaro que es repugnante, al igual que otro hilo abierto a cuenta de la persona que se ha suicidado en Barakaldo, porque no manifiesta el más mínimo valor por la vida de las personas, poniéndolas tras un negocio que tiene los días contados)
Quizás no sea el término apropiado, pero para que nos entendamos, lo que no hay en ningún post, comentario o noticia es “el caso normal”. El caso más representativo de la sociedad o un caso en el que nos podamos identificar. Lo mismo pasaba con el tema de las preferentes y con tantos otros. Al principio los mensajes que llegaban transmitían la imagen de que no nos podía pasar pero que iba con otro target, de tal forma que se transmite una forma de pensar que se resume en dos ideas: “a mí no puede pasarme porque no tengo nada que ver con este caso”. Por supuesto, todo esto afecta a la idea preconcebida y todo lo que se ve, se ve en este concepto, mientras que lo que no se ve, simplemente no se ve. El hecho de que no se vea algo, suele ser también representativo, pero ¿Cómo sorprenderte de no ver cosas que no esperas ver?.
¿Qué ha ocurrido con las preferentes?. Que se han empezado a conocer casos de gente “normal”, (entendido como normal aquel tipo de personas con el que fácilmente nos podemos identificar), lo cual ha generado una opinión totalmente contraria. No ha sido un especulador que trataba de forrarse el que ha caído, sino que han sido las personas que conocemos que tenían unos ahorrillos, y que ahora nos cuentan su historia. Este matiz es clave, porque ahora cuando nos cuentan una historia de unas preferentes, el entorno en el que situamos esto es completamente diferente, y “lo que vemos” es completamente distinto.
Y ¿Qué ha ocurrido con los suicidios o acontecimientos que están saliendo a la luz ahora?. Pues al igual que al que me refería en uncomentario de pasado hace unos días, tienen una peculiaridad; son de personas con las que nos podemos identificar; son de los casos de “nunca lo hubiese imaginado”. Y esto es un aspecto diferencial; el deudor no es el malvado hermano que arruina al bendito hermano que le dejó el dinero para comprar un piso como cuenta Tristan en un patético intento por mantener una opinión hacía un sistema que le deja muchos beneficios y su forma de vida, que se derrumba. No es una persona con un perfil distinto al del común de las personas. No son extranjeros de un polígono de Madrid, (aunque haya muchos) y no son el target que estamos acostumbrados. En granada se ha suicidado una persona que nadie esperaba, que tenía un negocio y que presumiblemente arrastraba la deuda por una mala racha en el negocio, mientras que en Barakaldo se ha suicidado una señora que tampoco nadie esperaba, que tenía un trabajo…
En definitiva, lo que estamos conociendo ahora son los casos de clase media típica y aburrida; la normalidad más absoluta. Antes preguntaba: ¿ Cómo sorprenderte de no ver cosas que no esperas ver?. La sorpresa de ahora, al ver que un perfil determinado está sufriendo lo indecible, es fruto de un error previo; ¿Cómo no nos hemos sorprendido antes de que las situaciones dramáticas no se produjesen en entornos claros de clase media?.
Se está asistiendo a un atentado sistemático contra las condiciones de la clase media y de la aburrida persona o familia que no daría para una película y ¿ahora nos sorprendemos de que personas de clase media sufran las consecuencias?. No tiene lógica salvo que entendamos que:
- Hemos de ser conscientes que todo lo que creemos está influenciado por lo que creemos.
- Todo lo que creemos está influenciado por unos mensajes que nos llegan y que no siempre son obvios.
- Todo lo que no vemos, porque nos negamos a verlo o porque nos es ocultado también conforma la realidad.
Lo que a su vez tiene una implicación práctica: todo el que quiera entender lo que está ocurriendo tiene que hacer algo de trabajo de decodificación y desde luego asumir que lo que vemos puede no ser la realidad. Y todo el que no lo haga, corre el riesgo de no enterarse de lo que ocurre en unos momentos en los que todo va a cambiar a una velocidad de vértigo. Es así de simple; Yo hoy puedo elegir entre dejar escrito unas letras en las que defiendo a la banca o unas letras en las que defiendo a una persona que se acaba de suicidar. Pues entre todas las razones que me llevan a lo segundo, la más obvia es que es lo más inteligente ante el futuro más inmediato, por mucho que hoy en día apoyar a la banca esté mejor retribuido.
Y a titulo de corolario, añadiría otra recomendación a los emisores de los mensajes. Y es muy obvio y conocido en el tiempo; La realidad se impone siempre, por mucho trabajo en redes sociales y en medios que exista.