Voy a empezar aclarando que hay un colectivo que está sufriendo con especial rigor todas las medidas que se están tomando, y no es otro que el de los autónomos y más particularmente el comercio minorista. Lorenzo Amor, de la Asociación de Trabajadores Autónomos, (ATA), no hace más que referirse a la situación crítica de este sector tras unos cuantos años con caídas dramáticas de ventas.
Desde luego, no tengo ninguna objeción al diagnóstico de crítico del sector del comercio, tampoco al diagnóstico de que tal situación es gravísima; y curiosamente tampoco al diagnóstico de las razones que exponen para tal hecho: caída dramática de las ventas.
Lo que sí que no acabo de entender es el hecho de que estando de acuerdo con todo, tenga que escribir un post tratando de explicar las razones por las que esta persona está en las nubes en el mejor de los casos. Y lo digo, porque resulta que en base a una situación crítica lo que hace es proponer toda una serie de medidas, que pasan por reducir los costes laborales, incentivos fiscales a los autónomos y crédito para este colectivo.
Se puede pensar en corto y entender que estas medidas son las que benefician al colectivo que representa, y que debemos tomarlas como tal; es normal que una persona que representa a un colectivo busque proponer medidas que beneficien a este colectivo y por tanto en tal sentido debemos tomarlo. Pero el problema es que estando ese colectivo en una situación crítica, deberían buscar soluciones a los problemas, y sobre todo una forma de salir de la situación crítica en la que se encuentran.
Y puede parecer una tontería, pero ¿Cuál era el problema que les lleva a esta situación?. Pues el problema es que no venden, y si no venden todos los costes laborales son salvajes, todos los impuestos salvajes y la posibilidad de un crédito es nula. Pero el problema real es que no venden y el hecho de que vendan es condición sine qua non, para salir de esta situación crítica.
Si el problema es que no venden, no es difícil entender que una postura medianamente inteligente tendrá que ser plantearse por qué ocurre tal cosa. Y se mire por donde se mire, lo único bueno de la situación crítica es que a su vez es muy clara. El problema está en la renta disponible y la confianza de los que son sus clientes. Es algo muy básico.
Cuando resulta que millones de personas pierden su empleo, (¡y alguien tendrá que darse cuenta de que abaratar el despido sirve para favorecer los despidos!), cuando millones de personas pierden ingresos, (las bajadas de sueldo es lo que tienen), a la vez que tienen que pagar cantidades superiores por todo lo básico, mientras tienen subidas de impuestos, y se encuentran en una situación de incertidumbre máxima porque saben que cada semana las pensiones, las indemnizaciones de despido, las prestaciones en caso de que ocurra algo o el sueldo del mes que viene está en riesgo, la conclusión es clara, evidente y difícilmente sorprendente: la gente ajusta y se sacrifica. Y esto de que la gente ajuste y sacrifique significa literalmente que compra lo básico y absolutamente nada más.
Tampoco es muy difícil entender que si los ciudadanos no compran, el comercio no vende. O sea que (como ya expliqué en su día), los sacrificios que se pide a los ciudadanos consisten en renunciar a tomar un café, restringir compras de ropas, o lo que es lo mismo; estos sacrificios abstractos consisten en poner al comercio en una situación crítica.
Pues entendiendo todo esto, lo que soy incapaz de entender es que en la situación actual, los representantes del pequeño comercio no estén clamando contra todas las medidas que destrozan a sus clientes. Soy incapaz de entender que no estén todos los días exigiendo que sus clientes mejoren, porque entiendo que no hay que analizar demasiado para entender los beneficios reales de tal situación.
En cambio, nos encontramos siempre con la matraca de “vamos en la buena dirección”, pero falta “lo nuestro”, lo que nos lleva a la situación tan curiosa en la que se acaban apoyando toda una serie de medidas que llevan a que las personas que pasen por delante de los distintos escaparates de todos los negocios de España estén en una peor situación, lo que acabará provocando que no entren.
Y realmente podemos ahora entrar en la guerra del mundo de opinión, y tratar de discutir sobre si tal o cual es bueno o malo, si está en lo cierto o no, si los autónomos deberían pagar el 19% o el 21% o si es bueno que se rebajen los sueldos un 10% o no. Pero también podemos entender lo que ocurriría si se le concediesen todos los puntos que solicitan ¡y más!.
Imaginemos que de repente se reducen las cuotas a la seguridad social, (lo que llevará a bajada de pensiones y(o) déficit de la seguridad social), o que se reducen los sueldos e indemnizaciones de despido, o imaginemos que los trabajadores o consumidores tendrán que pagar más impuestos para compensar las rebajas de unos u otros, o imaginemos que los ciudadanos tendremos que pagar más por los negocios que se generan en la administración pública o en su destrucción.
Pues en esta situación, ¿Cómo quedaría el comercio?, ¿Quién le daría un crédito a un comerciante sabiendo que no va a vender?. ¿importa de verdad el tipo impositivo a estos negocios o el coste de los trabajadores de empresas que no tendrán actividad?. De hecho, el mero hecho de que sean los comerciantes los que piden estas cosas, no sirve para otra cosa que no sea el destrozar la confianza de los consumidores; ¿y luego nos dirán que están en una situación crítica?.
¿Tan difícil es en este país que los comerciantes se pongan en el escaparate y piensen en la gente que pasa por delante y que se supone que comprarían?. A lo mejor, en este momento, cada vez que alguien atente contra su poder adquisitivo entenderían que deberían ser los más contrariados con unas medidas que llevan a toda la sociedad (y a ellos) al desastre. No entiendo como es posible que traten de coger pequeñas ventajas, mientras nuestros sacrificios son sus negocios y su forma de vida destrozado.
Y todo esto, sin olvidar otra perogrullada; el comercio, la actividad y el país están en una situación crítica, ¿de verdad es que vamos en la buena dirección?.