Una de las discusiones que parece que se ha olvidado o mejor dicho, que parece que se ha solucionado es aquella de la viabilidad del euro. En definitiva, todo el mundo parece que se ha apuntado a aquello de “el euro es irreversible”. Por supuesto, nada ha cambiado en el entorno económico, salvo otra discusión que parece curiosa: “el rescate de España que parecía inevitable ahora no lo parece”.
Por supuesto, los poderes políticos no han demostrado un compromiso nuevo con el euro; ni por supuesto el Banco Central Europeo manifiesta ninguna novedad cuando afirma que va a hacer lo necesario para salvar el euro. Estos aspectos no entran más que en la dialéctica de los informes y análisis interesados, ya que en todo momento y lugar absolutamente todo el mundo ha hecho lo humano y lo divino por mantener una moneda que se derrumba.
El euro no se derrumba por falta de ganas de nadie, ni por compromiso de nadie; y por supuesto tampoco se derrumba por la no integración fiscal de las economías de la eurozona. El euro se derrumba porque estamos hablando de una moneda que une mediante una misma moneda a países con condiciones muy distintas.
Es así de simple; se trata de entender que cada país tiene unas circunstancias, expresadas en que los ciudadanos de distintos países se enfrentan a situaciones distintas; (no tiene el mismo esquema económico, legal, social, laboral y cultural un Irlandés, un Alemán y un Griego).
Las políticas económicas nunca son buenas o malas de una forma intrínseca o moral, sino que lo más importante es que debemos entender que las políticas económicas han de responder a las circunstancias concretas y completas de cada situación y cada país. Es decir, lo que en una situación es aconsejable en otra situación es completamente contraproducente. Por esta razón, siempre que se habla de una política económica, nunca debemos olvidar la contrapartida.
Teniendo en cuenta esto, y para el caso europeo, tendríamos que una política económica común no tiene porque ser la apropiada; es decir, puede ser inapropiada para la situación del ámbito que le corresponde; pero en este caso lo que nos encontramos es que no puede ser la apropiada para todos los países, ya que al partir de situaciones distintas, de normativas distintas, de contextos laborales distintos, de esquemas políticos distintos, y si se quiere de culturas distintas, las recetas tienen que ser distintas a la fuerza.
Este pequeño matiz se olvidó cuando se diseñó una eurozona en la que países con diferencias tan señaladas en todas las estructuras integraron una moneda y por tanto una política monetaria; política monetaria que a su vez se ha supeditado a los intereses de un determinado país. Es decir, desde el primer momento la política monetaria de la eurozona ha estado condicionada por la reunificación alemana y por la implosión de la burbuja punto.com, de tal forma que desde el primer momento, (y hasta la actualidad), muchos países han tenido una política monetaria que no era en absoluto adecuada a su situación.
Y lo que es peor, se olvida este pequeño matiz, cuando se habla de que los problemas del euro vienen de la no existencia de una política fiscal común. Primero, porque es obvio que la política fiscal de los distintos países ahora mismo viene determinada por unas recomendaciones que son en realidad obligaciones, ¿A que reclamar que la política fiscal venga de Europa, cuando hace tiempo que mandan?. Y en segundo caso, porque es obvio que el concepto política fiscal viene de una división de las políticas económicas en sentido amplio. Es decir, las políticas económicas en mayúsculas se dividen entre políticas monetarias y fiscales; Si una economía sufre (esta es la palabra exacta) una política monetaria inadecuada y además sufre una política fiscal inadecuada el desastre está servido.
Por esto el euro, tal y como está diseñada la unión europea, no es viable en absoluto. Es cierto que el Banco Central Europeo puede traspasar muchos límites para lograr mantener los mercados financieros, aún a costa de destrozar a los ciudadanos de todos los países, porque curiosamente ningún país acabará teniendo la política monetaria necesaria.
Sin embargo al final la economía, aquella que también se ocupa de las empresas, de las personas, de los trabajadores, de los consumidores y en general de todos los agentes de la sociedad revienta, llevándose consigo todo el sistema.
El euro no es irreversible, tal y como prueba el hecho de que de repente todo el mundo tenga la necesidad de convencer de que es irreversible. De hecho, actualmente el euro es imposible, hasta el punto de que cada vez que hay unas elecciones, o un referéndum o cualquier problema en cualquier país de la zona euro, nos encontramos con los mismos temores, los mismos cisnes negros y la posibilidad de ruptura. Y todo ello, hasta que por algún lado reviente.