Tenemos por ahí una discusión pendiente acerca de la actitud de los bancos y los usuarios, (en general todos), acerca de la culpabilidad de determinadas decisiones. En mi opinión, en la inmensa mayoría de los casos nos hemos encontrado con la culpabilidad de las entidades financieras porque entiendo que los usuarios de estas se han de fiar de lo que las entidades digan. Es así de simple, cuando vas a un banco, se supone que vas a junto a un experto en el tema, y por tanto con más criterio. Se sobreentiende que el banco va a ofrecerte un buen producto, (aquel en el que todos ganan), y que en todo caso que los reguladores y las administraciones públicas se van a ocupar de que no existan engaños. Está claro que estas premisas no se han cumplido.
Por el otro lado tenemos el argumento de que los clientes de las entidades financieras debieron entender que “el banco no es tu amigo” y por tanto es un negocio en el que busca su propio beneficio y que los usuarios debieron tener en cuenta esto.
Lo curioso es que bastantes veces, para tratar de exponer mi opinión sobre la responsabilidad de las entidades financieras, expertos y demás gurús, colocando todo tipo de productos engañando a miles o millones de personas, recurrentemente he usado el argumento de la sanidad y los médicos. Cuando vamos al médico tendremos que asumir que no es normal, deseable, y ni tan siquiera defendible que tengamos que tener los conocimientos necesarios para entender, contradecir o poner en duda sus diagnósticos y prescripciones.
Evidentemente este es un extremo, no es lo mismo ir a un banco que a un médico; no lo es por los conocimientos necesarios, por la asimetría en la información y sobre todo no lo es por los efectos que puede ocasionar una mala decisión. Por esta misma razón es por la que lo he usado recurrentemente.
Pues curiosamente, por muy extremo que sea, ahora resulta que precisamente el ejemplo que he usado como algo que no tendría ningún sentido es hoy el punto clave de la situación en España. La frase “El banco no es tu amigo” es cierta, pero ocultaba aspectos claves en un sistema perverso y sobre todo en la falta de responsabilidad. Pues hoy nos encontramos con todas las medidas de gestión privada de la sanidad con exactamente la misma situación. En definitiva, lo que tenemos que entender es que directamente la entidad que asuma la gestión de los hospitales y de los servicios médicos no será el amigo de los usuarios. Tampoco lo seré de los políticos que acaben adjudicando, controlando y pagando los servicios con dinero de todos, pero si es posible que tengan cierta amistad entre ambos, (aspecto este que por cierto, incluso obviaré).
La diferencia de intereses es más que evidente, incluso sin tener que llegar al extremo del análisis. Pero sin embargo, son recurrentes los análisis que nos dicen aquello de que el sistema puede llegar a ser mejor, siempre y cuando exista una regulación y una supervisión desde el sector público muy eficiente. Es decir, que bien sea el gobierno o bien una entidad independiente, (aún no se ha llegado a este punto pero se llegará como se llega siempre a la necesidad de la independencia de los reguladores respecto a los políticos), se supone que garantizará que los intereses de los ciudadanos, (los que pagan y reciben el servicio), prevalecerán sobre los intereses de las empresas que los prestan, que harán lo que necesitan los ciudadanos, pero a un menor coste. Lamentablemente no conozco a nadie que haya dado demasiados ejemplos de reguladores que se hayan preocupado de los ciudadanos. De hecho, lo curioso es que incluso el Banco de España hasta ahora no está considerado culpable en ningún lado de los desmanes de las entidades. Pero, dada la experiencia de la CNMV, de los bancos centrales, de la CNE… , ¿de verdad vamos a tener que defender un sistema con intereses contrapuestos en el que el regulador ofrezca la clave para que funcione?.
De hecho es curioso, ya que todo este sistema se está montando para beneficiar a determinados grupos financieros y empresariales, por lo que está más que claro que los intereses que prevalecerán en este sistema van a ser “lo que los mercados determinen”; lo cual es perfectamente consistente con los anteriores ejemplos de reguladores que de regular, nada de nada.
En este caso en particular, la dinámica es peor incluso que en el resto de casos en los que las privatizaciones nos iban a traer bajadas de precios, mejoras para los consumidores y demás. ¿Por qué?. Pues porque en los modelos de sanidad que se están proponiendo resulta que da igual que los usuarios acudan a los hospitales o no; A fin y a cuentas se establece una gestión con un mercado cautivo de referencia y a facturar, de tal forma que no podremos decir ni aquello de “Podías ir a otro banco” o “Podías no firmar”, frases que ocultan siempre un poder de mercado que en este caso será tan extremo que dará exactamente igual.
Pero, ¿Y si resulta que al final no es más barato, (como por cierto ocurre en todo el mundo)?. ¿Qué ocurre si las empresas no logran gestionar con precios más baratos?. Pues entonces nos encontraremos con la sorpresa que tenemos siempre. ¿no nos lo imaginamos?. Habrá que modificar el contrato, hacer todo lo posible por mejorar la situación de las concesiones o al final rescatar a las entidades que pierdan dinero porque están prestando un servicio público y además si no se rescata a los inversores,….¿quién va a invertir?. ¿no ocurre con el resto de los sectores en los que tanto se lleva la colaboración público-privada que tan de moda está?.
En definitiva, lo que tendremos es más de lo que tenemos ahora mismo. Mercados de créditos cerrados y el que quiera un crédito pagando lo que los demás no pueden, mientras los reguladores rescatan entidades a un coste cada vez mayor, (aunque siempre anunciado como beneficioso para el contribuyente), mientras los contribuyentes y consumidores aceptamos todo tipo de animaladas para generar beneficios para unas entidades que dejan fuera del circuito a la inmensa mayoría de la sociedad. O sea, todos pagando lo que unos pocos pagarán muy caro.
¿Difícil de adivinar?. ¡Pues no será por ejemplos!.