Más allá de los casos de financiación del Partido Popular, de los que se va haciendo todo el mundo una idea clara, (a excepción del fiscal…) y de los casos de financiación de los sindicatos y patronal, (en particular UGT), nos encontramos con otros casos de financiación creativa dentro de los partidos políticos. Conocido es el caso de ERC, pero existe en numerosos partidos y son las cuotas a los cargos de los partidos, que son sensiblemente más altas que a los afiliados.
Está claro que esto no es otra cosa que una forma de financiación, pero a su vez no deja de tener un aspecto que es especialmente perverso. El pago de una cuota a un partido político por desempeñar un cargo designado por este partido, no es otra cosa que precisamente esto; pagar por ocupar un cargo por un partido. El extremo ha sido el caso conocido en Cataluña en el que se han despedido a personas por no pagar ya que: “cualquier persona que trabaje en un departamento de la Generalitat sin ser funcionaria está allí porque tiene la confianza del conseller y por lo tanto es un cargo de confianza, por eso debe pagar al partido”, según Vendrell en el 2006.
Puede parecer muy lógico, pero sin embargo lo que ocurre normalmente es que los cargos públicos pagados con fondos públicos jamás deberían estar para lo que diga un partido político.
Las perversidades de este sistema, más allá de lo que a mí me parece una muy cuestionable ética, sobre todo en partidos que defiendan recuperar los derechos de los trabajadores, (entre los que está no pagar a terceros por desempeñar este trabajo), son demasiado obvias, más allá de la sumisión al partido aspecto no demasiado compatible con aquello de recuperar las instituciones a los ciudadanos.
Por ejemplo, nos encontramos con la multiplicación de asesores en todos los niveles. ¿Cómo no se van a multiplicar los asesores si los partidos políticos cobran lo que a todas luces es una comisión por cada cargo?. Es así de sencillo; los funcionarios no generan un duro a los partidos políticos, pero resulta que los cargos políticos dejan todos los meses una parte de su sueldo para contribuir a la causa, de tal forma que cuando oímos hablar del coste de cada uno de los asesores, tendremos que acordarnos que no todo es sueldo, sino que el dinero que cuestan se reparte.
Pero es que además tenemos otro efecto perverso y que potencia la sumisión al partido político; si nos damos cuenta, para acceder a un cargo público, no hace falta saber, conocer, ni estar dispuesto a prestar un servicio al ciudadano. Directamente en ocasiones se da un proceso, (conozco un caso al menos), de subasta. Es decir, una persona está dispuesta a hacer un sacrificio por el partido, de tal forma que en base a este sacrificio ha conseguido un cargo de asesor cobrando una auténtica miseria, con el objetivo de que en el partido se le vea bien y acceder en el futuro a un cargo mucho mejor pagado y con muchas mejores posibilidades.
La perversión es desde luego extrema, tanto como para que estas prácticas deban estar absoluta y terminantemente prohibidas, en lugar de aceptadas; como uno de los primeros pasos para que los políticos y los cargos estén al servicio de los ciudadanos y los partidos políticos al servicio de las personas que sirvan a los ciudadanos, y no como en la situación actual en la que los ciudadanos estamos al servicio de los cargos, que a su vez están al servicio de los partidos.