Esta semana retomaba la actividad en el blog con un post en el que comentaba lo inaudito de un periodista económico que se sorprende de que el plan del BCE no haya supuesto una mejora del crédito y que el dinero no haya llegado a la economía real.
El siguiente post trataba el absurdo de un Banco Central Europeo que lleva años luchando por empobrecer a los ciudadanos para salvar los mercados financieros. Antes se suponía que luchaba por evitar la inflación, ahora se supone que lucha por evitar la deflación; pero la realidad es que no es más que retórica. En todo caso, uno de los comentarios en el post me recordaba que el objetivo de dicha entidad es generar inflación, por lo que conseguir que el precio del petróleo se incremente ayuda en tal objetivo.
Finalmente la entidad hoy ha hecho lo que los mercados le pedían. Confirmar que hará lo que sea necesario. De hecho, ha retocado el programa de compra de activos (programa para que las entidades financieras soporten la deflación y no para evitarla), basándose en que los aspectos técnicos no van a evitar que hagan su trabajo. En realidad, no lo va a evitar ni los aspectos legales, ni los técnicos y, ni tan siquiera, el mero sentido común. Es sencillo entender que no va a conseguir el objetivo; ni el real ni el que nos ofrecen de coartada. Es decir, el hecho es que se va a generar más deflación (y mayor será la deflación, cuanto mayor sea la efectividad de las medidas en cuanto suban el precio de las materias primas) y no servirá para salvar a los mercados financieros que tendrán que luchar contra la depresión que está provocando el BCE con tantas medidas deflacionarias.
Para las razones de tal fracaso y para entender esto correctamente voy a rescatar otro post de octubre de 2010 que vuelvo a reproducir. En aquella ocasión se hablaba de Bernanke con su helicóptero tirando dinero para inyectarlo en la economía; pero, sin embargo, la realidad es que sus medidas suponían inyecciones para el mercado financiero y no para la economía. Este pequeño matiz (totalmente ignorado entonces y ahora) supone la diferencia clave entre inflación y deflación.
Es más que evidente que el Banco Central Europeo conoce este razonamiento; también lo es que se conoce desde siempre. La pregunta es ¿cómo es posible que en septiembre de 2015 se sigan planteando las mismas soluciones que no funcionaban?; ¿cómo se plantean contra la deflación unas medidas que provocaron deflación cuando se decía, absurdamente, que provocaban inflación?
El post decía:
Mucha gente conoce la teoría cuantitativa del dinero que relaciona la inflación con la cantidad de dinero en circulación. Es muy fácil explicarla con un ejemplo fácil.
Si tenemos un submundo de dos personas que quieren comprar una barra de pan y cada una de ellas tiene 10 euros, al final esta barra costará 10 euros porque el precio se irá ajustando a la demanda en una subasta.
Si alguien de fuera (véase, un banco central) le da 10 euros más a cada uno (una inyección monetaria) cada uno de ellos tendrá 20 euros; por tanto, pueden seguir subastando de forma que la barra de pan llegará a costar 20 euros.
Este es más o menos el proceso que explica que el valor de los bienes en circulación se iguala a la cantidad de dinero en circulación (multiplicado por el número de veces que cambia de manos este dinero: técnicamente se llama velocidad de circulación).
Por supuesto las economías no se reducen a dos personas y una barra de pan, sino que se componen de múltiples agentes y múltiples bienes, lo cual nos lleva mediante el mismo proceso a la formulita de marras, que no es otra que igualar el valor de la producción de una economía a la cantidad de dinero disponible en la economía. Cuando se inyecta dinero en una economía, la ecuación se iguala, de forma que si no existe un incremento igual de los bienes producidos, nos encontramos con el fenómeno de la inflación.
Esta teoría se cumple a nivel global; pero como todos los niveles globales esconde algunos pequeños matices. La demanda global no es más que una suma de las demandas individuales de cada uno de los bienes. Cuando leemos los análisis en términos macro comprobamos que se olvidan de que las cosas no se trasladan mediante una regla de tres. Es decir, el hecho de que se doble la cantidad de dinero en la economía, sin que se incremente la producción, supone que se doble el nivel de precios de la economía; pero no significa que se doblen los precios de los productos de toda la economía, sino que las subidas se van a ir repartiendo en función de las necesidades y, por supuesto, de quien recibe el dinero.
Realmente no es tan complicado entenderlo. Asumiendo que no todos los agentes de la economía reciben los beneficios de una inyección monetaria, y suponiendo (supongo que no será demasiado difícil asumirlo) que no todo el mundo demanda los mismos bienes, es de suponer que existirán ciertas distorsiones en los precios; aunque en términos globales se incremente la cantidad de dinero disponible nos encontraríamos con que las subidas de precios se pueden concretar en los bienes para los que llega este dinero.
Por tanto, la realidad es que las subidas de precios no son lineales, sino que dependen de los activos que demanden los que incrementan la cantidad de dinero que tienen a su disposición. Este detalle es clave y explica la diferencia entre dos medidas que aparentemente son iguales (como son la que se plantea por ahí de subirse a un helicóptero y soltar billetes frente a inyectar dinero en la banca). Y la diferencia es ésta: la distribución y el lugar a donde llegan los billetes marcan la evolución de los precios, según la estructura de gastos del agente económico que recibe el dinero.
De esta forma si se repartiese el dinero tirándolo de un helicóptero las personas que estuviesen debajo tendrían más dinero para gastar de forma que iniciarían el proceso de subida de precios de los bienes que consumen.
Debido a que las políticas monetarias expansivas se han desarrollado mediante inyecciones (muy apropiado el símil: para comparar los efectos pensar en una inyección de un medicamento o una ducha con éste) el dinero ha acabado en el sistema financiero; lo cual tiene el primer efecto directo muy simple de ver (y, en realidad, lo que se buscaba): suben los precios de los bienes que compran los agentes en el sector financiero.
En definitiva, si sube la cantidad de dinero que tienen disponible los enfermos, sube el precio de las medicinas y dado que el dinero ha ido al sistema financiero, lo que supone es que han subido todos y cada uno de los mercados financieros.
El primer efecto es claro y significa que automáticamente todos los activos financieros suben por esta situación. Las correlaciones pierden totalmente el sentido; suben tanto los activos cíclicos como los anticíclicos; suben tanto los activos financieros de riesgo como los activos seguros.
Este no es el único efecto que nos encontramos, ya que este chorro provoca también efectos en los precios de los activos afectados. En el caso de las commodities la traslación se produce a través de la cadena hasta los precios de determinados bienes finales. Es fácil comprobar que la subida del precio de petróleo impacta sobre los precios que han de pagar las refinerías, y a su vez sobre el precio de las gasolinas refinadas (que reciben el impacto directo al ser también commodities), lo cual nos lleva al impacto sobre las estaciones de servicio. Por supuesto, esto acaba llegando al consumidor final en un grado que depende de la situación del mercado de referencia.
En otros activos la traslación es más sutil pero similar en síntesis. Cuando sube el valor de las compañías nos encontramos con un fondo de comercio que habrá que repercutir de alguna forma en el valor de los productos que se venden, de tal forma que toca subir los precios de la cadena para cuadrar los resultados. De esta forma, si Gas Natural compra Fenosa pagando unas plusvalías a ACS la realidad es que los consumidores de electricidad tendrán que pagar estas plusvalías (en caso contrario, el negocio sería ruinoso).
Otro efecto es la necesidad de incrementar los beneficios de las empresas cotizadas para de esta forma incrementar su valor financiero, lo cual nos lleva a que tendremos a todos los gobiernos tomando las medidas necesarias para que los precios no se desmoronen, entendiendo que los precios de referencia son los que de alguna forma influyen en los mercados financieros. Se renuncia a perseguir pactos, se aprueban subidas en bienes inelásticos con mercados regulados, se subvenciona o se apoya la concentración empresarial, se imponen cuotas y tantas formas, mientras se tratan de bajar los gastos de las cotizadas para justificar el incremento de valor de éstas.
En consecuencia, la inyección de dinero (que no el helicóptero) significa una reducción de presupuesto disponible en la mayoría de las familias; en algunas el efecto será dramático y en otras será menos grave, pero la inmensa mayoría tendrán que ajustarse a las nuevas circunstancias.
Este ajuste se hace vía consumo, renunciando a aquellos bienes o servicios más prescindibles de forma que las empresas reciben como un boomerang la caída de las ventas, desencadenando un proceso lento pero inexorable, que continúa con el ajuste de las empresas que se traduce mayoritariamente en la cancelación de inversiones, (trasladan el ajuste a otras empresas) y en despidos. Este círculo vicioso nos lleva a que a medida que va transcurriendo el proceso, cada vez hay menos personas con rentas, que a su vez son más pequeñas y además están más comprometidas con precios superiores de los bienes de primera necesidad y con los impuestos necesarios para cuadrar esto.
Por supuesto, este fenómeno contrarresta ampliamente los efectos de la inyección monetaria inicial, ya que la capacidad de endeudamiento y el crédito se desploma (cada vez menos gente pasa los scorings y desde luego cada vez pasan con menos deuda) de forma que la cantidad de dinero en circulación cae a plomo (como expliqué en su día la cantidad de dinero no es la cantidad de dinero inyectada),y exactamente por la misma razón por la que se defendían las inyecciones monetarias caen en definitiva los precios.
De esta forma, acabamos entendiendo las razones por las que el IPC sube (impacto de los bienes de primera necesidad), mientras tenemos una situación de deflación y, mientras los recursos caen, los precios de alimentos, combustibles y demás commodities se incrementan.
Este esquema es esencialmente el ocurrido en 2008, tras la debacle de las subprime, y las inyecciones del otoño de 2007 y sobre todo las de primavera de 2008 a cuenta de Bearn.
Lo triste es que en estos días el precio global de los alimentos se dispara y alcanza niveles no vistos en dos años. Y todo esto en un entorno en el que se comparten los análisis económicos haciendo más atractivo el producto, otorgando una subida potencial del 30%, con el relato de los disturbios que comienzan en varios países debido a los problemas de determinadas capas de la sociedad para comer (pequeños efectos colaterales).
Pero aún más grave es lo de la comisión europea, que se dedica a lanzar una pseudo reforma financiera intentando regular la especulación con derivados, pero a su vez afirmando que no se podrá limitar la especulación porque es algo necesario para dar liquidez. Es lo más absurdo que he oído en mi vida, porque tienen tan fácil acabar (por lo menos momentáneamente) con la especulación como no financiarla. Recordemos que toda esta historia se realiza con el dinero que han puesto los gobiernos, de forma que si quisiesen acabar con la especulación en estos bienes, lo tienen facilísimo; “sentarse y esperar”.
Por supuesto, nos queda el problema de que en teoría la especulación sirve para dar liquidez, pero curiosamente parecemos olvidar otra vez que los bancos centrales dieron la liquidez a los especuladores, de forma que a la sociedad no han llegado sino las facturas de las intervenciones. Dado que sólo han venido los costes, es fácil deducir que en lugar de facilitar liquidez, la especulación en estas condiciones no sólo no da liquidez sino que la quita.
Tarde o temprano tendremos que preguntarnos lo que propuse en el post de “¿Para que sirve la especulación?”. Y luego toca aclararnos, porque lo que no tiene sentido es que primero los salvemos y luego nos cuenten que quieren acabar con ella.