Este fin de semana me quedo con dos opiniones, que han salido en “El Economista”, aunque una de ellas venga de “The Economist”, que son simplemente delirantes, sobre todo por esta manía de vender como “Economistas”, a lo que no son más que opiniones adoctrinadoras de determinados grupos de interés que llegan a niveles que son absurdos.
En los dos casos, estamos hablando de las recomendaciones a lo que hay que hacer y de “animar”, mediante la técnica del “¿no hay huevos?”, y del “no te resista” a tomar unas medidas que son las de siempre; reducir el salario mínimo, facilitar el despido, (aún más), cargarse aún más el estado del bienestar… Bueno lo de siempre.
En ambos casos nos encontramos otra vez con una deriva muy lejana a la realidad y a la historia, que a mi me lleva a la conclusión de siempre; los sucesivos escritores de estos panfletos o son sociópatas o tienen un grave problema con un cociente de inteligencia anormalmente reducido. (Como siempre, si alguien tiene otra opción que me lo haga saber y respecto a mi particular opinión, sigo pensando que es una combinación de las dos opciones).
En ambos casos se están olvidando de un pequeño detalle, que nunca nos cuentan, por mucho que se vendan como economistas o académicos o por mucho que incluyan una serie de trucos que nos llevan a la conclusión de que todo el mundo piensa lo mismo. ¿De dónde vienen estas medidas?. ¿De dónde y para qué sirven las normas de protección laboral, el salario mínimo…?. Pretender que son un capricho o simplemente no entender que son normas básicas para la creación de una clase media fuerte que viva de su trabajo, lo que a su vez redundará de forma clara en la economía cataloga perfectamente a una persona como NO ECONOMISTA. Con esto no se quiere decir que no exista la posibilidad de que en determinados momentos el salario mínimo o las normas de protección de los desempleados sean excesivas. Por supuesto, pero ¿de verdad se puede decir que este es el caso?.
En fin, la ironía está en los citados artículos, donde un habitualmente iletrado Fernando Martínez Ibisate, publica un post que titula: “Lamento por una ofuscación que nos daña”. Básicamente el argumento de este artículo va en la línea de que se ha hecho mucho en el mercado de trabajo, contando que la reforma del mercado de trabajo que ha hecho el PP, “Algo es, y acabará notándose en los datos”, pues resulta que todo el mundo se ofusca y se ha quedado corta.
Nos habla de que han sido varias las reformas, de una norma que sigue considerándola igual que la franquista, pero curiosamente, no nos cuenta que en todas y cada una de las reformas, el sentido ha sido el mismo, las intenciones y la coartada moral es siempre la misma, y curiosamente, siempre se ha acabado notando en los datos”. ¿Qué las condiciones del mercado de trabajo no han parado de empeorar, y la economía se ha ido a tomar viento, mientras tenemos un modelo económico que no se sostiene?. Pues lo curioso es que es muy posible que tal dislate sea precisamente por todas estas reformas que nos han traído hasta aquí.
No se entiende que nos diga, no sé que de la ofuscación, cuando resulta que los únicos ofuscados son los que una y otra vez no ven los datos actuales, no ven los resultados de las decisiones y nos vaticinan una mejoría en el futuro, que nunca llega, porque según ellos se han quedado cortos. Vamos a ver si nos entendemos, si se publica una reforma que liberaliza el mercado de trabajo y no funciona, otra, y otra… y resulta que cada vez estamos peor, a lo mejor debería hacérselo mirar, sobre todo por una persona que se define como Economista y como tal ha de mirar todo el sistema económico, en el que las personas son algo importante, y hasta tienen un nombre, (economías domésticas), y una función, (además de servir de factor de producción que es consumir los bienes producidos). Es decir, la definición de sistema económico es un conjunto de instituciones y relaciones que buscan convertir recursos limitados en bienes para su consumo.
En fin, pero lo más absurdo son las conclusiones de “The Economist”, que se ve mucho mejor, comenzando por el final; El textito nos cuenta que sin demanda interna no hay mucho que hacer ni tan siquiera en el contexto de un sector exportador potente; Siendo cierta tal afirmación lo que no se entiende es que The economist trate de imponer sus recetas que vienen a ser cargarse la demanda interna. ¿Por qué?. Pues porque aquí parece que todo el mundo tiene demasiados problemas para entender que la mayor parte de la demanda interna está determinada por las rentas, las condiciones y las expectativas de la mayor parte de las personas, que por definición en un sistema capitalista son los trabajadores.
Este es el mayor absurdo de un entorno en el que las medidas para salvar el sector financiero y las empresas se están cargando la clase media, (también conocida como parte principal de la demanda interna), lo cual arruina la economía, lo cual a su vez arruina otra vez al sector financiero y las empresas, y resulta que aún parece que no nos damos cuenta, porque resulta que “ya veremos” o que, como bien dice el economist, gracias a la reforma laboral, estamos en una situación en la que, al facilitar los despidos, las empresas ya están en condiciones de contratar; argumento tan absurdo como tramposo, ya que al facilitar los despidos, las empresas en lo que están es en condiciones de despedir.