El otro día hablaba de “supuestos liberales”, que continuamente amparados en dogmas absurdos defienden una serie de tonterías trasnochadas, (por mucho que se amparen en la denominación de neoliberalismo), que ni son moderna s ni liberales, ni nada que se le parezca.
Como parece que no se entendió muy bien el post, me gustaría proponer unos cuantos extractos de algún libro escrito por otro, para tratar de explicar lo que quería decir. Aclarar que la traducción es más o menos libre. Este libro (o conjunto de libros en realidad) es “la riqueza de las naciones” de Adam Smith y concretamente el capítulo 8 del primer libro, que cómo muchos sabrán es uno de los liberales de cabecera. Debe tenerse en cuenta que además de una persona marcadamente liberal, esta persona escribió este libro en el siglo XVIII, y en particular me gustaría llamar la atención a que parece increíble que el mundo avanzase mientras alguna gente parece que ha retrocedido mucho.
“El importe de salarios comunes del trabajo, depende en todas partes del contrato firmado generalmente entre esas dos partes, cuyos intereses no son en absoluto lo mismo. Los trabajadores desean obtener lo tanto, los maestros a dar lo menos posible…
No es, sin embargo, difícil prever cuál de las dos partes, en todas las ocasiones ordinarias, tiene la ventaja en la disputa, y puede obligar a la otra a un acuerdo con sus términos. Los patrones, al ser menos en número, pueden pactar con mayor facilidad, y la ley, además, autoriza, o al menos no prohibir a sus pactos, mientras que prohíbe los de los obreros. No tenemos leyes parlamentarias contra el pacto de bajar el precio del trabajo, pero muchos en contra del pacto para elevarlo. En todos estos conflictos los patrones pueden aguantar mucho más. El dueño, un granjero, un fabricante, un comerciante, aunque no empleen un solo trabajador, por lo general podrían vivir un año o dos en las poblaciones que ya han adquirido. Muchos trabajadores no podrían subsistir una semana, pocos podían subsistir un mes, y cualquier escasez de un año sin empleo. En el largo plazo puede ser el obrero que sea necesario para su amo como su patrón es para él, pero la necesidad no es tan inmediata.”
Es cierto que hoy está crítica no tiene demasiado sentido, pues es evidente que no hay normas contra los acuerdos de sindicatos, pero la crítica de un liberal como Adam Smith a los mecanismos para bajar los sueldos, parece que sigue bastante vigente. Quizás los que propugnan los mecanismos para bajar los sueldos, deberían replantearse algunas cosas.
“Rara vez escuchamos los acuerdos de los patrones, aunque con frecuencia sí se habla de las de los obreros. Pero el que se imagina, por esto, que los patrones no pactan, es un completo ignorante del mundo en esta materia. Los patrones están siempre y en todas partes en una especie de pacto tácito, pero constante y uniforme, para no elevar los salarios de los trabajadores por encima de su tasa actual. Violar este pacto es, en todas partes, una acción impopular, y genera una especie de reproche a un empresarios entre sus vecinos. Rara vez, en efecto, se habla de este pacto, porque es la costumbre, y se puede decir, el estado natural de las cosas para que nadie se entere de él. Los empresarios también, a veces entran en acuerdos particulares para hundir los salarios del trabajo, incluso por debajo de esta tasa. Estos siempre se llevan a cabo con el máximo silencio y secreto, hasta el momento de la ejecución, y cuando los obreros se enteran, como a veces lo hacen, lo hacen sin resistencia. Aunque gravemente sentido por ellos, nunca se enteran por otras personas.”
“Un hombre debe vivir siempre por su trabajo, y su salario debe al menos ser suficiente para mantenerse. Deben incluso en la mayoría de ocasiones, ser un poco más, de lo contrario sería imposible para él para criar una familia, y el recorrido de este tipo de trabajadores no podía durar más allá de la primera generación”.
“Por lo tanto, la recompensa liberal del trabajo, por lo tanto, ya que es el efecto necesario, porque es el síntoma natural del aumento de la riqueza nacional. El escaso mantenimiento de los trabajadores pobres, en cambio, es el síntoma natural que las cosas están en el candelero, y en un rápido retroceso hacía el hambre”
“¿Debe esta mejora en las circunstancias de los rangos inferiores ser considerado como una ventaja o como una inconveniencia a la sociedad? La respuesta parece a primera vista abrumadoramente clara. Siervos, obreros y trabajadores de diferentes tipos, constituyen la mayor parte de la gran sociedad política. Pero lo que mejora las circunstancias de la mayor parte nunca puede ser considerado como una inconveniencia para el conjunto. Ninguna sociedad en la que la mayor parte de sus miembros sean pobres y miserables no podrá nunca ser floreciente y feliz.”
“El incremento de los salarios del trabajo aumenta necesariamente el precio de muchos productos básicos, mediante el aumento de la parte de éste que se resuelve en los salarios, y en el corto plazo tiende a disminuir su consumo, tanto en casa como en el extranjero. La misma causa, sin embargo, lo que eleva los salarios del trabajo, el aumento de las acciones, tiende a aumentar sus capacidades productivas, y con una menor cantidad de trabajo producen una mayor cantidad de producto. El propietario de las acciones que emplea a un gran número de trabajadores, necesariamente se esfuerza, por su propio beneficio, para hacer una división y distribución adecuada como del empleo que puedan estar en condiciones de producir la mayor cantidad de trabajo posible.
Por la misma razón, se esfuerza para que les suministren la mejor maquinaria que él o que se pueda imaginar. Lo que tiene lugar entre los obreros en una casa de trabajadores en particular se lleva a cabo, por la misma razón, en una gran sociedad. Cuanto mayor sea el número, más fácilmente se dividen en diferentes clases y subdivisiones de empleo. Más cabezas están ocupadas en la invención de la maquinaria más adecuada para la ejecución de la obra de cada uno, y existen, por lo tanto, más probabilidades de generar invenciones. Por lo tanto hay muchos productos básicos, que, como consecuencia de estas mejoras, vienen a ser producidos con menos trabajo que antes de tal forma que el aumento del precio de factor trabajo es más que compensado por la disminución de su cantidad”.
Si nos damos cuenta, Adam Smith, que no es precisamente conocido por ser comunista precisamente, criticaba en el siglo XVIII, (que no es ahora precisamente), unos cuantos aspectos que lo definirían como socialista entre los cuatrocientos mil “pervertidos” que mencionaba el otro día que inundan los medios de comunicación económicos a golpe de slogan.
No me explico muy bien como hemos llegado a una situación en la que un liberal del siglo XVIII afirme cosas que ni tan siquiera los sindicatos dicen; y desde luego sorprende mucho que se hagan unos cuantos análisis para reducir los salarios (y los salarios mínimos) para generar riqueza, se critiquen los acuerdos de los sindicatos, se olviden los papeles de las empresas y se obvie el hecho de que el progreso está en la productividad que es responsabilidad de las empresas, (por la organización de las empresas, la innovación y el desarrollo) y que esto ocurre cuando los sueldos suben y nunca cuando bajan, y todo ello en nombre de esta persona. También no deja de ser curioso que esta persona defienda que nunca podrá florecer un país cuando los sueldos bajan o gran parte de las personas son pobres.
Y por ahora propongo que nos vayamos colocando; se puede coger el punto de partida de alguien del siglo XVIII y avanzar; o se puede ser más cerrado de mente que una persona liberal del siglo XVIII, (no se entienda una crítica; el paso del tiempo y sobre todo las aportaciones posteriores no estaban disponibles en el siglo XVIII por lo que este libro tiene un mérito increíble digno de un genio; hoy es fácil porque está escrito y se ha escrito mucho después; pero esto no ocurría en ese momento).
Puede ser calificado como demagógico denominar a alguien retrógrado o “ventajista vende humo” al coger unas teorías de una persona que expuso sus teorías hace casi trescientos años en unas circunstancias determinadas y olvidar las que exponen las necesidades de un avance para proponer un retroceso. Pero no hacerlo es simplemente mentir.